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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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La vida normal contiene momentos tan penosos como los que llenan la melancolía demente,<br />

momentos en los que el mal extremado ve su oportunidad y toma la palabra. Las visiones de horror de<br />

los lunáticos provienen del material que suministran los hechos cotidianos. Nuestra civilización se basa<br />

en los residuos y la existencia de cada individuo surge en un espasmo solitario de agonía impotente.<br />

Amigo, si protestas, espera a verlo por ti mismo. Creer en los reptiles carnívoros de los tiempos<br />

geológicos es difícil para nuestra imaginación, son demasiado semejantes a especimenes de museo; con<br />

todo, no hay diente en ninguno de estos esqueletos que diariamente, durante muchos años en el pasado,<br />

no se aferrase al cuerpo de una víctima viva en una lucha desesperada. Formas de horror tan terribles<br />

para las víctimas, aunque en una escala espacial menor, llenan hoy el mundo; en nuestros hogares, y en<br />

nuestros jardines, el gato malévolo juega con el ratón, o atrapa al pájaro de la garganta balanceándolo.<br />

Cocodrilos, serpientes de cascabel y pitones son, en este momento, receptáculos de ira igual que<br />

nosotros: su repugnante existencia llena cada minuto de cada día en los que arrastra su longitud. Y<br />

siempre que ellos o cualquier otro depredador atrapan a la presa viva, el horror mortal que siente un<br />

melancólico constituye la reacción literalmente adecuada ante la situación. 20<br />

Puede ser, y quizá sea posible una reconciliación religiosa con la totalidad absoluta de las cosas;<br />

sin embargo, algunos males contribuyen a formas superiores de bien, aunque es posible también que<br />

existan formas de mal tan extremas que no encajen en ningún sistema de bien y que, por lo que respecta<br />

a dicho mal, el único recurso práctico sea la no percepción o la muda sumisión. Confrontaremos esta<br />

cuestión otro día; de momento, y por razones de programa y método, ya que consideramos los hechos<br />

nocivos parte genuina de la naturaleza al igual que los buenos, la presunción filosófica debería sostener<br />

que poseen algún significado racional, y que la mentalidad sistemáticamente sana al no conceder<br />

atención alguna ni positiva ni activa al dolor y la aflicción es formalmente menos completa que los<br />

sistemas que al menos intentan incluir estos elementos.<br />

Las religiones que nos parecerían más completas, en consecuencia, serían aquellas en las que el<br />

elemento pesimista se encuentra bien administrado. Naturalmente, el budismo y el cristianismo son las<br />

que conocemos mejor. En esencia son religiones de salvación; el hombre debe morir en una vida real<br />

para nacer en otra irreal. En la próxima conferencia intentaré analizar alguna de las condiciones<br />

psicológicas de este renacimiento a le fe; por suerte, de ahora en adelante deberemos tratar temas más<br />

alegres de los que hasta el momento nos hemos ocupado.<br />

20<br />

Ejemplo: “Eran casi las once de la noche [...] y aún paseaba [...]. De repente, al lado izquierdo del camino se oyó un<br />

ruido en los matorrales. Todos nos alarmamos, y, al poco, surgió un tigre de la selva y atacó a uno del grupo que iba delante<br />

y se lo llevó en un abrir y cerrar de ojos. La precipitada aparición del animal y el quebrantamiento de los huesos de la<br />

víctima, así como su último grito de dolor ¡Ay!, resonaron, involuntariamente, en todos nosotros y desaparecieron en tres<br />

segundos. No sé qué pasó entonces, hasta que recuperé los sentidos y me encontré con mis compañeros arrojados en tierra,<br />

como preparados para que el enemigo, el soberano de la selva, nos devorase. Mi pluma es incapaz de describir el temor de<br />

tan terrible momento. Nuestros miembros quedaron rígidos, perdimos el habla; nuestros corazones latían violentamente, y<br />

sólo sentíamos el murmullo de algún lamento. En este estado nos arrastramos a cuatro patas un buen trecho, y después<br />

corrimos con la rapidez de un caballo árabe durante media hora. Por suerte llegamos a un poblado [...]. Después, a todos nos<br />

atacó la fiebre y los temblores hasta el día siguiente de madrugada”. Autobiography of Lutfllah, a Mohammedan<br />

Gentrleman, Leipzing, p. 112.<br />

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