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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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»Eso ocurrió un sábado, cuando volví a casa, mi mujer vio que tenía la cara inflamada y me<br />

preguntó qué había ocurrido. Le dije: "Me he peleado y golpeado a un hombre." Comenzó a llorar<br />

diciendo: "¡Oh, Richard!, ¿qué te ha hecho pelear?" Le conté entonces lo ocurrido y agradeció al Señor<br />

que no hubiese respondido.<br />

»Pero el Señor golpeó y sus golpes tuvieron más efecto que los del hombre. Llegó el lunes, el<br />

demonio comenzó a tentarme diciendo: "Los demás se reirán de ti por haber dejado que Tom, te tratara<br />

como lo hizo el sábado", y grité: " Marcha, Satanás!", y seguí caminando hacia la mina.<br />

»Tom fue el primer hombre que vi, le dije buenos días y no me contestó. Él bajó primero y<br />

cuando lo hice yo le vi sentado en la vagoneta esperándome y al acercarme comenzó a llorar diciéndome:<br />

"Richard, ¿me perdonas por haberte pegado?"<br />

»"Ya te he perdonado; pídele a Dios que lo haga. Que Él te bendiga." Le di la mano y nos<br />

fuimos a trabajar.» 25<br />

«Ama a tus enemigos», fijaos en esto, no sólo a aquellos que no son vuestros amigos sino a<br />

vuestros enemigos, a los enemigos declarados y activos. Esto, o bien es una hipérbole oriental, una<br />

extravagancia que pretende sugerir que deberíamos, cuanto nos sea posible, reprimir nuestras<br />

animosidades, o bien es una expresión sincera y literal. Excepto algunos casos de íntima relación<br />

individual, pocas veces fue tomada literalmente, pero nos lleva a preguntarnos: ¿puede existir un nivel<br />

de emoción tan unificador, tan insensible a las diferencias entre hombre y hombre en el que incluso la<br />

enemistad pueda constituir una circunstancia irrelevante que no pueda impedir los sentimientos<br />

amistosos que surjan? Si los buenos deseos positivos pudiesen alcanzar un nivel de excitación tan<br />

elevado, aquellos que no estuviesen influenciados parecerían seres sobrehumanos; su vida sería<br />

moralmente diferente de la de los otros hombres y, no es necesario decirlo, en ausencia del genuino<br />

tipo de experiencia positiva, ya que poseemos sólo unos pocos ejemplos en la Biblia y los ejemplos<br />

budistas son legendarios, 26 estos efectos serían de tal naturaleza que seguramente transformarían el<br />

mundo.<br />

En principio y, psicológicamente, el precepto «Ama a tus enemigos» no se autocontradice.<br />

Solamente representa el límite ex-tremo de un tipo de magnanimidad con el cual, en forma de<br />

tolerancia compasiva hacia nuestros opresores, estamos familiarizados. Ahora bien, si lo seguimos<br />

radicalmente implicaría una ruptura tal con nuestros impulsos instintivos de acción en su conjunto y<br />

semejante enfrentamiento con la disposición actual del mundo que nos llevaría a un punto crítico y<br />

habríamos de nacer en un nuevo reino del ser. La emoción religiosa nos hace sentir este otro reino al<br />

alcance de la mano.<br />

La inhibición de la repugnancia instintiva no sólo se prueba mostrando amor por los enemigos,<br />

sino mostrándolo a cualquiera que sea personalmente repugnante. En los anales de la santidad<br />

encontramos una curiosa muestra de motivos que empujan en esta dirección. El ascetismo tiene un<br />

papel importante y junto con la simple y pura caridad encontramos la humildad o el deseo de renunciar<br />

a la distinción y de situarse en el estrato más humilde delante de Dios. Ciertamente, estos tres<br />

principios actuaban cuan-do Ignacio de Loyola y Francisco de Asís cambiaron sus vestidos por los de<br />

harapientos mendigos. Los tres actúan cuando las personas religiosas consagran sus vidas al cuidado de<br />

la lepra y otras enfermedades especialmente desagradables. Cuidar un enfermo es una función a la cual<br />

la gente religiosa se siente especialmente llamada, al margen de que las tradiciones religiosas apuntan<br />

en esta dirección. Pero en los anales de este tipo de caridad encontramos excesos de devoción<br />

fantásticos que sólo se pueden explicar por la autoinmolación frenética que explota simultáneamente.<br />

Francisco de Asís besa a sus leprosos, Margarita María Alacoque, Francisco Javier, san Juan de Dios y<br />

otros limpiaron las llagas de sus pacientes con la lengua, y las vidas de santos como Isabel de Hungría<br />

25 J. PATTERSON, Life of Richard Weaver, pp. 66, 68, versión resumida.<br />

26 «Como cuando el futuro Buda, encarnado en una liebre, se arrojó al fuego para asarse él mismo y ofrecerse como<br />

alimento de un mendigo, después de sacudirse por tres veces para que ninguno de los insectos de su piel murieran con él.»<br />

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