presencia del pensamiento acalitense contemporneo xi - UNAM

Alcalde y Barriga, Obispo de Yucatán y luego de Guadalajara; el de Antequera,
don Miguel Anselmo Alvarez Abreu; el electo de Durango, Fray José Díaz Bravo, y
el representante de don Pedro Sánchez de Tagle, Obispo de Michoacán, canónigo
Vicente de los Ríos, así como decenas de sabios eclesiásticos; todos brillantes
teólogos y canonistas y por sus ideas ilustradas y regalismo. Muy cerca de los
padres conciliadores estuvo vigilando cualquier movimiento e idea el Comisario
Real, oidor Anselmo de Rivadeneyra. Fueron 126 las sesiones y se desarrollaron
en la catedral de México; y como escribió un autor, Mateo José se manejó como
pez en el agua, pues conocía a todo el mundo, y todos le conocían. "Ahí sí que de
mucho le sirvieron sus actos públicos y actillos y en constantes exámenes y
oposiciones; ahí sí que era útil en los concedos, niegos, distingos y contradistingos
de su escolástica". El Concilio terminó sus trabajos en noviembre de ese año. Los
historiadores de esta asamblea hablan elogiosamente del de Ciénega de Mata. Lo
que más llamó la atención de los padres conciliares y Comisario Real fue su obra
Descripción de la Diócesi de Guadalaxara de Indias, escrita de puño y letra por
Mateo José. La encontraron tan perfecta que Lorenzana se la llevó a España
como modelo. Es un voluminoso documento en donde se describen con detalle
ciudades, villas, pueblos, curatos, doctrinas, misiones y cuantas familias y
personas formaban la rica, próspera y extensa diócesis de Guadalajara, que
abarcaba los territorios de Jalisco, Nayarit, Aguascalientes, Zacatecas, las
Californias, Texas, Nuevo México, Nuevo León, Tamaulipas y buena parte de San
Luis Potosí. Es e1 padrón más fiel de cuanto encerraba en 1770 esta
circunscripción eclesiástica novohispana; también es fiel ejemplo de la Ilustración
y, desde luego, de lo que podía lograr un criollo ilustrado como lo fue Mateo José.
Por ello se ha convertido en documento de consulta obligada para quienes desean
conocer y entender la historia de este inmenso territorio de la Nueva España en el
último cuarto del siglo XVIII. A todas luces, este Cuarto Concilio Provincial
Mexicano fue más que una asamblea eclesiástica, una reunión regalista, porque lo
que hizo fue someter a los poderes conciliares a los caprichos del rey y exigirles
absoluta y ciega obediencia a sus instrucciones. Opinan los historiadores de la
Iglesia mexicana que en materia teológica, moral y pastoral sólo repitió lo
ordenado en el Tercero. Los jesuitas dicen que como novedad se adhirió a las
reiteradas presiones de Carlos III porque el Papa suprimiera la Compañía de
Jesús y canonizara al archienemigo de ésta, el obispo D. Juan de Palafox y
Mendoza; ambas cosas fueron solicitadas a los padres conciliadores en forma
especial. Una vez clausurado el Concilio, Mateo José volvió a Guadalajara a
seguir ocupando su canongía. Pero como ya había probado las mieles del poder,
la lisonja y la gloria, no se contentó con lo que tenía y movió todas sus influencias
para que Carlos III se fijara en él para cubrir la sede vacante tapatía, cosa que no
consiguió por ser imposible para un criollo; al poco tiempo llegaba el nuevo Obispo
don Fray Francisco Antonio Alcalde, que el de Ciénega de Mata aceptó con
agrado y continuó su labor en el Cabildo. Gracias a las recomendaciones de
Lorenzana Butrón, a los pocos años Carlos III lo premió por lo bien que se había
portado en el Concilio. Por Cédula fechada en el Pordo el15 de marzo de 1775,
fue presentado Mateo José para ocupar la Doctoral Carolingia del Cabildo
Poblano, vacante por muerte de don Manuel Ignacio de Gorazpe y Padilla. Luego
de arreglar los asuntos personales, marcho hacia Puebla para recibir su nueva
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