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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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Otra buena descripción del tipo de conciencia de los “nacidos una vez”, que se desarrolla recta y<br />

natural sin elemento alguno de contrición morbosa o de crisis, la encontramos en la respuesta del<br />

doctor Edward Evereth Hale, el eminente predicador y escritor unitario, en una de las circulares del<br />

doctor Starbuck. Cito un fragmento:<br />

“Observo con profundo pesar las batallas religiosas que se dan en muchas biografías como si<br />

fueran esenciales para la formación del héroe. Debo hablar, debo decir que quien, como yo, ha sido<br />

educado en una familia para la que la religión es simple y racional, posee una ventaja incalculable; al<br />

haber sido educado en los principios de una religión así nunca conoce, ni siquiera por una hora, en qué<br />

consisten tales pugnas religiosas o irreligiosas. Siempre he sabido que Dios me ama, y le estuve<br />

agradecido por el mundo en el que me ha puesto; me gusta decirlo, y siempre me he sentido contento<br />

de recibir sus sugerencias... Recuerdo perfectamente que cuando ya llegaba a la primera juventud, las<br />

novelas medio filosóficas de la época tenían mucho que decir sobre jóvenes y doncellas que se<br />

enfrentaban con el “problema de la vida”; yo no tenía idea de cuál era este problema. Vivir con todas<br />

mis fuerzas me parecía fácil, aprender todo cuanto había pro aprender me resultaba agradable y casi<br />

natural: si así lo hacía disfrutaba de la vida sin poderlo evitar, y sin necesitar que nadie me mostrase<br />

que debía disfrutar con ello... Un niño a quien se enseña de pequeño que es el Hijo de dios, que ha de<br />

vivir, moverse y tener su ser en Dios, y que por consiguiente posee una fuerza infinita al alcance de la<br />

mano para vencer cualquier dificultad, se tomará la vida con más facilidad y probablemente llegará más<br />

lejos que aquel a quien le dicen que ha nacido de la ira y que es incapaz de nada bueno”. 5<br />

En escritores como éste sólo podemos reconocer la presencia de un temperamento<br />

orgánicamente predispuesto al entusiasmo que tiene prohibido rebuscar, como lo hacen los de<br />

temperamento opuesto, en los aspectos más oscuros del Universo. En ciertos individuos el optimismo<br />

puede convertirse en algo casi patológico; la capacidad de entristecerse, aunque sea de modo pasajero,<br />

o un momento de humildad, parece que les haya sido amputada mediante alguna anestesia congénita. 6<br />

El ejemplo supremo contemporáneo de tal incapacidad para sentir el mal, es, por supuesto, Wlat<br />

Whitman.<br />

“Su distracción preferida - dice su discípulo, el doctor Bucke - parece que era pasear y dar<br />

vueltas solo, contemplando la hierba, los árboles, las flores, las perspectivas de luz, los aspectos<br />

cambiantes del cielo, escuchar los pájaros, los grillos y los cientos de sonidos naturales; era evidente<br />

que estas cosas le proporcionaban un placer mayor que a la gente corriente. Hasta que le conocí - sigue<br />

el doctor Bucke - no se me había ocurrido que se pudiera obtener tanta felicidad de esas cosas, tal y<br />

como él la poseía. Le gustaban mucho las flores - silvestres o cultivadas -, le gustaban todas; creo que<br />

admiraba las lilas y los girasoles tanto como las rosas. Tal vez no haya habido hombre alguno al que le<br />

agradasen tantas cosas y le desagradasen tan pocas como a Walt Whitman. Todos los objetos naturales<br />

poseían para él algún encanto; todo cuanto veía y sentía le complacía (y pienso que era verdad) que le<br />

5 STARUCK, Psychology of Religion, pp. 305-306.<br />

6 “No sé a qué leyes físicas atribuirán algún día los sentimientos de melancolía. Para mí son las emociones más voluptuosas<br />

de todas”, escribía Saint-Pierre, y, en consecuencia, dedica una serie de secciones de su estudio sobre la naturaleza a los<br />

“Plaisirs de la Ruine”, “Plaisirs des Tombeaux”, “Ruines de la Nature”, “Plaisirs de la Solitude”, cada uno de ellos más<br />

optimista que el anterior.<br />

Encontrar lujuria en el dolor es muy común en la adolescencia. Marie Bashkirtseff lo expresa bien:<br />

“En esta terrible depresión y sufrimiento continuo no condeno la vida; al contrario, me gusta y la encuentro buena.<br />

¿Podéis creerlo? Todo lo encuentro bueno y agradable, incluso mis lágrimas, mi dolor. Gozo de mi desesperación, me gusta<br />

llorar. Disfruto estando triste y desesperada. Siento como si todo fuesen placeres y amo la vida a su pesar. Quiero seguir<br />

viviendo; sería cruel morir cuando estoy tan complacida. Lloro, padezco y, al mismo tiempo, estoy satisfecha; bueno, no es<br />

exactamente eso, no sé cómo expresarlo, pero de la vida todo me agrada. Todo lo encuentro agradable y en medio de mis<br />

plegarias por la felicidad, me siento contenta de ser miserable. No soy yo quien sufre todo eso; mi cuerpo llora y grita, pero<br />

algo dentro de mí, que está por encima de mí, está satisfecho de todo”. Journal of Marie Bashkiertseff, I, p. 67.<br />

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