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Silvia Augusta Cirvini<br />

Es evidente como, a partir de la regulación estatutaria fijada por el reducido grupo<br />

que dirigía la Sociedad de Arquitectos en 1906, se contribuyó a hacer del diploma la primera<br />

y más rigurosa ley de admisión al campo disciplinar, lo cual visto desde otras posiciones<br />

atentaba contra la propia naturaleza de la profesión. Quienes quedaban fuera, ya<br />

sea porque no tenían título o porque no acordaban con la no-admisión de los no-diplomados<br />

hacían sentir sus voces de distintas maneras. El grupo que se retiró de la Asamblea<br />

Extraordinaria donde se trató el tema presentó un recurso ante la Justicia, que no<br />

prosperó, ya que la reforma de los estatutos se aprobó en octubre de 1907. 13 También la<br />

prensa técnica se hacía eco de la protesta y reforzaba las críticas hacia la Sociedad de Arquitectos:<br />

“Un numeroso grupo de socios que quiso ser “plus royalisque que le Roy” votó, en diciembre<br />

de 1906, un artículo que cierra las puertas de la Sociedad a todos aquellos arquitectos<br />

que no tienen título nacional, olvidando muchos de los participantes que otrora<br />

habían sido partidarios del Arte libre y que su título lo habían obtenido no por<br />

reválida ni por estudios académicos universitarios, sino por una generosa ley de excepción<br />

o de perdón, votada por el H. Congreso.<br />

Si el Gobierno Nacional ocupa y contrata arquitectos e ingenieros sin diploma nacional<br />

no veo bien por qué la Sociedad Central de Arquitectos los excluye de su seno”. 14<br />

A partir de 1913 comienzan a flexibilizarse las reglas para incorporar a los jóvenes<br />

de la Escuela, se reforman entonces los estatutos para admitirlos como socios aspirantes.<br />

En 1915 ya no hay casi socios ingenieros y sí varios estudiantes de los últimos años o recién<br />

diplomados. El grupo fundacional ha puesto las reglas, controla la admisión al campo<br />

y regula los desacuerdos. Muchos socios disidentes se reincorporan y hay una mayor<br />

tolerancia al conflicto entre pares. Todos síntomas de un campo constituido en el que se<br />

ha definido el “nosotros” y donde hay interés para tratar temas doctrinarios dentro de la<br />

disciplina, en un espacio compartido entre iguales en apariencia, ya que el poder y las<br />

posiciones dominantes siguen en manos del grupo fundacional.<br />

2.1.2. El conflicto en la prensa técnica<br />

Carlos Altgelt se convierte en portavoz de la corporación en la defensa de los derechos<br />

privativos de los arquitectos, desde el Suplemento Arquitectura de la Revista Técnica<br />

en primer lugar y en todos los foros y ámbitos de desempeño donde se presenta como<br />

“Arquitecto no Ingeniero”.<br />

Este arquitecto es el autor de un texto central para considerar el estado y la importancia<br />

de este debate: “Necesidad de deslindar”, en el cual Altgelt traza una sesgada historia<br />

del proceso de constitución del campo disciplinar, donde intenta explicar por qué los<br />

arquitectos no consiguieron en treinta años legitimar una autonomía frente a los ingenieros.<br />

Es un texto de abierta confrontación que ubica a los ingenieros como adversarios,<br />

de tono virulento y frontal, propio no sólo del “estilo” particular del autor sino adecuado<br />

y funcional al momento heroico de la fundación del campo. Según el autor, la sepa-<br />

13 Ibídem.<br />

14 V. Jaeschke, “Cuestión de honorarios”, en Arquitectura, Nºs de Enero y Agosto Septiembre de 1909.<br />

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