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La Historia Secreta del Dia D - Ben Macintyre

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Londres… lo que, de algún modo, estaba haciendo.

La fanfarronada del comandante Müntzinger de que Alemania tenía

« muchos agentes en Inglaterra» [125] era completamente cierta. Pero muy

lejos de ser « excelentes» , [126] la may oría eran inútiles, muchos activamente

desleales y una cierta cantidad ya estaban trabajando contra Alemania como

agentes dobles.

La sección de contraespionaje del MI5, conocida como Sección B, estaba

presidida por Guy Liddell, un cazador de espías tímido que tocaba el chelo y

cuyos voluminosos diarios nos ofrecen una extraordinaria visión desde dentro del

trabajo durante la guerra de esta notable organización secreta. Al combatir el

espionaje alemán, Liddell se enfrentaba a dos problemas primordiales e

interconectados: una enorme cantidad de espías que no existían, y un pequeño

cuerpo de agentes secretos que por supuesto sí existían.

Con el estallido de la guerra Gran Bretaña estaba atrapada por lo que Liddell

llamó una « neurosis de la quinta columna» , [127] la creencia firme y casi

universal de que el país estaba plagado de espías enemigos preparados para

levantarse si Hitler lanzaba la invasión. Este temor se veía agudizado por las

novelas de espías, una prensa excitable y un impulso particularmente británico

por jugar a los detectives aficionados. « Hay un tipo de persona bien definida que

es propensa a la obsesión por el espionaje» , escribió Winston Churchill, que

precisamente padecía esa obsesión. Estos espías imaginarios aparecían

disfrazados de monjas, ayudantes de carnicero, capilleros y viajantes. Parecían

perfectamente respetables. El jefe de las Home Forces [128] insistía en que « los

caballeros más educados y los más pulcros son los canallas que están haciendo el

trabajo y no podemos estar seguros de nadie» . [129] Un espía puede tener el

aspecto del director de tu banco. En efecto, puede ser el director de tu banco.

Robert Baden-Powell, el fundador del movimiento Scout, insistía en que podía

identificar a un espía alemán por la forma de caminar, pero solo desde detrás.

Los informes inundaban el MI5, detallando las perversas actividades de ese

ejército de espías oculto: estaban envenenando los helados, dejando marcas en

los postes telegráficos para guiar a las fuerzas invasoras, introduciendo drogas en

los cigarrillos y entrenando a los internos de los manicomios como escuadrones

suicidas. Cuando seis vacas salieron en estampida en la minúscula isla de Eilean

Mor, en las Hébridas escocesas, se adujo de inmediato que esto se debía a la

actividad del enemigo. Que los espías fueran invisibles era simplemente la

prueba de lo diabólicamente inteligentes que eran ocultándose. Hasta las palomas

eran sospechosas, y a que estaba muy extendida la creencia de que los agentes

enemigos tenían lugares para ocultar palomas mensajeras a lo largo y ancho del

país, que utilizaban para enviar comunicados a Alemania. El miedo de Gran

Bretaña a las palomas espía llevaría a pagar las consecuencias de una manera

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