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La Historia Secreta del Dia D - Ben Macintyre

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esencial» . [1443] Si Von Roenne y sus analistas podían ser engañados y hacerles

creer que había otro ejército, mucho may or que la fuerza real del Día D, que se

estaba congregando en la costa británica, entonces el propio Hitler

probablemente caería en el engaño. Lo que Hitler no sabía, y nunca llegaría a

saber, es que Alexis von Roenne y Roger Michael estaban llevando a cabo su

propia operación de engaño.

A partir de 1943, Von Roenne sobrestimaba el poderío de las fuerzas aliadas

en Gran Bretaña de manera sistemática, masiva y bastante deliberada. Cuando

una unidad armada enemiga era identificada y registrada por los analistas, y a

nunca se quitaba de lo que Von Roenne llamaba el Feinbild, su panorama del

enemigo. Más aún, en primavera de 1944 estaba adornando a propósito ese

panorama. En enero de 1944 Michael le dijo a Von Roenne que las estimaciones

de tropas que mandaban al alto mando estaban siendo reducidas deliberadamente

por el SD (que aprovechaba cualquier oportunidad de socavar a los expertos en

inteligencia militar) antes de pasárselas a Hitler. Michael consideraba que las

cifras estaban siendo reducidas a la mitad. Así que hizo una sugerencia que era

lógica, temeraria y sumamente peligrosa. ¿Por qué no multiplicar por dos las

cifras? De ese modo se conseguiría algo parecido a la cifra correcta. Al menos

así es como racionalizó el plan ante Von Roenne, que lo aceptó, sabiendo que

inflar esos números vitales le podía costar la vida. Cualquier avistamiento

individual de una unidad aliada se apuntaba como genuino, sin importar lo débil

de las pruebas; si se descubría solo una parte de una unidad, se daba por supuesto

que toda la fuerza estaba presente en ese lugar, aunque otras partes de la misma

fueran vistas en otro sitio. Cualquier anomalía era descartada sin hacer ruido. Al

principio de manera gradual, y luego cada vez más rápido, la brecha numérica

entre las fuerzas que realmente estaban listas para invadir Francia y las

estadísticas que se entregaban a Hitler crecía. A principios de 1944 el FHW

estimaba que había cincuenta y cinco divisiones en Gran Bretaña, cuando en

realidad solo había treinta y siete. A mediados de may o Von Roenne calculó que

había sesenta y siete divisiones enemigas. Y para el Día D había magnificado las

cuarenta y cuatro divisiones que había en Gran Bretaña hasta la notable cifra de

ochenta y nueve, hombres listos para el combate más que suficientes como para

lanzar ataques de diversión en Normandía y Noruega, y un ataque principal en el

paso de Calais.

El motivo exacto por el que Von Roenne exageraba el orden de batalla aliado

de forma tan extravagante sigue siendo motivo de debate y conjeturas. Puede

que simplemente estuviese cubriéndose las espaldas, sabedor de que si

subestimaba la potencia del enemigo tendría problemas serios. Quizá, como

muchos proveedores de estadísticas oficiales, amoldaba sus números para que

encajaran con lo que su público quería oír. Quizá su acto de rebeldía era solo otra

escaramuza en las amargas batallas internas de la inteligencia militar alemana.

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