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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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los miembros agresivos de la sociedad siempre tienden a ser ladrones, arrogantes y estafadores; y nadie<br />

cree que un estado de cosas como el que vivimos ahora sea el paraíso. Mientras tanto es posible<br />

concebir una sociedad imaginaria en la que no quepa la agresividad sino sólo la simpatía y la justicia<br />

cualquier pequeña comunidad de verdaderos amigos conduce a esta sociedad. Cuando consideramos<br />

abstractamente esta sociedad sería, a gran escala, el paraíso, ya que cada cosa buena se produciría sin<br />

ningún desgaste. El santo se adaptaría perfectamente a esa sociedad. Sus maneras pacíficas de súplica<br />

serían positivas para sus compañeros y no habría nadie que se aprovechase de su pasividad. Por lo<br />

tanto, el santo es abstractamente un tipo de hombre superior al de «hombre fuerte», porque se adapta a<br />

la sociedad más elevada concebible, sin depender para nada de si esta sociedad se concreta o no jamás.<br />

El hombre fuerte, por su nueva presencia, tendería inmediatamente a provocar que esta sociedad se<br />

deteriorase; llegaría a ser inferior en todo, excepto en un determinado tipo de entusiasmo combativo,<br />

agradable a los hombres del presente.<br />

Pero si pasamos de la cuestión abstracta a la situación real vemos que el individuo santo puede<br />

adaptarse bien o mal según las circunstancias particulares. En resumen, pues, no hay nada absoluto en<br />

la santidad. Hemos de confesar que, tal como va el mundo, quien haga de sí mismo un santo<br />

convencido, lo hace por su cuenta y riesgo. Si no es suficientemente un hombre grande puede parecer<br />

todavía más insignificante y despreciable, en razón de su santidad, que si hubiese permanecido en el<br />

rasero de una persona corriente. 25<br />

En consecuencia, la religión en el mundo occidental pocas veces ha sido tomada tan<br />

radicalmente que los devotos no pudiesen sazonarla con una pizca de temperamento mundano. Siempre<br />

ha tropezado con adeptos que podían seguir la mayoría de sus preceptos, pero que se paraban en seco<br />

cuando se trataba de la pasividad. El propio Cristo fue violento en alguna ocasión. Los Cromwell, los<br />

Stonewall Jackson, los Gordons, demuestran que los cristianos también pueden ser hombres fuertes.<br />

¿Cómo se mide el éxito cuando se dan tantos ambientes distintos y tantas maneras de considerar<br />

la adaptación? No se puede medir de manera absoluta; el veredicto variará según el punto de vista que<br />

se adopte. Desde el punto de vista biológico, san Pablo fue un fracasado porque fue decapitado. Sin<br />

embargo, se adaptó magníficamente al medio social de la historia, y mientras el ejemplo de un santo<br />

sea fermento de la justicia en el mundo y lo estimule en la dirección de los hábitos de la santidad,<br />

constituye un éxito sin importar cuál pueda ser su mala fortuna inmediata. Los santos más grandes, los<br />

héroes espirituales que todos conocen, los Franciscos, Bernardos, Luteros, Loyolas, Weslevs,<br />

Chammings, Moodys, Gratrys Philiip Brooks, Agnes Jones, M. Hallahans y las Dora Pattison, son<br />

positivos desde el principio. Se muestran ellos mismos y, no cabe duda, todos perciben su fuerza y su<br />

envergadura. Su sentido del misterio de las cosas, su pasión, su bondad, irradia por encima de ellos y<br />

engrandece su contorno al tiempo que lo suaviza. Son como fotografías con una atmósfera y un fondo,<br />

y los hombres fuertes de este mundo, puestos a su lado, parecen secos como palos y tan duros y rudos<br />

como bloques de piedra o trozos de ladrillo.<br />

Por lo tanto, de manera general y «en conjunto», 26 al margen de los criterios teológicos, nuestro<br />

examen de la religión por el sentido común práctico y por el método empírico la deja en su lugar<br />

eminente de la historia. A nivel económico, el conjunto de cualidades santas es indispensable para la<br />

riqueza del mundo. Los grandes santos son positivos de por si; los más insignificantes son, como<br />

mínimo, heraldos o precursores, y también pueden llegar a ser fermentos de un orden secular mejor.<br />

Así pues. seamos san-tos si podemos, tanto si alcanzamos un éxito visible temporal como si no lo<br />

conseguimos. Pero en la casa del Padre hay muchas mansiones, y cada uno de nosotros ha de descubrir<br />

por si solo el tipo de religión y la dosis de santidad que mejor concuerde con lo que -él crea que son sus<br />

capacidades y lo que piensa que es su misión y vocación más verdadera. No ha"' éxito que pueda garan-<br />

25 Todos conocemos a los santos tontos que inspiran una extrañarse de aversión. Pero al comparar a los santos con los<br />

hombres fuertes, hemos de elegir individuos con el mismo nivel intelectual. El hombre fuerte sin inteligencia, homólogo en<br />

su esfera del santo poco inteligente, es el chulo de barrio, el boeszas o rufián. Ciertamente, el santo, en este nivel, posee<br />

cierta superioridad.<br />

26 Véase el capítulo anterior.<br />

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