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Nosotros los Arquitectos<br />

sentido estético, son motivos suficientes para explicar una desorientación profesional que<br />

lamentamos. No existe, en efecto, un objetivo fijo hacia el cual concurran los esfuerzos de<br />

los arquitectos nacionales, tanto en el aspecto artístico de su profesión como en el que tienda<br />

a elevar el ambiente nuestro y a corregir abusos y defectos amparados tan sólo por la<br />

inercia y el descuido. Y en tal sentido la obra a realizar es amplísima, ya que, sin duda<br />

alguna, son tantos los excesos como grande la ignorancia. 101 (SC)<br />

Ciertos indicadores lexicales del párrafo anterior como “desconocimiento” y “desorientación”<br />

colocan la producción arquitectónica bajo imperativos morales: el arquitecto<br />

no sólo es el portador del saber artístico sino también el responsable de la educación estética<br />

de la sociedad, del “conocimiento” del arte, de la “orientación” en la senda correcta y<br />

de mediar ante los poderes públicos por una educación pública que contemple el arte.<br />

Un aspecto en el cual puede advertirse la estrecha vinculación que tenían entre sí los<br />

debates de la cultura artística, la estética urbana y el estado del arte arquitectónico, era la<br />

preocupación por satisfacer una demanda de la época: la resolución estilística “original” de<br />

las fachadas de las residencias particulares, como signo de prestigio social de los propietarios.<br />

Este carácter representacional de la fachada, a través del cual ésta adquiere la función<br />

de telón escénico de la vida urbana, está fuertemente ligado al desarrollo del espacio urbano<br />

moderno. En el tema de las “fachadas” se condensan importantes componentes del debate<br />

acerca del “estado del arte arquitectónico” que se vinculan entre sí como son: a) por<br />

parte de los comitentes / clientes y propietarios: la necesidad de “representación” social de<br />

éxito y refinamiento, la mayor o menor cultura artística o la dependencia de la “moda”, expresada<br />

a través del “gusto”, b) por parte de los profesionales: con las fachadas se disputaban<br />

un espacio de reconocimiento, también de “propaganda” expuesta a la vista de todos,<br />

sobre la que colocaban la inscripción del nombre como indicador de la propiedad intelectual<br />

y de competencia profesional. Esta función representacional de la arquitectura privada,<br />

que José Luis Romero tipifica como un aspecto relevante de la “ciudad burguesa” para<br />

el caso latinoamericano, también es posible corroborarla en muchas ciudades europeas bajo<br />

el predominio de las burguesías industriales del siglo XIX:<br />

“Las fachadas, en consecuencia, se convirtieron en el soporte arquitectónico más eficaz<br />

para hacer valer públicamente el “gusto” particular del cliente, es decir, la misma función<br />

que, en el dominio privado, estaba destinada a toda clase de objeto mueble. La<br />

proliferación de “concursos” y “premios” a las mejores fachadas, en este sentido, no es<br />

más que consecuencia de pensar en el proyecto arquitectónico como si se tratara de un<br />

“objeto de exposición” (…) la cultura del Historicismo (…) estaba interesada en declarar<br />

que todo objeto de civilización –pasada o presente– merecía el honor de ser “expuesto”,<br />

difundido, reproducido y, en definitiva, que así se avanzaba en la propagación del<br />

«buen gusto»” 102<br />

El papel del periodismo especializado, tanto en Europa como en nuestro país, con relación<br />

al desarrollo de la cultura artística se orientó en varias direcciones. En primer lugar,<br />

fue por excelencia el mecanismo de difusión del historicismo y el eclecticismo, que contribuyó<br />

a legitimar, como tendencia predominante, a partir del conocimiento de las obras del<br />

101 Carlos F. Ancell. “Orientación profesional”, Revista de Arquitectura, marzo abril de 1917. El destacado es nuestro.<br />

102 Angel Isac, op. cit, p.211.<br />

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