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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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almente motivos más viles y producirse la recaída; sin embargo, también hemos probado con casos<br />

documentales que las tentaciones inferiores pueden quedar completamente anuladas, separadas de la<br />

emoción pasajera y en calidad de una alteración de la naturaleza habitual del hombre. Antes de<br />

embarcarnos en la historia natural general del carácter regenerativo quiero persuadiros de este hecho<br />

curioso con uno o dos ejemplos. Los más numerosos los constituyen los de los alcohólicos regenerados.<br />

Recordad el caso de mister Hadley de la última conferencia, la misión de Water Street de Jerry Auley<br />

presenta numerosos casos similares. 6 También recordaréis el graduado de Oxford que se convirtió a las<br />

tres de la tarde y se emborrachó en el campo de avena al día siguiente, pero que más tarde se apartó<br />

para siempre de este vicio. «Desde aquel momento la bebida ya no representó para mí un peligro, jamás<br />

la pruebo, no bebo nunca. Ocurre lo mismo con la pipa [...] el deseo desapareció súbitamente y nunca<br />

volvió. Y lo mismo con cada pecado conocido, en cada caso la liberación ha sido permanente y<br />

completa. Desde la conversión no he te-nido tentaciones.»<br />

Aquí tenemos un caso análogo de la recopilación manuscrita de Starbuck:<br />

«Entré al viejo teatro Adelphi, donde había una reunión piadosa [...] y comencé diciendo:<br />

"Señor, Señor, he de poseer tu bendición." Entonces una voz audible en mi interior dijo: "¿Deseas<br />

abandonarlo todo al Señor?", y continuó haciéndome pregunta tras pregunta a las que yo contestaba:<br />

“¡Sí, sí, Señor!" "¿Por qué no aceptas ahora la gracia?" Dije: "La acepto Señor." No sentía ninguna<br />

alegría extraordinaria, sólo confianza. Cuando acabó la reunión y salí a la calle encontré un señor<br />

fumando un cigarro de calidad, una nube de humo le cubría la cara, de la que inspiré buena parte. Alabé<br />

al Señor, mi apetito había desaparecido totalmente. "¡Gloria al Señor!" [...]. Sin embargo, durante diez<br />

u once años (después de esto) estuve perturbado por sus altibajos, pero el gusto por el licor no volvió<br />

nunca.»<br />

El caso clásico del coronel Gardiner es el de un hombre que curó del apetito sexual en una hora.<br />

El coronel relató a mister Spears: «Estaba eficazmente curado de toda inclinación por este pecado al<br />

que había sido tan adicto que pensaba que sólo una bala en la cabeza me podría curar, y sin embargo el<br />

deseo e inclinación hacia él había desaparecido totalmente, tan por entero como si fuese un niño de<br />

pecho, y por el momento no ha vuelto la tentación.» Las palabras de la señora Webster al respecto son:<br />

«Había oído frecuentemente que el coronel afirmaba ser demasiado adicto a la impureza, antes de su<br />

conocimiento de la religión, pero tan pronto como fue iluminado desde lo alto, sintió que el poder del<br />

Espíritu Santo transformaba su naturaleza de manera tan sorprendente que su santificación parecía más<br />

sorprendente que la de cualquier otro.» 7<br />

Esta abolición súbita de viejos impulsos y tendencias nos recuerda lo observado previamente<br />

como consecuencia de la sugestión hipnótica y es difícil no creer que las influencias subliminales<br />

constituyen la parte decisiva en estos cambios tan abruptos de corazón, como ocurre en el hipnotismo. 8<br />

Terapéuticas de sugestión encontramos en los informes de curación, después de algunas sesiones, de<br />

6 Según se vio anteriormente: «El remedio radical que conozco contra la dipsomanía es la religiomanía», es una cita que he<br />

oído de un médico.<br />

7 DODDRIDGE, Life of Colonel James Gardiner, London Religious Tract Society, pp. 23-32.<br />

8 Por ejemplo, aquí tenemos un Caso, del libro de Starbuck, en el cual un "automatismo sensorial« consigue rápidamente lo<br />

que la» plegarias y resoluciones no habían conseguido. El sujeto es una mujer, y escribe:<br />

«Cuando tenía Cuarenta años intenté dejar de fumar, pero el deseo era muy grande y me dominaba. Lloré y prometí al Señor<br />

que lo dejarla, pero no lo con. seguía porque hacia quince años que fumaba. A los cincuenta y tres, un día que me<br />

encontraba junto al fuego fumando me llegó una voz; no la oí con los oídos sino en una especie de sueño o doble<br />

pensamiento, que decía: "Deja, Luisa, deja de fumar", y respondí en seguida: "¿Me quitarás el deseo?" Sin embargo, sólo<br />

continuaba oyendo: "Luisa, deja de fumar." Me levanté, dejé la pipa encima de la chimenea y nunca más volví a fumar o a<br />

sentir el deseo: había desaparecido como Sí yo no hubiese fumado nunca ni siquiera lo hubiera conocido, y el ver a Otros<br />

fumadores y el olor de humo nunca me ha hecho sentir el más mínimo deseo de volver a fumar» (The Psychology of'<br />

Relígion, p. 142).<br />

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