presencia del pensamiento acalitense contemporneo xi - UNAM

hizo participar a los indígenas en el mercado o los obligó a vender su fuerza de
trabajo. El fenómeno de los tapíxques poco manifiesto en nuestras regiones por
contar con pocos pueblos indígenas, consistía en ordenar que determinado
número de indios se pusiera al servicio personal de unidades domésticas
españolas para limpiar y construir villas. Esta modalidad estuvo ausente en
nuestras áreas por ubicarse los pueblos indios lejos de los asentamientos de
hispanos.
La modalidad más común adaptada por nuestro campo, fue la llamada naborios;
es decir, indios que decidieron trabajar en forma permanente a cambio de un
jornal y de medios de subsistencia. Esta mano de obra la conformaban indios
procedentes de Teocaltiche, Mitic, San Gaspar y Jalostotitlán. La información al
respecto proviene de estos pueblos y de las haciendas receptoras, principalmente
las más cercanas a ellos, como Cieneguilla, Peñuelas, San Bartolo, Agostadero,
Chapultepec. Fueron naturales que perdieron sus tierras o nacieron sin ellas, ya
que descendían de los antiguos esclavos o de los recién liberados de la
esclavitud, o eran producto de la mezcla racial. Individuos aculturados y con
escasos lazos étnicos, sociales y culturales con la comunidad de origen. Gente
acostumbrada al trabajo y al contacto con los españoles, pero sin vínculos
económicos y sociales con sus pueblos. En la medida en que disminuyó la
población indígena y los naborios se asentaron en forma permanente en estancias
y haciendas agroganaderas, creció el fenómeno de los peones acasillados. A
cambio de liberarse del tributo, se ataron a las haciendas mediante la obligación
de residencia y las deudas acumuladas en la tienda de raya.
La costumbre predominante era la asignación de las tareas más pesadas del
servicio doméstico (mozos, cocineras lavanderas, costureras, niñeras, nodrizas,
tortilleras) y mozos carreteros a gente indígena del medio rural. Esta se extendió
en la clase media urbana, donde hasta las más humildes familias tenían uno o
más sirvientes indígenas. Y no era extraño que para los aprendices de las
diversas profesiones artesanales y manuales se buscara en esta población a los
futuros oficiales. Hay protocolos de contratos que indican que las familias
entregaban a sus hijos a la enseñanza por determinados años a un maestro para
que los convirtiera en profesionales. Estos carecían de libertad de movimiento y se
consideraban como propiedad particular; además, se les sujetaba a largas
jornadas de trabajo; sufrían toda clase de violencia y sólo recibían a cambio
comida y habitación diaria, ropa alguna vez al año y una remuneración exigua y
arbitraria.
Antes de que se desarrollara una estructura propia agroganadera, ambas regiones
solían abastecerse en lugares distantes, aunque siempre en conexión con la
minería. Las estancias y haciendas por lo general se establecieron con capitales
mineros para suministrar productos a éstas. Llama la atención algunas
descripciones del siglo XVII que mencionan la alternancia de maizales y estancias
ganaderas, principalmente en Los Altos; también el esfuerzo que realizaron las
haciendas por elevar sus rendimientos al construir obras hidráulicas que
combinaron la tecnología agrícola del Viejo Mundo y Mesoamérica simbiosis
importante en su desarrollo.
En Aguascalientes hubo haciendas institucionales; tal es el caso de Cieneguilla de
la Compañía de Jesús, cuya producción se encaminaba a surtir directamente sus
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