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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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«¿Cómo podemos concebir -escribe Caird- la realidad en que reposa toda inteligencia?» Y<br />

responde: «Pueden probarse dos cosas sin dificultad, a saber, que esta realidad es un Espíritu absoluto<br />

y, a la inversa, que sólo en comunión con este Espíritu o Inteligencia absoluta puede el Espíritu finito<br />

realizarse. Es absoluto, ya que el menor movimiento de la inteligencia humana se detendría si no<br />

presupusiera la realidad absoluta de la inteligencia, del pensamiento. La duda y la negación la<br />

presuponen e indirectamente la afirman. Cuando digo que algo es cierto, afirmo algo, de hecho, relativo<br />

al pensamiento, pero no a mi pensamiento o al de cualquier otra mente individual. De la existencia de<br />

todas las mentes individuales en calidad de tales puedo hacer abstracción, puedo pensarías desde fuera.<br />

Pero lo que no puedo pensar desde fuera es el pensamiento o la autoconciencia misma, en su autonomía<br />

y calidad de absoluto, o, en otras palabras, del Pensamiento Absoluto o autoconciencia.»<br />

Aquí, Caird efectúa la transición que Kant no hizo: convierte la omnipresencia de la conciencia<br />

en una condición general de «verdad» que es posible en cualquier parte, en una conciencia universal<br />

omnipresente que identifica con Dios. A continuación, pasa a aplicar el principio que conocer tus<br />

límites es, en esencia, estar más allá de ellos, y trata la transición hacia la experiencia religiosa de los<br />

individuos con las siguientes palabras:<br />

«Si [el hombre] sólo fuese una criatura de sensaciones pasajeras y de impulsos, de una sucesión<br />

eterna de intuiciones, imaginaciones, sensaciones, entonces nada podría alcanzar, para él, el carácter de<br />

verdad o realidad objetiva. Pero es prerrogativa de la naturaleza espiritual del hombre que pueda<br />

abandonarse a un pensamiento o un deseo que sean infinitamente más grandes que los suyos. Como ser<br />

que piensa y es autoconsciente, puede decirse, por su propia naturaleza, vive en la atmósfera de la Vida<br />

Universal. Como ser pensante, me es posible suprimir y ahogar en mi conciencia cada movimiento de<br />

autoafirmación, cada noción y opinión que es simplemente mía, cada deseo que me pertenece, y llegar<br />

a ser el mediurn puro de un pensamiento que es universal en una palabra, no vivir más mi propia vida,<br />

pero dejar que mi conciencia sea poseída e inundada por la vida Eterna e Infinita del Espíritu. Y, sin<br />

embargo, es en esta renuncia del yo donde me beneficio realmente, o cuando me doy cuenta de las<br />

posibilidades más elevadas de mi naturaleza. Ya que mientras en un sentido abandonamos el yo para<br />

vivir la vida universal y absoluta de la razón, a lo que nos rendimos en realidad es a nuestro yo más<br />

verdadero. La vida de la razón absoluta no es una vida que nos sea extraña.»<br />

De cualquier forma, continúa Caird, mientras seamos capaces de comprender esta doctrina<br />

desde fuera, el consuelo que ofrece resulta insuficiente. Sea lo que fuere que podamos ser in posse, el<br />

mejor de nosotros in actu no llega a ser absolutamente divino, La moralidad social, el amor, incluso el<br />

autosacrificio, fusionan nuestro yo sólo con otro yo u otros yo finitos. El destino ideal del hombre,<br />

infinito en la lógica abstracta, puede parecer, en la práctica, irrealizable.<br />

«Así, pues -continúa nuestro autor-, ¿no cabe ninguna solución a la contradicción entre lo ideal<br />

y lo real? Existe una solución, pero alcanzarla nos sitúa por encima de la esfera de la moralidad y nos<br />

lleva a la de la religión. Puede decirse que es la característica esencial de la religión, en contraste con la<br />

moralidad, transformar la aspiración en fruición, la anticipación en realización. Esto, en lugar de<br />

abandonar al hombre a la persecución interminable de un ideal que se desvanece, lo hace partícipe real<br />

de una vida divina o infinita. Tanto si vemos la religión desde el lado humano como desde el divino -<br />

como la rendición del alma a Dios o como la vida de Dios en el alma-, en uno u otro aspecto, pertenece<br />

a su propia esencia que el Infinito deje de ser una visión lejana y llegue a ser una realidad presente. La<br />

primera pulsión de la vida espiritual, cuando comprendemos correctamente su significado, es la señal<br />

de que la división entre el Espíritu y su objeto ha desaparecido, que lo ideal ha llegado a ser real, que lo<br />

finito ha alcanzado su objetivo y ha quedado impregnado por la presencia y la vida de lo Infinito.<br />

»La unidad de la mente y la voluntad con la mente y voluntad divinas no es la esperanza futura<br />

ni el propósito de la religión, sino su comienzo y su nacimiento en el alma. Entrar en la vida religiosa<br />

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