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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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vivimos en lo eterno, no es tanto del futuro sino del ahora y aquí, que tan a menudo encontramos<br />

expresada en determinados círculos filosóficos, encuentra su soporte en un «¡Escucha, escucha!», o en<br />

un «amén» que flota sobre ese nivel misteriosamente más profundo. 54 Reconocemos la contraseña para<br />

penetrar la región mística apenas la oímos, pero no podemos utilizarla nosotros mismos, sólo ella posee<br />

la custodia de la «contraseña original». 55<br />

He esbozado los aspectos generales de la conciencia mística de manera extremadamente breve e<br />

insuficiente, pero tan ajustadamente como he podido en el tiempo de que disponemos. En conjunto es<br />

panteísta y optimista o, como mínimo, lo contrario de pesimista. Es antinaturalista y armoniza mejor<br />

con el renací miento espiritual y con los llamados estados mentales de otros mundos.<br />

Mi próxima tarea consiste en inquirir si podemos invocar la conciencia mística como argumento<br />

de autoridad. ¿Proporciona alguna garantía para la verdad del renacimiento espiritual y para la<br />

sobrenaturalidad y el panteísmo que estimula? Debo dar una respuesta tan concisamente como pueda.<br />

Brevemente mi respuesta es como sigue. La dividiré en tres partes:<br />

1. Los estados místicos, cuando están plenamente desarrollados, normalmente son, y tienen<br />

derecho a serlo, una autoridad absoluta para el individuo que visitan.<br />

2. De ellos no emana ninguna autoridad que convierte en deber el aceptar críticamente sus<br />

revelaciones por quienes quedan al margen de ellos.<br />

3. Niegan la autoridad de la conciencia no mística o racional, basada sólo en el entendimiento y<br />

los sentidos. Demuestran que esta última tan sólo es un tipo de conciencia. Abren la posibilidad de<br />

otros órdenes de verdad en los que podemos libremente continuar teniendo fe.<br />

Trataré estos puntos de uno en uno.<br />

1<br />

Como hechos psicológicos, los estados místicos de tipo bien pronunciado y enfático constituyen<br />

normalmente una autoridad para aquellos que los experimentan. 56 Han estado «allí» y lo conocen bien.<br />

En vano el racionalismo se lamenta. Si la verdad mística que alcanza a un hombre demuestra ser una<br />

fuerza vital, ¿qué autoridad tenemos la mayoría para decirle que viva de otra manera? Podemos<br />

encerrarlo en una prisión o en un manicomio, pero no podemos cambiarle la mente -por lo general sólo<br />

conseguiremos unirlo más tercamente a sus creencias. 57 Se ríe de nuestros más arduos esfuerzos y, por<br />

lo que respecta a la lógica, escapa a nuestra jurisdicción. Nuestras propias creencias «racionales» están<br />

basadas en una evidencia exactamente de naturaleza similar a la que los místicos aducen como propia.<br />

Nuestros sentidos nos garantizan ciertas realidades, pero las experiencias místicas son percepciones tan<br />

directas de hecho para quienes las tienen como cualquier sensación lo pueda ser para nosotros. Los<br />

documentos muestran que, incluso aunque los cinco sentidos quedaran en suspenso, son absolutamente<br />

sensibles en su cualidad epistemológica, si se me perdona tan bárbara expresión - es decir, son<br />

evidencias cara a cara de aquello que parece existir con carácter inmediato.<br />

Resumiendo, pues, el místico es invulnerable y ha de dejársele, nos guste o no, en el disfrute<br />

54 Compárense los resúmenes del doctor Brucke, citados anteriormente.<br />

55 Un intento muy serio de mediar entre la región mística y la vida discursiva me encuentra en un artículo sobre el Motor<br />

inmóvil de Aristóteles de F. C. S. SCHILLER, en «Mínd», vol. IX, 1900.<br />

56 Prescindo de estados mas débiles, y aquellos casos que llenan los libros en los que el director (pero no el sujeto en<br />

cuestión) queda en la duda de si la experiencia no puede proceder del demonio.<br />

57 Ejemplo: John Nelson escribe de su encarcelamiento por predicar el metetodismo: «Mi alma era un jardín regado, y podía<br />

cantar alabanzas a Dios todo el día ya que Él convirtió mi cautividad en alegría, y me dio reposo sobre los duros tablones<br />

como si durmiese sobre un lecho de plumas. Ahora podía decir: “El servicio a Dios es la libertad perfecta", y rogaba a Él<br />

para que mis enemigos bebiesen en el mismo río de paz que mi Dios me otorgaba con tanta generosidad.»Journl, Londres,<br />

sin fecha, p. 172.<br />

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