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La Historia Secreta del Dia D - Ben Macintyre

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internacional falsificar moneda» . [400] Las cosas se tranquilizaron durante un

tiempo. Cuando Jost reapareció con fajos de billetes de cinco y diez libras, le dijo

a Jebsen (o decidió creerlo) que esta era moneda británica auténtica,

aprehendida en París. A través de un contacto llamado Avramedes, del Banco de

Grecia en Suiza, comenzó a cambiar los billetes por dólares, pasándole la may or

parte a Jost y quedándose una considerable comisión para sí mismo. Algunos

oficiales de alto rango de la Gestapo también comenzaron a pasarle billetes

británicos para que se los cambiara. Durante nueve meses el acuerdo demostró

ser muy satisfactorio, a medida que pasaban por las manos de Jebsen cantidades

cada vez may ores.

Jebsen se gastó los beneficios en su mujer, en su amante, en sí mismo y en su

novelista favorito —y a que las ganancias mal habidas acabaron en manos de P.

G. Wodehouse—. El escritor británico había permanecido en Francia cuando

estalló la guerra, y fue internado, como era de esperar, en tanto que enemigo

extranjero, en la Alta Silesia (« Si esto es la Alta Silesia, uno se pregunta cómo

debe ser la Baja Silesia…» , [401] escribió). Liberado en junio de 1941, justo

antes de cumplir sesenta años en virtud de los términos de la Convención de

Ginebra (estaba jugando al cricket en el campo cuando se enteró de que iba a ser

liberado), Wodehouse y su mujer Ethel acabaron instalándose en el París

ocupado, pero dado que los derechos de autor de sus libros estaban bloqueados,

tenían muy poco dinero. Jebsen se lo dio a su viejo amigo. Después de su

liberación, Wodehouse había realizado una serie de programas de radio

caprichosos y profundamente estúpidos, a través del servicio de propaganda

alemán, en la creencia infantil de que sería admirado por « mantener el tipo»

durante su cautiverio. En lugar de ello se convirtió en una figura odiada en Gran

Bretaña, acusado de colaborar con los alemanes. Solo podemos imaginar lo que

sus críticos hubieran dicho si hubieran sabido que este genio del humor estaba

siendo financiado por un espía alemán mediante una operación fraudulenta de

moneda ilegal que involucraba a la Gestapo, el servicio de seguridad nazi y una

fortuna en billetes de banco británicos falsos.

La estafa de la falsificación funcionó bien durante nueve meses, y entonces

salió a la luz de manera dramática. Un banco suizo descubrió los billetes fasos, y

el intermediario griego de Jebsen rechazó seguir negociando con ellos. Más tarde

Jebsen alegaría que había creído honestamente que los billetes eran de curso

legal, y que cuando había descubierto la falsificación « hizo todo lo que pudo para

detenerla» , al informar del asunto a sus superiores. Es más probable que supiera

durante todo el tiempo que estaba negociando con billetes falsos, y que se retiró

cuando descubrió que se había descubierto la estafa. En la disputa subsiguiente,

Heinz Jost fue cesado de su cómodo puesto en el departamento de inteligencia

exterior del SD y enviado al frente oriental donde le pusieron a dirigir el

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