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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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creyente se protege y ampara del mal. De cualquier modo, yo, que no soy en absoluto un hombre de<br />

piel dura ni nervios de acero, estoy completamente satisfecho con esta disposición y no deseo ningún<br />

otro tipo de inmunidad contra el peligro y la desgracia. Tan sensible al dolor como cualquier organismo,<br />

incluso el más susceptible, siento que lo peor ha sido conquistado y arrancado completamente<br />

el aguijón con el pensamiento de que Dios es nuestro cuidadoso amante y nos vigila sin que nada pueda<br />

dañarnos si no lo permite su voluntad.» 16<br />

En la literatura religiosa abundan expresiones más exaltadas de esta condición. Os podría cansar<br />

fácilmente con su monotonía. Éste es el relato de la señora Jonathan Edwards:<br />

«La noche de ayer fue la más agradable de mi Vida. Nunca antes, durante tanto tiempo, había<br />

disfrutado de la luz y la dulzura del cielo dentro de mi alma, sin la más mínima agitación de mi cuerpo<br />

en ningún momento. Pasé parte de la noche despierta, a ratos dormida y a veces medio adormecida.<br />

Pero durante toda la noche tuve la sensación constante, clara y viva, de la dulzura celestial del amor<br />

excelso de Cristo, de su proximidad y de mi propio afecto hacia Él. Me parecía percibir cómo el fulgor<br />

del amor divino descendía del corazón de Cristo desde el cielo hasta mi corazón como un torrente<br />

constante, como una corriente o un fino rayo de suave luz. Al mismo tiempo, mi corazón y mi alma<br />

fluían de amor por Cristo, pareciendo que existía un flujo y reflujo constante de amor celestial, y me<br />

sentía flotando o nadando en estos dulces rayos como las motas suspendidas en los rayos del sol, o los<br />

raudales de su luz al entrar por la ventana. Pienso que lo que sentía posee más valor que todas las<br />

comodidades y placeres que tuve en mi vida. Era placer sin tormento alguno ni interrupción, era una<br />

dulzura en la que mi alma se sentía perdida; parecía ser cuanto mi débil cuerpo era capaz de soportar.<br />

Existía poca diferencia entre el sueño y la vigilia, pero si existía alguna, la dulzura era más grande<br />

cuando dormía. 17 Al despertarme, a mi hora habitual, me pareció que casi había roto conmigo misma,<br />

ya que las opiniones del mundo con respecto a mí no me importaban apenas nada, como de alguien<br />

totalmente desconocido. La gloria de Dios empapaba todos los deseos y anhelos de mi corazón...<br />

Después de reposar durante un tiempo me desperté y me encontré pensando en la misericordia de Dios<br />

para conmigo, al darme, durante muchos años, el deseo de morir para hacerme después desear vivir,<br />

realizar y sufrir todo lo que me mandase en esta vida. También pensé en cómo Dios me había<br />

proporcionado con su clemencia una completa resignación a su voluntad respecto del tipo de muerte<br />

que tendría, haciendo que deseara morir por la tortura o en la hoguera, y si era su voluntad, morir en la<br />

oscuridad. Pero solía pensar vivir el mismo tiempo que cualquier hombre; sobre esto llegué a pensar, a<br />

preguntarme si no deseaba alejarme del cielo durante más tiempo y mi corazón entero replicó<br />

inmediatamente: "Sí, mil años, mil años en el horror, si fuese por el honor de Dios; que el tormento de<br />

mi cuerpo sea tan grande, tan horrible e irresistible que nadie pueda vivir ante su espectáculo, y que el<br />

suplicio de mi mente fuese mucho mayor todavía." Y parecía que había alcanzado una voluntad,<br />

tranquilidad y alegría de ánimo perfectas al consentir que así fuese si era para la gloria de Dios, de<br />

forma que en mi mente no cabía duda ni vacilación. La gloria de Dios me vencía y absorbía y con ella<br />

todos los sufrimientos concebibles y todo lo terrible para mi naturaleza quedaba reducido a pura nada.<br />

Tal resignación se prolongó resuelta y nítida durante toda la noche y el día siguiente y también su<br />

noche, y el lunes por la mañana, sin interrupción ni fisura.» 18<br />

16 The Mystery of Pain and Death, Londres, 1892, p. 258.<br />

17 Compárese con Madame Goyon: «Tenia la costumbre de levantarme a medianoche por asuntos de devoción [...]. Me<br />

parecía que Dios llegaba hasta mí en aquel instante y me despertaba para que pudiese disfrutar de su presencia. Cuando me<br />

sentía enferma o excesivamente cansada no me despertaba, pero en sus ocasiones, a pesar de estar dormida, sentía una<br />

singular posesión de Dios. Me amaba tanto que parecía que su amor impregnaba mi ser en un momento en que sólo era<br />

imperfectamente consciente de su presencia. A veces duermo a medias pero mi alma parece estar bastante despierta para<br />

conocer Dios cuando es incapaz de conocer cualquier otra cosa.» T. C. UPHAM, The Life and Relíginus Experiences of<br />

Madame de la Mothe Guyon, Nueva York, 1877, vol. I, p. 260.<br />

18 He reducido considerablemente las palabras del original, Narrative of the Revival in New Englaud, de EDWARDS.<br />

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