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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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Conferencia XIX.<br />

Otras características<br />

Hemos vuelto, después de nuestro dilatado recorrido por el misticismo y la filosofía, al lugar<br />

donde estábamos antes; los servicios de la religión, su utilidad para el individuo y la utilización que de<br />

ellos hace el propio individuo en el mundo constituyen los mejores argumentos de veracidad.<br />

Volvamos a la filosofía empírica: es verdad lo que funciona bien, aunque siempre puede añadirse la<br />

calificación «en conjunto». En esta conferencia hemos de reincidir en la descripción, y acabar de<br />

perfilar la conciencia religiosa con unas palabras sobre algunos de sus elementos característicos.<br />

Después, en una última conferencia, quedaremos en libertad para hacer una revisión general y sacar<br />

nuestras conclusiones.<br />

El primer punto a tratar es la participación que aduce la vida estética en el momento de<br />

determinar la elección personal de la religión. Los hombres, tal como he dicho hace un momento, intelectualizan<br />

involuntariamente sus experiencias religiosas, necesitan fórmulas al igual que necesitan<br />

compañía en el culto. Quizás hablé demasiado desdeñosamente de la inutilidad pragmática del famoso<br />

repertorio escolástico de los atributos de la deidad, ya que tienen otra utilidad que descuidé considerar.<br />

El elocuente fragmento en el que Newman los enumera 1 nos sitúa sobre su rastro, al entonar como<br />

entonaría un servicio religioso en la catedral, muestra que su valor estético es muy elevado. Enriquece<br />

nuestra piedad desnuda asimilar estas añadiduras verbales exaltadas y misteriosas, como enriquece<br />

asimismo a una iglesia poseer un órgano y viejas lápidas sepulcrales, mármoles, frescos y vidrieras de<br />

colores; los epítetos sonoros ofrecen el aire y la armonía a nuestra devoción, como un himno de<br />

alabanza y un servicio de gloria pueden resultar todavía más sublimes por el hecho de ser<br />

incomprensibles. Mientras actitudes como la de Newman 2 se vuelven tan celosas de su crédito como<br />

los sacerdotes paganos lo son de las joyas y ornamentos que resplandecen sobre sus ídolos.<br />

En las construcciones religiosas en las que la mente se recrea espontáneamente, nunca debemos<br />

olvidar el motivo estético. Prometí no decir nada sobre los sistemas eclesiásticos establecidos en estas<br />

conferencias; de cualquier modo, puede permitírseme que diga unas palabras sobre la forma en que la<br />

satisfacción de determinadas necesidades estéticas contribuye a su influencia sobre la naturaleza<br />

humana. Aunque algunas personas aspiran a la pureza y sencillez intelectual, para otros, sin embargo,<br />

el supremo retiro imaginativo es la riqueza. 3 Cuando la mente de alguien tiende marcadamente hacia<br />

este tipo externo, una religión individual difícilmente servirá a sus propósitos. La necesidad interior<br />

más bien es de suyo institucional y compleja, mayestática en la interrelación jerárquica de sus partes<br />

con una autoridad descendente gradualmente y, en cada nivel, objetos susceptibles de adjetivos de<br />

misterio y esplendor, derivados, en último término de la divinidad, que es la fuente y la culminación del<br />

1 «Idea of a University», Discourses, III, & 7.<br />

2 La imaginación de Newman anhelaba tan innatamente un sistema eclesiástico que puede escribir: «Desde la edad de<br />

quince años el dogma ha sido el principio fundamental de mi religión; no conozco ninguna otra religión. No puedo hacerme<br />

a la idea de ningún otro tipo de religión.» Y de nuevo, cuando habla de si mismo a la edad de treinta años, escribe: «Me<br />

gustaba actuar como si estuviera delante de mi obispo, como bajo la mirada de Dios.» Apología, 1897, pp. 48, 50.<br />

3 La diferencia intelectual es bastante similar en importancia práctica a la análoga diferencia de carácter. Vimos, al hablar de<br />

santidad, cómo algunos caracteres se resienten de la confusión y han de vivir en estado de pureza, regularidad y simplicidad.<br />

Para Otros, por el contrario, la sobreabundancia, el exceso de tensión, la propia estimación y otras relacione» superficiales<br />

son indispensables. Hay hombres que sufrirían un sincope si pagaseis todas sus deudas, lograseis mantener todos los<br />

compromisos, contestaseis sus cartas, aligeraseis sus problemas y cumplieseis sus obligaciones, hasta que sólo queda una<br />

mesa limpia, ante sus ojos, sin nada que interfiriera su realización inmediata. Un día tan libre y sorprendentemente desnudo<br />

sería para ellos espantoso. Lo mismo pasa con la comodidad, la elegancia, las muestras de afecto, los reconocimientos<br />

sociales -algunos de nosotros necesitamos un buen número de estas cosas que a otros les parecerían un conjunto de mentiras<br />

y sofisticación.<br />

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