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presencia del pensamiento acalitense contemporneo xi - UNAM

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orden social o económico, por los medios adecuados... y resistir pasivamente los<br />

desmanes que la horda revolucionaria cometía o anunciaba cometer.<br />

El problema recrudeció en 1926 y Pió XI manifestó su inconformidad en carta al<br />

arzobispo Mora y <strong>del</strong> Río a las ordenaciones y mandatos <strong>del</strong> gobierno me<strong>xi</strong>cano,<br />

que distan tanto de buscar el bien común y no merecen el nombre de leyes. Pide<br />

al clero y asociaciones religiosas que se abstengan de toda participación en<br />

política, para que no deis ocasión a los adversarios de la fe católica, de considerar<br />

a vuestra religión como un partido o facción política... No por eso les queda<br />

prohibido el ejercer los derechos y cargos civiles, comunes a todos los<br />

ciudadanos: mas aún, tanto su fe como el bien común de la Religión y de la Patria<br />

e<strong>xi</strong>gen que se usen esos derechos y se ejerciten esos cargos.<br />

El mismo mes de febrero se dieron algunos atropellos que enardecieron a los<br />

católicos como fue la clausura de algunos colegios católicos y conventos en Villa<br />

de Guadalupe y expulsión de algunos sacerdotes en Jalisco por no tener permiso<br />

para ejercer, así como cierre de templos; al mes siguiente se le decretaría formal<br />

prisión al Obispo de Tulancingo, Mons. Manríquez y Zarate. Estos actos causaron<br />

serios tumultos y enfrentamientos contra la policía. En abril el Episcopado<br />

me<strong>xi</strong>cano dio a conocer una Carta Colectiva en que manifestaba su inconformidad<br />

ante la situación reinante; entre otras cosas decía: Si la Iglesia es una sociedad<br />

distinta <strong>del</strong> Estado, e independiente de él por su origen, por su naturaleza y por su<br />

fin, es evidente que la Iglesia no debe ni puede, sin traicionarse<br />

a sí misma, sin<br />

desobedecer a Dios, admitir inferencia alguna <strong>del</strong> Estado, ni en su doctrina, ni en<br />

su jerarquía, ni en su gobierno, ni en todos los medios necesarios y útiles para su<br />

fin supremo. Y al referirse al control de los sacerdotes decía: no se les considera<br />

como tales, sino como simples profesionales... Se les prohibe el ejercicio de sus<br />

derechos políticos y cívicos. Se fiscaliza su acción religiosa, obligándolos a ellos<br />

en unión de diez vecinos, a que den parte a las autoridades de haberse encargado<br />

de algún templo o de haber sido trasladados a otra parte. En suma, a la vez que<br />

se les desconoce toda personalidad jurídica como ministros y se les considera<br />

como profesionistas, se les quitan casi en absoluto, sus derechos de ciudadanos,<br />

y esto aunque sean me<strong>xi</strong>canos de nacimiento.<br />

Lo que colmó el vaso fue la Ley Calles de 14 de junio de 1926 que reformaba el<br />

Código Penal para el Distrito y Territorios Federales en referencia a los <strong>del</strong>itos y<br />

faltas en materia de culto religioso y disciplina externa.<br />

Contiene 33 artículos y 3<br />

transitorios y se refieren al culto, a la enseñanza, a las publicaciones periódicas<br />

religiosas, o simplemente de tendencias marcadas a favor de determinada<br />

creencia religiosa, a las cuales se les prohíbe comentar asuntos políticos e<br />

informar sobre actos de las autoridades <strong>del</strong> país o de particulares relacionadas<br />

directamente con el funcionamiento de las instituciones públicas. Por lo que no es<br />

de extrañar que a partir <strong>del</strong> 31 de julio, la prensa diera un viraje y comenzara<br />

a dar<br />

noticias tendenciosas en materia<br />

religiosa.<br />

La primera respuesta de los católicos contra ésta fue organizar la defensa religiosa<br />

mediante un boycot, una resistencia pacífica en el campo cívico, con objeto de<br />

crear un estado de crisis económica que obligara al Gobierno a hacer cesar la<br />

situación de opresión legal en que vive la Iglesia Católica en nuestra patria. Calles<br />

no lo tomó en serio y llamó al movimiento pujido de beatas y muecas de<br />

sacristanes: pero pronto se dio cuenta que no era así y que el pueblo no estaba<br />

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