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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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la cualidad de un dolor vital desgarrador muy agudo, que se extendía por el pecho, pero en el interior<br />

del organismo, y con todo, la sensación no era tanto de dolor como de horror. En todo caso había algo<br />

presente en mí y yo sabía de su presencia con mucha más seguridad de la que nunca he tenido acerca de<br />

cualquier criatura viviente de carne y hueso. Fui consciente de su partida así como de su llegada, un<br />

giro brusco, casi instantáneo, atravesando la puerta y la “sesión horrible” desapareció.<br />

“Cuando me retiré la tercera noche mi mente estaba absorta en unas conferencias que preparaba,<br />

y aún estaba concentrado cuando me di cuenta de la presencia real (aunque no de la llegada) de lo que<br />

estuvo allí la noche anterior, y de la “sensación horrible”. Entonces ordené a aquello que, si era malo,<br />

se fuese, y si no lo era me dijese quién o qué era, y si no se podía explicar que se fuera, que yo le<br />

obligaría a hacerlo. Pasó lo mismo que la noche anterior, y mi cuerpo se recuperó rápidamente.<br />

“En otras dos ocasiones en mi vida he tenido la misma “sensación horrible”. Una vez duró un<br />

cuarto de hora, y las tres veces la certeza de que en el espacio exterior había algo que era<br />

indescriptiblemente más fuerte que la certeza normal de la compañía que se tiene ante la presencia<br />

próxima de personas vivas normales. Aquello parecía próximo y más intensamente real que cualquier<br />

percepción ordinaria. Aunque lo noté como si fuese yo mismo, por decirlo así, finito, peque{o y<br />

angustiado, no lo reconocí como ser individual o persona alguna”.<br />

Naturalmente, una experiencia semejante no está conectada con la esfera religiosa. Con todo, a<br />

veces puede estarlo, y el mismo corresponsal me informa que en más de una coyuntura diferente tuvo<br />

la sensación de una presencia desarrollada con idéntica intensidad y brusquedad, sólo que en aquella<br />

ocasión se sintió lleno de una especia de gozo.<br />

“No tenía la simple conciencia de la proximidad de algo, sino que, en medio de una gran<br />

alegría, poseía la sorprendente conciencia de alguna bondad inefable. Tampoco era un conocimiento<br />

vago, como el efecto emocional de un poema, o de una flor, o de la música, sino el conocimiento<br />

seguro de la presencia próxima de un tipo de persona poderosa, y cuando partió, persistió en mi<br />

memoria como la percepción de una realidad. Todo lo demás puede ser un sueño, pero no esto”.<br />

Mi amigo, aunque parezca raro, no interpretó estas últimas experiencias ateísticamente, como si<br />

fuesen una señal de la presencia de Dios, pero no sería extraño interpretarlas como una revelación de la<br />

existencia de la deidad. Cuando lleguemos al tema del misticismo podremos decir muchas cosas al<br />

respecto.<br />

Esperando que estos fenómenos extraños no os desconcierten, me arriesgaré a leeros un par de<br />

narraciones similares, mucho más cortas, únicamente para demostrar que estamos tratando un tipo de<br />

hecho natural definido. En el primer caso, que obtengo del “Journal of the Society for Psychical<br />

Research”, la sensación de presencia se transformó, por unos momentos, en una alucinación claramente<br />

visualizada - pero suprimo esta parte de la historia.<br />

“Hacía unos veinte minutos que estaba leyendo - dice el narrador - profundamente absorto en el<br />

libro, mi mente estaba completamente tranquila, y en aquel momento había olvidado a mis amigos,<br />

cuando de repente, sin previo aviso, todo mi ser pareció, elevado al estado más alto de tensión o<br />

vivacidad. Me daba cuenta, con una intensidad difícil de imaginar por quienes nunca lo han<br />

experimentado, que había otro ser o presencia no sólo en la habitación, sino muy cerca de mí. Dejé el<br />

libro, y aunque estaba muy excitado, me sentí tranquilo y no era consciente de tener miedo. Sin<br />

cambiar de posición, y mirando directamente el fuego, supe de alguna manera que mi amigo A. H.<br />

estaba de pie a mi izquierdo, pero detrás de mí, de forma que la silla donde me sentaba lo escondía.<br />

Moví los ojos sin cambiar mi posición y la parte inferior de una pierna se hizo visible,<br />

Instantáneamente reconocí la tela gris-acero de los pantalones que a menudo llevaba, pero era<br />

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