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La Historia Secreta del Dia D - Ben Macintyre

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no es nada sorprendente. La simple verdad es que nadie —ni Popov, ni Jebsen, el

MI5 o el FBI— vio el cuestionario como una señal del ataque a Pearl Harbor

hasta después de que sucediera.

Popov esperaba ser acogido por el FBI del mismo modo que lo había hecho el

MI5, pero en lugar de la muy sociable capacidad de congeniar de Tar solo se

encontró con profunda desconfianza. Desde el momento en que se registró en el

Waldorf Astoria, a Popov le empezaron a vigilar, cosa que los « agentes

especiales» del FBI no se esforzaron por ocultar. Bajo el control del FBI comenzó

a mandar cartas secretas a Von Karsthoff a Lisboa, pero las autoridades militares

estadounidenses rechazaron suministrarle ninguna información auténtica para

que la incluyera en dichas cartas. Le dijeron que no podía viajar a Hawái para

investigar allí las defensas. A Popov le habían ordenado que estableciera un

vínculo por radio con Lisboa y con Río de Janeiro (sede de una activa célula de

espionaje de la Abwehr), pero cuando finalmente el FBI estableció un transmisor

de radio, con base en la costa norte de Long Island, a Popov no le permitieron

saber qué información se estaba mandando en su nombre. El FBI no se dedicaba

a poner nombres en clave jocosos: Popov era « Informante confidencial ND

63» , un título austero que reflejaba adecuadamente la actitud fría del Buró.

Mantenido a distancia por el FBI y habiéndole impedido realizar ninguna

actividad de espionaje, Popov continuó sus juergas de proporciones épicas.

Hoover y a estaba preocupado de que las costumbres de playboy del espía

pudieran « avergonzar al Buró» , [426] y la magnitud de sus gastos parecían

calculados para hacer precisamente eso. En poco tiempo había comprado un

apartamento en Park Avenue, una segunda residencia en el lugar de moda de

Locust Valley (Long Island), un Buick rojo descapotable y otra novia, la estrella

de cine francesa Simone Simon, a la que había conocido antes de la guerra.

Cuando cuestionaron sus gastos desenfrenados, Popov insistió insípidamente en

que necesitaba mantener su tapadera como rico libertino. Entre los accesorios

que consideraba necesarios para lograr ese objetivo había un may ordomo

llamado Brooks, un sirviente medio sordo chino llamado Chen-Yen, y un equipo

de jardineros; hizo que un diseñador de interiores amueblara su apartamento y se

gastó doce mil dólares en muebles, antigüedades y varios cientos de discos de

gramófono; bebía y bailaba en el Club Stork, esquiaba en Sun Valley (Idaho) y

veraneaba en la soleada Florida. También inició una relación con una inglesa

costosa, que pronto se divorciaría, llamada Terry Richardson, y provocó un

fuerte espasmo de desaprobación dentro del FBI cuando se la llevó de

vacaciones, y a que llevar a una mujer a través de las fronteras estatales con

« intenciones inmorales» era ilegal bajo la absurda Ley Mann. El FBI

sospechaba que la señora Richardson podía ser una espía alemana, pero

finalmente llegó a la conclusión de que era simplemente una « buscadora de

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