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Nosotros los Arquitectos<br />

pia”. Christophersen advierte en 1917, que la crisis de “decadencia” que atraviesa la arquitectura<br />

(tanto en Argentina como en Europa), no es producto de la “falta de preparación<br />

de los profesionales”, sino muy por el contrario, afirma que: “En ninguna época fueron tan<br />

eruditos y preparados los arquitectos”. Es decir, la disponibilidad de información (viajes,<br />

conferencias, fotografías y hasta el cine) por un lado y el dominio del dibujo, en el cual hacía<br />

hincapié la formación de las Academias, por el otro, parecía haber operado en contra<br />

de un desarrollo creativo del arte arquitectónico. Decía Christophersen:<br />

“Yo atribuyo al exceso de documentación una parte del fracaso en el progreso arquitectónico;<br />

así también creo que la habilidad convertida en virtuosidad es una cualidad negativa<br />

eminentemente peligrosa, como lo es también la falsa originalidad sin discernimiento”. 44<br />

“El dibujo es el medio de expresión del arquitecto, pero el dibujo es sólo un medio, no es<br />

una finalidad. La obra del arquitecto será juzgada por el monumento y no por los dibujos<br />

que sirvieron para establecer a priori sus proporciones y sus medidas”… 45<br />

Así como no duda en denostar la habilidad para el dibujo, como una trampa de la<br />

que se debe huir, señala el proceso de diseño de la obra de arquitectura como un camino<br />

arduo, de trabajo permanente, donde la “perfección” y la simplicidad son resultado del “tamiz<br />

intelectual”, “obra del trabajo y de la lucha constante”. Entre frases célebres y refranes<br />

en español o en francés, Christophersen aconseja a los alumnos:<br />

“El calco es el tamiz del arquitecto. Procediendo como se opera con el tamiz llegamos a<br />

purificar nuestra idea como se tamiza la arena empezando por el grano grueso hasta llegar<br />

con la última y definitiva operación, el polvo de fineza impalpable”.<br />

“Así llegamos a la obra completa que después de terminada parece que hubiera nacido espontáneamente,<br />

porque a fuerza de labor hemos borrado las huellas de nuestras penurias<br />

y desvelos”. 46<br />

Asimismo, Christophersen pone una distancia que es preciso reconocer, entre arte y<br />

oficio, entre creación y habilidad, 47 y el inútil empeño de “ser originales”, ya que quienes<br />

lo fueron nunca se lo propusieron. Como resultado de su decantada formación y experiencia<br />

y sin planteárselo, define con precisión cómo opera el habitus en la tarea del diseño, al<br />

decir: “El arte empieza cuando se olvida la parte oficio que a fuerza de saberlo parece haberse<br />

olvidado”. El modelo sigue siendo el Renacimiento como la expresión más pura del<br />

arte clásico:<br />

“Esos artistas no eran ni virtuosos ni hábiles, en la forma que comprendemos esos términos.<br />

No eran dibujantes de banalidades, aquello no era dibujo…era médula, era talento…era<br />

genio y el más refinado y elegante gusto”. 48<br />

El habitus académico reafirma la “tradición” adaptada a las “imposiciones modernas”,<br />

pero siempre como resultado de la evolución y no de la revolución. Christophersen, para-<br />

44 Alejandro Christophersen, “El Balance de un siglo de Arquitectura”, Revista de Arquitectura, Año III, Nº 13, Setiembre /<br />

Octubre de 1917, p. 7.<br />

45 Ibídem. El destacado figura en el original<br />

46 Alejandro Christophersen, “El Balance de un siglo de Arquitectura”, Revista de Arquitectura, Año III, Nº 13, Setiembre /<br />

Octubre de 1917, p. 9.<br />

47 …“La habilidad es el peor enemigo del arte. Es el charlatanerismo que emplea el mal artífice para enmascarar su ignorancia.<br />

Entre el hábil y el ingenuo prefiero el último. El primero no podrá progresar porque sabe demasiado, aunque lo sepa mal, mientras<br />

que el ingenuo, a pesar de su torpeza de procedimientos, podrá adquirir los medios de expresarse con un poco de paciencia si<br />

tiene una preparación sólida”. Cf. Alejandro Christophersen, Ibídem.<br />

48 Ibídem.<br />

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