presencia del pensamiento acalitense contemporneo xi - UNAM
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necesidades y su sobrante lo hacía circular por las vías <strong>del</strong> mercado. Chapultepec,<br />
de los juaninos, no siguió la misma trayectoria porque siempre la arrendaron a<br />
particulares y fue explotada más con miras al mercado. En cuanto a las<br />
particularidades, como Las Peñuelas, San Bartolo, Paredes, Pabellón, etc.,<br />
aunque fueron autosuficientes, manejaron una combinación de autosuficienciamercado.<br />
Fue en el primer cuarto <strong>del</strong> siglo XVII cuando la fuerza de trabajo indígena vivió<br />
una fuerte presión, ya que el repartimiento, al convertirse en forzado, pasó a<br />
constituirse en un sistema de imposición, abuso y explotación. Este y, también la<br />
prohibición <strong>del</strong> repartimiento en 1633 por el virrey, marqués de Cerralvo, hicieron<br />
que el 'trabajador libre", naborio, peón o terrazaguero, tomara carta de<br />
naturalización en esta áreas; la base fueron los indios desposeídos y el mestizo,<br />
pues se vieron obligados a vender su fuerza de trabajo para subsistir, lo que<br />
incidió más en la transición <strong>del</strong> repartimiento a la contratación libre de<br />
trabajadores, la estabilización de mercados y empresas. Al tener las haciendas<br />
regionales una demanda continua de productos, la mano esclava negra se tomó<br />
insuficiente; entonces se echó mano <strong>del</strong> indígena naborio y castas, quienes ya no<br />
se verían sin trabajo en temporadas.<br />
Las más beneficiadas de la mano de obra alteña fueron las estancias, haciendas,<br />
cuadrillas de carretas y servicio doméstico, por resultar más baratos pues los<br />
esclavos tenían un valor en el mercado de hasta 400 pesos. Además, los<br />
indígenas eran personas carentes de recursos y sin defensas sociales y jurídicas -<br />
al deslígarse de su entorno indígena perdían toda fuerza ante la ley- y daban a los<br />
propietarios la posibilidad de ejercer sobre ellos cualquier tipo de presión. Eran<br />
una masa débil que podían manejar a su antojo y forzar a cualquier tarea; no<br />
tenían más alternativa para subsistir que alquilar sus brazos, pues la tierra se<br />
había pulverizado o entregado al blanco.<br />
Las estancias y haciendas se dotaron con instalaciones para la producción de<br />
viviendas para los trabajadores; configuraron núcleos que ordenaban la vida<br />
social. Sus propietarios lucharon por atraerlos con ofertas de dinero, ropa o<br />
a<strong>del</strong>anto salarial; así comenzó la gañanía -el peonaje acasillado-. El propietario<br />
determinaba la jornada de trabajo, el salario y su forma de pago, prestaciones y<br />
obligaciones a cumplir. Las personas que laboraban en el cultivo de maíz y trigo<br />
solían ganar un salario más alto, alrededor de cuatro gramos por día, o sea, cuatro<br />
reales por semana. Con la legalización de este tipo de trabajo en 1633 por el<br />
virrey, marqués de Cerralvo, los dueños de las grandes haciendas agrícolas y<br />
ganaderas dispusieron de una fuerza de trabajo permanente, no esclava, durante<br />
todo el año.<br />
Al igual que en otras áreas de Nueva España, la hacienda regional se solidificó<br />
con la conquista de esta clase de trabajadores….Es claro que la estabilidad y<br />
crecimiento de las haciendas les ofreció un orden social donde fincar su e<strong>xi</strong>stencia<br />
individual y familiar, que se les dificultaba o les era negado en los pueblos de<br />
origen. Para éstos, trocar su condición incierta por la de peón de hacienda no era<br />
caer más bajo, sino tener alimento diario, vivienda y un núcleo social donde vivir<br />
con otros hombres y familias.<br />
Un fenómeno apareció luego: como estas regiones no contaban con grandes<br />
asentamientos indigenas, las haciendas recurrieron a comprometer la mano de<br />
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