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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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al extremo de que me sentía engullido por ella, al menos hasta el punto que no pensaba en mi salvación<br />

y apenas pensaba que existía una criatura como yo. Continué en este estado de alegría interior, paz y<br />

desconcierto hasta la tarde, sin notar que disminuyera, y después comencé a reflexionar y examinar lo<br />

que había visto y me sentí más sosegado durante toda la tarde. Me hallaba en un mundo nuevo, y todo<br />

presentaba un aspecto diferente del acostumbrado. En aquel momento, se me abrió un camino de<br />

salvación con una sabiduría tan infinita, una sencillez y una excelencia que me hizo preguntarme si<br />

nunca podría pensar en ningún otro camino de salvación. Me sorprendía que no hubiese abandonado<br />

este camino maravilloso, benéfico y excepcional ante todo; si hubiese podido salvarme con mis<br />

devociones o de alguna otra forma anteriormente, ahora mi alma lo rechazaría. Me sorprendía que,<br />

sobre todo, nadie viese y se conformase con este camino de salvación dependiente completamente de la<br />

justicia de Cristo”. 19<br />

He subrayado el pasaje que relata el agotamiento emotivo, que hasta aquel momento era<br />

habitual. En gran proporción de relatos, probablemente la mayoría, el narrador habla como si el<br />

agotamiento exhaustivo de la emoción inferior y la entrada de la superior fuesen simultáneos, 20 aunque<br />

frecuentemente también hablen como si la superior expulsara activamente a la inferior; eso es<br />

indudablemente cierto en muchos casos, tal como ahora veremos, pero parece ciertamente dudoso que<br />

las dos condiciones - la maduración subconsciente de una afección y el carácter exhaustivo de la otra -<br />

hayan actuado simultáneamente para producir un resultado.<br />

T. W. B., un converso de Nettleton, condujo a un paroxismo agudo de conciencia de pecado no<br />

comía nada, se encerró en su habitación gritando completamente desesperado: “¿Hasta cuándo, Señor,<br />

hasta cuándo?”.<br />

“Después de repetir eso y otras cosas similares - dice - me pareció adentrarme en un estado de<br />

insensibilidad. Cuando volví en mí de nuevo, estaba arrodillado, rezando, no por mí sino por los<br />

demás. Me sentí sometido a la voluntad de Dios, deseando que hiciese de mí lo que le pareciera mejor.<br />

Mi propia preocupación parecía disuelta en la preocupación por los otros”. 21<br />

Nuestro gran “renacentista” americano, Finney, escribe:<br />

“Me dije a mí mismo: ¿qué es eso? Debo haber apenado completamente al Espíritu Santo. He<br />

perdido mi convicción. No poseo ni siquiera una partícula de ansiedad en mi alma y debe ser porque el<br />

Espíritu me ha abandonado. “¿Por qué?”, pensaba, ya que nunca me había sentido más lejos de<br />

preocuparme por mi salvación... Intenté recordar mis convicciones, sentir el peso del pecado; intenté en<br />

vano estimularme; estaba tan tranquilo e inundado de paz que intentaba inquietarme por ello asustado<br />

de que no fuese el resultado de haber ofendido al Espíritu”. 22<br />

Sin duda, hay personas en las que independientemente del agotamiento de la capacidad del<br />

individuo para sentir, y a pesar también de la ausencia de cualquier sentimiento agudo previo, la<br />

convicción superior de conseguir el grado preciso de energía explota a través de todas las barreras y<br />

penetra como un súbito torrente, siendo éstos los casos más sorprendentes y memorables, los casos de<br />

conversión instantánea a los que estuvo muy peculiarmente unida la concepción de la gracia divina. He<br />

19 Life of Brainerd, de EDWARD y DWIGHT, New Haven, 1822, pp. 45-47, versión resumida.<br />

20 Al describir todo el fenómeno como un cambio de equilibro mental, diremos que el movimiento de las nuevas energías<br />

físicas hacia el centro personal y la recesión de las viejas hacia el margen (o la elevación de algunos objetos y el<br />

hundimiento de otros bajo el umbral consciente) sólo eran dos maneras de describir un suceso invisible. Sin duda, esto es<br />

frecuentemente cierto, y Starbuck tiene razón cuando dice que la autorrendición y la “nueva determinación”, aunque al<br />

primer golpe de vista parecen experiencias muy diferentes, son “realmente una misma cosa”. La autorrendición ve el<br />

cambio en términos del viejo yo, la determinación según el nuevo. Citado con anterioridad.<br />

21 A. A. BONAR: Nettleton and his Labors, Edimburgo, 1854, p. 261.<br />

22 Charles G. FINNEY: Memoirs written by Himself, 1876, pp. 17-18.<br />

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