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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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De modo general, este método de desacreditar los estados de ánimo por los que sentimos<br />

antipatía nos es familiar; todos lo usamos en alguna medida para criticar a ciertas personas con estados<br />

afectivos que nos parecen excesivos. Pero cuando otros critican nuestros momentos más exaltados y los<br />

denominan “nada más” que expresiones de nuestra disposición orgánica, nos sentimos ofendidos y<br />

heridos porque sabemos que, fueren cuales fueren las peculiaridades de nuestro organismo, nuestros<br />

estados mentales tienen su valor sustantivo como revelaciones de la verdad viva, y deseamos acallar<br />

semejante materialismo médico.<br />

Materialismo médico parece, en realidad, el apelativo adecuado para el sistema de pensamiento<br />

demasiado ingenuo que ahora consideramos. El materialismo médico acaba con san Pablo cuando<br />

define su visión en el camino de Damasco como una lesión del córtex occipital, y a él como un<br />

epiléptico; con santa Teresa como una histérica y san Francisco de Asís como un degenerado<br />

congénito. El desacuerdo de George Fox con las falsedades de su época y su fijación en la verdad<br />

espiritual se los considera un síntoma de trastornos de colon; y se justifica la tendencia a la melancolía<br />

de Carlyle como un enfriamiento gastroduodenal. Todas estas excesivas tensiones mentales, cuando se<br />

llega al fondo de la cuestión, se afirma, no son más que simples problemas de diátesis (con mayor<br />

probabilidad: autointoxicaciones) debidas a la acción patológica de algunas glándulas que la fisiología<br />

descubrirá. Por ello, el materialismo médico piensa que la autoridad espiritual de estos personajes<br />

resulta eficazmente socabada. 2<br />

San Francisco de Sales, por ejemplo, descubrió así la “oración de quietud”: “En este estado, el alma es como un<br />

niño de teta que todavía mama, la madre para acariciarlo mientras lo tiene en sus brazos hace que su leche destile sin que él<br />

mueva los labios. Así sucede aquí [...]. Nuestro Señor desea que nuestro destino sea satisfecho sin extraer la leche que Su<br />

Majestad aboca a nuestros labios, para que disfrutemos con la dulzura sin saber siquiera que proviene del Señor”; y de<br />

nuevo: “Pensemos en las criaturas, unidas y apuntadas a los pechos de sus madres lactantes, veréis que de vez en cuando se<br />

apuntan más, por pequeños sobresaltos provocados por el placer de sorber. Así, durante la oración, el corazón unido a su<br />

Dios frecuentemente intenta una unión más íntima a través de movimientos durante los cuales se acerca a la dulzura divina”.<br />

Chemin de Perfection, cap. XXXI, Amour de Dieu VII, c.i.<br />

En realidad, casi habría que interpretar la religión como una perversión de la función respiratoria. La Biblia es buen<br />

ejemplo del lenguaje de la función respiratoria.<br />

“No escondáis vuestra oreja de mi respiración; mi sufrimiento no se esconde de vosotros, mi corazón se agita, mi<br />

fuerza me ha abandonado, mis huesos se calientan por mis suspiros toda la noche; como el corazón agitado por las riberas,<br />

así mi alma se agita por Vos, Señor”. God’s Breath in Man [El aliento de Dios en el hombre] es el título de la obra más<br />

importante del místico americano más conocido (Thomas Leka Harris); y en algunos países no cristianos, el fundamento de<br />

la disciplina religiosa consiste en regular la inspiración y la espiración.<br />

Estos razonamientos son tan buenos como muchos de los razonamientos a favor de la teoría sexual, pero los<br />

seguidores de esta última dirán que su principal argumento no tiene nada de semejante con aquellos. Los dos fenómenos<br />

principales de la religión, a saber, la melancolía y la conversión, afirmarán, son esencialmente fenómenos de la adolescencia<br />

y, por consiguiente, sincrónicos con el desenvolvimiento de la vida sexual. Por ello, la réplica es de nuevo fácil. Mientras<br />

que la sincronía se afirma como un hecho restrictivo (cuando por supuesto no lo es), no es sólo la vida sexual la que<br />

despierta durante la adolescencia, sino toda la vida mental superior. De todas formas, también podría proponerse la tesis de<br />

que el interés por la mecánica, al física, la lógica, la filosofía y la sociología, que aparecen durante los años de la<br />

adolescencia, junto con el interés por la religión y la poesía, constituye también una perversión del instinto sexual, pero esto<br />

sería demasiado absurdo. Por otro lado, si ha de decidir el argumento de la sincronía, ¿qué haremos con el hecho de que la<br />

edad religiosa par excellence parece ser la vejez, cuando la excitación sexual ha pasado?<br />

La verdad rotunda es que para interpretar la religión, al fin y al cabo, se ha de atender el contenido inmediato de la<br />

conciencia religiosa. Todo respecto a ambas cosas difiere; los objetos, los modelos, las facultades implicadas y los actos<br />

promovidos. Una asimilación general es simplemente imposible; más bien encontramos frecuentemente hostilidad y un<br />

contraste completos. Si ahora los defensores de la teoría sexual sostienen que eso es indiferente, que sin las contribuciones<br />

químicas que los órganos sexuales hacen a la sangre el cerebro no estaría nutrido para efectuar actividades religiosas, esta<br />

proposición puede ser o no cierta, pero en cualquier caso ha sido poco instructiva; no podemos deducir de ella<br />

consecuencias que nos ayuden a interpretar el significado o el valor de la religión. En este sentido, la vida religiosa depende<br />

tanto del bazo, el páncreas y los riñones como del aparato sexual, y toda la teoría ha perdido su significado desvaneciéndose<br />

en una vaga aserción general de la dependencia, en cierta medida, de la mente del cuerpo.<br />

2<br />

Como ejemplo de primera clase de razonamiento médico-materialista, véase un artículo sobre Les variétés de Type<br />

Devot, del doctor BINET-SANGLÉ, aparecido en la “Revue de l’Hypnotisme”, XIV, p. 161.<br />

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