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presencia del pensamiento acalitense contemporneo xi - UNAM

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acontecimiento histórico. En cuanto al destino <strong>del</strong> hombre en la historia, los<br />

griegos creyeron que éste dispone de sobrados recursos para afrontar con<br />

elevación de ánimo y serenidad de juicio cualquier situación; pero de ahí no<br />

pasaron. Les interesaba primordialmente el logos <strong>del</strong> cosmos, no el dios supremo,<br />

ni tampoco el significado de la historia. Para los pensadores griegos, una Filosofía<br />

de la Historia resultaría un contrasentido. La historia fue, para ellos, una historia<br />

política; y, como tal, materia de estudio para estadistas e historiadores. No para<br />

filósofos.<br />

La Ciudad de Dios es la representación significativa de una ciudad, verdadera y<br />

transhistórica, en donde el santo engloba la historia <strong>del</strong> mundo y la labor de la<br />

Iglesia a través de la verdad cristiana en etapas sucesivas y la difusión de la<br />

misma. El desarrollo de la obra evidencia que todo está sujeto a cambios. Lo que<br />

puede suceder es inapreciable si se compara con las alternativas religiosas de<br />

aceptar o rechazar a Cristo. La fe en él prescinde de todo desarrollo lineal; logra<br />

una integración no de la teología en la historia, sino de la fe de la Iglesia primitiva<br />

en la doctrina de la Iglesia establecida. Construye la historia universal, eliminando<br />

las expectaciones mesiánicas apocalípticas y chiliásticas (cristianas, judías y<br />

paganas) en el tiempo histórico. Aunque los acontecimientos profanos están<br />

separados, los relaciona a través <strong>del</strong> peregrinaje <strong>del</strong> cristiano en el siglo.<br />

San Agustin se distingue por la franqueza y sobriedad con que enjuicia al Imperio<br />

Romano. Cuando habla de los enemigos contra quienes se ha de defender la<br />

Ciudad de Dios, especifica que son los hijos de la Ciudad Terrenal (Roma), a los<br />

que reprocha<br />

el santo la ingratitud de que dan pruebas, olvidando que los que<br />

fueron perdonados por los bárbaros, obtuvieron gracia por aoogerse a los templos<br />

cristianos.<br />

"No los libraron sus dioses, afirma, que no podían hacerlo, y los libró<br />

la potencia<br />

<strong>del</strong> nombre de Cristo". Después de hacer una amplia exposición de los vicios de<br />

los romanos, los exhorta a que se arrepientan y hagan penitencia.<br />

Dentro <strong>del</strong> contexto genuino de la historia, de los 22 libros en que divide la obra<br />

sólo consagra los cuatro primeros a narrar la historia romana. Es historia verídica<br />

la que leemos. Critica las divinidades paganas y las torpezas y deshonestidades<br />

con que se les rendía culto. Insiste, especialmente, en la corrupción de los juegos.<br />

Para él, seria más decente y plausible que se leyeran en los templos paganos los<br />

libros de Platón, a que me ejercieran esos actos de crueldad y torpeza. Pasa<br />

revista a todas las guerras y calamidades padecidas por la República Romana<br />

desde su fundación, de las que no pudieron librarla sus falsas divinidades y<br />

rechaza las acusaciones dirigidas a los cristianos, culpándolos de los desastres.<br />

Manifiesta que la importancia real de la Roma Imperial es preservar la paz terrena<br />

como condición para la difusión Evangélica. Para él, los imperios ni son obra <strong>del</strong><br />

diablo ni están justificados por la ley natural como consecuencia de ser buenos; su<br />

origen hay que buscarlo en los pecados de los hombres, y su valor relativo en la<br />

conservación de la paz y de la justicia. Manifiesta más. Lo que realmente importa<br />

a la historia no es la grandeza transitoria de los imperios, sino la salvación o<br />

condenación de un mundo futuro.<br />

La grandeza y duración <strong>del</strong> Imperio Romano,<br />

escribe, no se encuentran en los é<strong>xi</strong>tos guerreros y menos en la protección de<br />

Júpiter y demás divinidades.<br />

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