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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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según su promesa, y volví a gritar: ¡”Basta, Dios bendito!” La conversión, el cambio y sus<br />

manifestaciones no son más discutibles que la luz que vi o nada de lo que jamás haya visto.<br />

“En medio de mi alegría, menos de media hora después de que mi alma fuese liberada, el Señor<br />

me descubrió mi tarea en el sacerdocio y me llamó a predicar el Evangelio. Grité: “¡Amén, Señor, así<br />

sea, envíame!” Pasé la mayor parte de la noche en un éxtasis de alegría, loando al Padre Eterno por su<br />

gracia gratuita e ilimitada. Después de estar un buen rato en este estadio y marco celestial, como mi<br />

naturaleza comenzaba a necesitar dormir, pensé que cerraría los ojos por un tiempo; entonces entró el<br />

demonio y me insinuó que si dormía lo perdería todo y cuando me despertase encontraría que todo era<br />

una ilusión y un engaño. Inmediatamente grité: “¡Oh, Señor Dios, si estoy engañado, desengañadme!”<br />

“Cerré los ojos por un instante y me pareció que me tranquilizaba durmiendo; cuando me<br />

desperté la primera pregunta fue: “¿Dónde está mi Dios?” Y al instante, mi alma despertó en Dios y<br />

con Dios, y rodeada por los brazos del amor eterno. Me levanté a la hora de la salida del sol con<br />

alegría, para contar a mis padres lo que Dios había hecho por mi alma y relatar el milagro de la gracia<br />

infinita de Dios. Tomé la Biblia para mostrarles las palabras que Dios imprimió en mi alma la tarde<br />

anterior, apenas la abrí y todo me pareció nuevo.<br />

“Durante mucho tiempo he querido ser útil a la causa de Cristo, predicar el Evangelio; me<br />

parecía urgente partir para hablar de las maravillas del amor redentor. Perdí el gusto por los placeres<br />

carnales y la compañía mortal, y me sentía capaz de renunciar a ellos”. 1<br />

El joven Alline, sin demora, sin otra lectura que la de la Biblia y sin ninguna otra enseñanza que<br />

la propia experiencia se transformó en un sacerdote cristiano, y a partir de aquel momento su vida se<br />

podría comparar, por austeridad y perseverancia, a la de los santos más devotos. Fue tan feliz en su<br />

dura vida que nunca volvió a sentir gusto por el más inocente de los placeres carnales. Debemos<br />

clasificarlo, junto a Bunyan y Tolstoi, entre aquellos en los que el hierro de la melancolía deja una<br />

impresión permanente. Su redención fue en otro universo que no es este mundo natural, y la vida<br />

continuó siendo para él una prueba triste y paciente. Unos años más tarde encontramos que escribe lo<br />

siguiente en su diario: “El miércoles 12 prediqué en una boda y tuve la alegría de ser el medio de<br />

excluir la alegría carnal”.<br />

El otro caso que veremos es el de un confidente del profesor Leuba, incluido en su artículo, ya<br />

citado, en el volumen VI de “American Journal of Psychology”. Este individuo era graduado en<br />

Oxford, hijo de un pastor eclesiástico, y la historia se parece en muchos momentos a la clásica historia<br />

del coronel Gardiner, que supongo todo el mundo conoce. Aquí la tenéis, algo resumida:<br />

“En el período que cubre desde que dejé Oxford hasta mi conversión nunca pasé por la puerta<br />

de la iglesia de mi padre, a pesar de que viví ocho años con él, ganando el dinero que quería como<br />

periodista y gastándolo en juergas con cualquiera que aceptara estar conmigo y beber sin tope. Así<br />

vivía, a menudo borracho durante toda una semana, seguida de un terrible arrepentimiento y sin probar<br />

entonces ni una gota durante un mes.<br />

“En todo este tiempo, o quizá más, hasta los treinta y tres años, nunca me asaltó el deseo de<br />

reformarme en el terreno religioso. Todos mis sufrimientos fueron provocados por los terribles<br />

remordimientos que tuve después de una juerga memorable; el remordimiento tomó la forma de<br />

arrepentimiento después de la locura que supuso malgastar la vida de aquella manera, siendo un<br />

hombre de talento y educación. Remordimiento terrible que me volvió los cabellos grises en una noche;<br />

cada vez que me miraba a la mañana siguiente los tenía más blancos. Lo que padecí no puede<br />

explicarse, se trataba del infierno en sus peores torturas; frecuentemente prometí que si salía de aquello<br />

me reformaría. Sin embargo, me recuperaba en tres días y me volvía más feliz que nunca, y seguí así<br />

1 Life and Journals, Boston, 1806, pp. 31-40, versión resumida.<br />

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