presencia del pensamiento acalitense contemporneo xi - UNAM

los domingos y días festivos, porque era cuando bajaban los rancheros y
estancieros a oír misa y a mercar los viveres para la semana.
No contaba con centros de salud, excepto el sencillo hospital de Indios de la
Limpia Concepción, fundado por fray Miguel de Bolonia y Antonio de Segovia
durante la evangelización de los naturales; tampoco con tabernas, porque estaba
prohibido vender vinos y mezcales, aunque no faltaba alguna disfrazada de
posada, que hacía de las suyas, a pesar de las serias prohibiciones en la materia.
Sí contaba de un lugar destinado a plaza de toros, que se habilitaba de un día
para otro cuando se celebraba alguna corrida de toros; y, por supuesto, su
palenque, donde no faltaban gallos la mayoría de los domingos. No sobresalía
ninguna otra cosa a no ser el templo parroquial, la pequeña capilla de Ntra. Sra.
de la Expectación, y, al lado, el hospital de indios; y, por supuesto, los
bullangueros barrios indios de Sta. Rosa, Santa Cruz, San Andrés y San Nicolás.
El templo parroquial, cuya ampliación se había comenzado en 1728, estaba recién
terminado, con sus dos torres aplastadas como las vemos ahora y su campana
mayor que servía para llamar a la gente a las grandes festividades. Desde
entonces, apenas ha sufrido cambios; sólo la ornamentación interna. Sigue
señoreando en el horizonte alteño su estilo basilical de reminiscencias romanicas
con profunda influencia misional franciscana, sin perder el espíritu indígena: "los
indios la construyeron y la tristeza del vencido parece tratarse en su pesadez y en
su inmovilidad". Como desde 1770, está ahí viendo pasar los siglos, la vida de los
indios y de los blancos, de los ricos y de los pobres, de todos los jalostotitlenses.
Las raíces de esta microsociedad se gestan en la prehispania y sc afianzan
durante la colonización española, y los estudiosos coinciden en que fueron de
origen sencillo y pobre. Resalta ser los descendientes viejos cristianos y sin
mezcla de sangre judía o morisca; por eso pienso que no es correcto explotar la
vanidad de nobleza e hidalguía en que con frecuencia caen quienes estudian las
genealogías alteñas. Sin embargo, no se puede negar que se encontraba en todos
honorabilidad, honradez y nobleza de corazón. Hicieron prodigios de valor y
entrega al establecerse y desarrollar su vida cotidiana, en medio de tantas
carencias materiales.
Fueron sencillos labradores y criadores de ganados los pilares de esta sociedad
local que siempre ha tenido a honra proceder de ellos. Aunque prevaleció la
presencia indígena, caracterizaría a esta raza la poca mezcla de su sangre:
criollos o mestizos de color blanco, estatura elevada, porte altivo y hombres rubios
barbados. Esta constitución criollo-mestiza se debió al alto porcentaje peninsular
de que procede y a que escaseó el mestizaje por la exagerada inclinación a la
endogamia. Fue frecuente, al respecto, hacer consideraciones de "limpieza de
sangre", "de leche" y otros tópicos de ese estilo; quizá por eso encontramos a
aquellos criollos regatear el dominio con los peninsulares, con los mestizos, castas
e indios. Esta realidad latente desde la colonización, se fue agudizando con los
años y llegó al climax a finales del siglo XVIII y en vísperas de la guerra por la
independencia. Así, en 1810, las palabras "gachupín" y "criollo" no designaba,
como quería hacer pasar el arzobispo-virrey Francisco Javier de Lizana y
Beaumont, a un español nacido en España o en América, ni eran como hermanos
entre sí, o como un tío y un sobrino por ser ambos hijos de españoles. En realidad
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