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La Historia Secreta del Dia D - Ben Macintyre

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desempeñara cualquier papel para ganar la guerra, lo mismo pasaba con Juan

Pujol. Ahora estaba prácticamente calvo, y llevaba gafas grandes, que le hacían

parecerse menos al murciélago peleón que había parecido cuando llegó por

primera vez a Inglaterra, y más a un búho minúsculo y reconcentrado. Parecía

ser exactamente lo que sus vecinos de Crespigny Road pensaban que era: un

señor extranjero, tímido y educado, que hacía algo aburrido en la BBC.

Justo antes de las tres de la madrugada, con los paracaidistas aliados que ya

habían entrado en acción en Francia, los cinco hombres se reunieron alrededor

de la radio en el dormitorio del primer piso, y Haines se preparó para mandar el

mensaje. La historia, como correspondía a la ocasión, era dramática, aunque

estaba enterrada, como de costumbre, en los circunloquios nómadas de Pujol.

Fred, el camarero gibraltareño, había contactado con dos desertores

estadounidenses del campamento de Hiltingbury, y había desertado para

comunicar a Garbo la noticia de que la invasión había comenzado.

Me ha dicho que hace tres días se han distribuido raciones frías y

bolsas para vomitar a las tropas de la 3.ª División canadiense y que esta

ya se había marchado del campamento, y que su lugar lo habían ocupado

ahora los estadounidenses. Había rumores de que la 3.ª Canadiense ya ha

embarcado. La situación de este agente es muy comprometida y a que su

ausencia tiene que haber sido detectada dadas las muchas horas

transcurridas desde que se marchó del campamento. Para proteger el

servicio [es decir la red] he tomado la decisión de ocultarle. [1549]

Si las tropas canadienses no habían regresado, eso solo podía querer decir que

habían embarcado camino de Francia; y dado que Hiltingbury solo está a trece

kilómetros de Southampton, y Southampton está enfrente de Cherburgo, entonces

el objetivo lógico tiene que ser Normandía. Los alemanes leerían las pistas al

momento.

A las 2.59 de la madrugada, Tar le dijo a Haines: « De acuerdo sargento,

¡démoselo!» [1550] Haines tecleó las siglas. La única respuesta fue un crujido

de electricidad estática. « No lo pillo» , dijo Haines. « Normalmente Fritzy

contesta de inmediato» . [1551] Repitió la llamada transcurridos quince minutos.

De nuevo no hubo respuesta. O el operador de radio había abandonado su puesto

o se había dormido. Haines siguió llamando. Harris comentó: « El problema es

que la vida en Madrid, de hecho, solo empieza a medianoche. El operador de

Kühlenthal probablemente estará en Chicote tomándose una copita [1552] con

sus amigos» . [1553] Robertson y Fleetwood-Hesketh acabaron disculpándose y

se fueron a dormir a casa, como invitados que se marchan de una birria de fiesta.

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