presencia del pensamiento acalitense contemporneo xi - UNAM
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obra por medio de la renta parcial de sus tierras, con el acuerdo de que éstos<br />
apoyaran los trabajos estacionales de siembra, escarda y cosecha; se les nominó<br />
terrazgueros, medieros y aparceros. En Aguascalientes los pioneros de esta<br />
modalidad fueron los jesuitas de Cieneguilla, hábiles agrónomos.<br />
Este famoso latifundio colonial remonta su e<strong>xi</strong>stencia al siglo XVI y se formó con<br />
estancias localizadas entre Aguascalientes y Jalisco, entregadas al conquistador<br />
Hernán Flores de la Torre, a Diego Fernández de Proaño y Gerónimo de Orozco.<br />
Hacia l616 pertenecían a Juan de Zepeda, quien después vendió al maese de<br />
campo Vicente Zaldívar y Mendoza, cuya viuda, Ana Temiño de Bañuelos las dio<br />
en dotación para la fundación <strong>del</strong> Colegio Jesuita de Zacatecas; estos religiosos<br />
aparecen ya como propietarios en 1617. Con los años, la hacienda de San José<br />
de Cieneguilla se convirtió en uno de los grandes latifundios <strong>del</strong> país y sirvió como<br />
mo<strong>del</strong>o de tecnificación, organización y producción hasta la expulsión de los<br />
jesuitas en 1767<br />
La mejor manera de arraigar a esta gente era arrendándole un pedazo de tierra y,<br />
de paso, se disponía de una mano de obra suficiente para los propios cultivos.<br />
Más de un terrateniente llegó a ceder propiedades a título definitivo, para que esos<br />
núcleos indios fundaran pueblos libres, susceptibles de suministrar trabajadores<br />
para sus haciendas. Por ejemplo, el mayorazgo Ciénega de Mata cedió a fines <strong>del</strong><br />
siglo las tierras suficientes para fundar Jesús María, cercano a la villa de<br />
Aguascalientes.<br />
Otras haciendas que siguieron el ejemplo de los jesuitas fueron aquellas que<br />
recibieron un mayor número de indígenas de los pueblos alteños, que emigraban<br />
en busca de trabajo y un pedazo de tierra para cultivar como particulares. Por esta<br />
razón, el grueso de la mano de obra india, procedente de las comunidades<br />
alteñas, se colocó en estancias y haciendas que distribuían tierras como<br />
Cieneguilla. De alrededor de mil trabajadores indios salidos a lo largo <strong>del</strong> siglo<br />
XVII de Mitic, San Gaspar, Teocaltitlán, Atoyonalco, Acatic, Mexticacán, Tepatitlán,<br />
Yahualica y Teocaltiche, el 40% fue a parar en la hacienda de los jesuitas; el resto<br />
se distribuyó en las de Peñuelas, San Bartolo, Chapultepec, Agostadero, Pabellón,<br />
Santiago Chichimeco y otras que conformarian el mayorazgo Ciénega de Mata al<br />
morir el licenciado Rincón de Ortega, el 6 de enero de 1666 en la hacienda<br />
Peñuelas.<br />
Chevalier escribe que “las haciendas <strong>del</strong> siglo XVI agrupaban en el lugar mismo<br />
sus gañanes, laborios y peones en jacalitos situados alrededor de la iglesia y de la<br />
casa <strong>del</strong> amo". La base de estas formas laborales fue el trabajo familiar extendido<br />
a los menores, mujeres y hombres de edad avanzada, que a su vez favoreció la<br />
aculturación de jóvenes y niños que con el tiempo formaron nuevas filas de<br />
peones y jornaleros. Resalta el hecho de que los trabajadores rurales se sintieran<br />
atraídos por un salario monetario, completo con un ración adicional de maíz a la<br />
semana y, en algunos casos con otros alimentos y algo de ropa; fue común la<br />
entrega de un almud.<br />
También ocurría que no se diera una remuneración monetaria a cambio de un<br />
determinado trabajo. Pocos casos hablan de que los peones acasillados recibieran<br />
la totalidad de su retribución en dinero, sino parte en efectivo y parte en especies<br />
(maíz, legumbres, ropa). Más aún, la parte que debía pagarse en dinero no se<br />
hacía: el propietario abría una cuenta al trabajador en la que abonaba préstamos,<br />
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