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presencia del pensamiento acalitense contemporneo xi - UNAM

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para conseguir la libertad religiosa, cuyo principal triunfo fue la derogación <strong>del</strong><br />

decreto 1913 sobre el número de sacerdotes que podían oficiar en el Estado.<br />

Aunque amainó temporalmente la presión contra la Iglesia y los católicos, el<br />

problema quedó vigente. El verdadero estallido vendría con el Gobierno de Calles,<br />

al decidir el 26 de enero la aplicación en todo el país el conjunto de leyes que en<br />

materia religiosa había estipulado la Constitución de 1917, lo que empujó al<br />

Episcopado a suspender los cultos a partir <strong>del</strong> 31 de julio de 1926. La idea de<br />

resistencia pacifica propugnada por el maistro Cleto cambió y se pensó como<br />

único camino recurrir a las armas; sustentaban los católicos este cambio en la<br />

doctrina medieval de la guerra justa enseñada por Sto. Tomás<br />

de Aquino e incluso<br />

tomando el ejemplo, muy discutible, de las cruzadas y por la lectura <strong>del</strong> libro de los<br />

Macabeos.<br />

La guerra cristera se desató con la convicción de que era una guerra junta y que<br />

su justificación estaba debidamente sustentada en la doctrina eclesiástica, por<br />

cuya razón los obispos dejaron en libertad a los católicos de unirse libremente a<br />

ella y a que los sacerdotes permanecieran<br />

con sus fieles en el medio rural, aunque<br />

sin comprometerse directamente con los combatientes. Esta decisión fue de<br />

capital importancia para evitar que el desaliento de los cristeros cundiera y que<br />

ante la actitud negativa de buena parte <strong>del</strong> clero los precipitara en el cisma o la<br />

heregía. Durante estos años la comunidad católicas atravesó por múltiples<br />

penalidades, sobre todo en el medio rural.<br />

La presión interna que generaba la guerra cristera sobre el gobierno; el asesinato<br />

<strong>del</strong> presidente reelecto, Obregón, por un activista católico, el apremio extranjero<br />

sobre el país, particularmente el norteamericano, para que se diese solución al<br />

conflicto y, también, la relajación de la disciplina en la comunidad católica, llevó<br />

finalmente a la celebración<br />

de unos arreglos entre iglesia y Estado. Por este<br />

consenso oral, el gobierno se comprometió a no aplicar los artículos persecutorios,<br />

aunque no los abatió. Los obispos participantes, Leopoldo Ruíz y Flores, de<br />

Michoacán, y Pascual Díaz Barreto, de Tabasco, se comprometieron a obligar a<br />

los cristeros a entregar las armas y a reanudar los cultos. Emilio Portes Gil que<br />

negociaba por parte <strong>del</strong> Gobierno y como presidente interino, e<strong>xi</strong>gió además se<br />

entregaran al gobierno al arzobispo Orozco y Jiménez y a los obispos González<br />

Valencia y Manríquez y Zarate, los que fueron expulsados <strong>del</strong> país.<br />

Los obispos cumplieron su parte a pesar <strong>del</strong> elevado número de cristeros y de que<br />

la generalidad no estaba de acuerdo a unos arreglos de palabra, que ningún é<strong>xi</strong>to<br />

aseguraban a una lucha de más de tres años. De gran ayuda fue el mensaje <strong>del</strong><br />

general cristero Jesús Degollado Guizar, jefe má<strong>xi</strong>mo de las tropas cristeras al<br />

respecto: Su Santidad el Papa, por medio <strong>del</strong> excelentísimo señor Delegado<br />

Apostólico, ha dispuesto por razones que no conocemos, pero qu,. como católicos<br />

acatamos, que sin derogar las leyes, se reanudarán los cultos... La solución<br />

aplicada a la guerra cristera puso fin a este poderoso movimiento social nacido de<br />

ideales religiosos<br />

sinceros, aunque el gobierno y la sociedad en general fueron<br />

incapaces de entender y aceptar las consecuencias de estos arreglos.<br />

Encontramos en nuestro<br />

autor estas consideraciones finales en Mis recuerdos de<br />

la gesta cristera a las que sobran comentarios. Todo acabó de cualquier manera.<br />

Los espectadores, ante lo inesperado <strong>del</strong> caso, reaccionaron distintamente, según<br />

su criterio y conveniencia... La hipocresía,<br />

el engaño y la traición con abuso de<br />

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