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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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muchos cabecillas del movimiento anticristiano del siglo XVIII pertenecían a él. Debían su influencia a<br />

una autoridad fundada en su convencimiento de que la naturaleza, si creemos lo bastante en ella, es<br />

absolutamente buena.<br />

Es de esperar que todos tengamos un amigo, tal vez con más frecuencia amiga, y más a menudo<br />

joven, que tenga el alma de este matiz azul celeste, más aficionado a las flores y los pájaros y toda esa<br />

cautivadora inocencia, que a las oscuras pasiones humanas; gentes que no pueden pensar mal ni del<br />

hombre ni de Dios, para quienes la alegría religiosa, que poseen por principio, no debe liberarse de<br />

carga alguna.<br />

“Dios tiene dos géneros de criaturas en la tierra - dice Francis W. Newman - 2 los nacidos una<br />

vez y los nacidos dos veces”, y describe a los nacidos una vez así: “No ven a Dios como juez estricto,<br />

ni como potencia gloriosa, sino como Espíritu animador de un mundo hermoso y armonioso; benéfico y<br />

dulce, misericordioso y puro; generalmente estas criaturas no poseen tendencias metafísicas ni escrutan<br />

su interior, por eso no se preocupan de sus propias imperfecciones, aunque sería absurdo llamarlos<br />

hipócritas ya que no piensan para nada en ellos mismos. Esta cualidad infantil de su naturaleza hace<br />

que el principio religioso les resulte extremadamente gozoso, pues no temen más a Dios que un niño a<br />

un emperador ante quien tiembla el padre; de hecho no tienen una concepción vívida de ninguna de las<br />

cualidades en las que consiste la más severa majestad de Dios, 3 quien para ellos es la personificación<br />

de la bondad y la belleza. Leen su carácter en la romántica y armoniosa naturaleza y nunca en el<br />

desordenado mundo humano. Acaso en sus corazones conozcan un ápice del pecado humano, pero casi<br />

nada del mundo, deshaciéndoles en ternura el sufrimiento humano. Por ello cuando se acercan a Dios<br />

no sufren trastorno alguno en su interior y sin ser espirituales obtienen cierta complacencia,<br />

posiblemente en un sentido romántico de excitación, en su simple culto”.<br />

En la Iglesia romana estos caracteres encuentran un terreno bastante más acorde para germinar<br />

que en el protestantismo, cuyas estructuras sentimentales fueron establecidas por mentes decididamente<br />

pesimistas. No obstante, incluso en el protestantismo, y en las recientes derivaciones liberales de<br />

Unitarismo y Latitudinarismo en general, hubieron mentes de este talante que desempeñaron, y aún lo<br />

hacen, un papel importante. El propio Emerson representa un ejemplo admirable, y Theodore Parker<br />

otro. Reproducimos un par de fragmentos característicos de la correspondencia de Parker: 4<br />

“Los sabios ortodoxos afirman: “En los clásicos paganos no existe conciencia de pecado”. En<br />

efecto, demos gracias a Dios. Eran conscientes de la ira, la crueldad, la avaricia, la ebriedad, la lujuria,<br />

la pereza, la cobardía y otros vicios, y se liberaron de los defectos; sin embargo, no fueron conscientes<br />

de la “enemistad con Dios”, y no se sentaron a gemir y lamentarse de un mal inexistente. He cometido<br />

muchos errores en mi vida y aún los comento; me equivoco, tenso el arco y vuelvo a probar; pero no<br />

soy consciente de odiar a Dios, o al hombre, o al bien, o al amor, y sé que tengo todavía mucha salud, y<br />

en mi cuerpo, incluso ahora, anida más de una cosa buena, pese a la consunción de san Pablo”. Escribe<br />

Parker en otra carta: “He nadado en aguas dulces y claras toda mi vida, y si a veces estuvieron algo<br />

frías y la corriente fuerte y contraria, nunca fue lo suficiente como para no plantearle cara y seguir<br />

nadando. Desde la infancia, cuando me escondía entre la hierba..., hasta la madurez actual, con barba<br />

gris, no existe nada que no dejase miel en la colmena de la memoria y me alimento de ella para<br />

deleitarme. Cuando recuerdo los años pasados... una sensación dulce me posee y me maravilla que<br />

todas estas pequeñas cosas puedan hacer a un mortal tan exageradamente rico. He de confesar que mi<br />

placer más sublime es aún el religioso”.<br />

2 The soul: its Sorrows and its Aspirations, 3a. de., 1952, p. 89.<br />

3 Una vez oí cómo una señora describía el placer que le proporcionaba pensar que “siempre podía acercarse amorosamente a<br />

Dios”.<br />

4 John WEISS, Life of Theodore Parker, I, pp. 32, 152.<br />

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