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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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sistema. Entonces se siente uno como en presencia de alguna gran obra de orfebrería o arquitectura, oye<br />

la multitudinaria llamada litúrgica, percibe la sensación cultural que procede de cada elemento; comparado<br />

con esta noble complejidad, donde los movimientos ascendentes y descendentes no parecen<br />

atentar a la estabilidad, donde ningún detalle, por humilde que sea, resulta insignificante, y tan augustas<br />

instituciones lo mantienen en su sitio, cuán simple debe parecer el protestantismo evangélico, cuán<br />

desnuda la atmósfera de aquellas vidas religiosas aisladas que se vanaglorian de que «el hombre puede<br />

encontrarse con Dios en el desierto»! 4 Qué pulverización y desmantelamiento de una estructura tan<br />

gloriosamente instituida! A una imaginación acostumbrada a las perspectivas de grandeza y gloria, el<br />

esquema desnudo del Evangelio parece que le ofrece un hospicio por un palacio.<br />

Algo similar al sentimiento patriótico de aquellos individuos educados en antiguos imperios.<br />

Cuántas emociones deben quedar frustradas cuando se renuncia a los títulos honoríficos, a los tonos<br />

carmesí y al fragor de las trompetas, a los bordados de oro, a las tropas emplumadas, al temor y al<br />

temblor, y se recibe a cambio un presidente que lleva abrigo negro y te saluda a mano tendida, y puede<br />

que, además, provenga de una «casa» en medio de un prado que cuenta incluso con una sala de estar<br />

con su Biblia en el centro de la mesa. Empobrece la imaginación monárquica!<br />

La fuerza de estos sentimientos estéticos hace rigurosamente imposible, a mi modo de ver, que<br />

el protestantismo, aunque sea superior en profundidad espiritual que el catolicismo, tenga éxito hoy a la<br />

hora de conseguir conversos numerosos del eclesiasticismo más venerable. Éste ofrece a la fantasía<br />

pastos más ricos, tiene tantas celdas con tan variados tipos de miel, es tan indulgente en sus<br />

multiformes llamadas a la naturaleza humana, que el protestantismo siempre mostrará a los ojos<br />

católicos la fisonomía de un hospicio. La amarga negatividad es incomprensible para la mentalidad<br />

católica; para los intelectuales católicos muchas de las creencias y prácticas anticuadas lo son<br />

solamente para los protestantes. Son pueriles en el sentido agradable de la palabra «infantil», inocentes<br />

y afables, que merecen una sonrisa en consideración en la condición escasamente desarrollada de la<br />

inteligencia del pueblo. Para el protestante, por el contrario, son pueriles en el sentido de constituir<br />

falsedades estúpidas, que debe destruir en su redundancia delicada y amable dejando al católico que se<br />

estremezca de gozo en su literalidad. A este último el protestante le parece tan taciturno como si fuese<br />

alguna especie de reptil monótono, ciego y entumecido. Ambas actitudes nunca se comprenderán; sus<br />

centros de energía emocional son demasiado diferentes. La verdad rigurosa y las complejidades de la<br />

naturaleza humana siempre necesitan un intérprete mutuo. 5 Lo mismo ocurre con la pluralidad estética<br />

de la conciencia religiosa.<br />

En la mayoría de los libros sobre religión, se señalan tres cosas como sus elementos esenciales.<br />

Aunque brevemente, diré unas palabras sobre cada uno de estos elementos. El primero es el sacrificio.<br />

Los sacrificios a los dioses emergen omnipresentes en el culto primitivo, pero a medida que los<br />

cultos se van refinando, las ofrendas crematorias y la sangre de macho cabrio han sido reemplazadas<br />

por sacrificios de naturaleza más espiritual. El judaísmo, el islamismo y el budismo se desarrollan sin<br />

sacrificio ritual; también lo hace el cristianismo, excepto cuando la noción se conserva de una forma<br />

transfigurada en el misterio de la crucifixión de Cristo. Estas religiones sustituyen con ofrendas del<br />

corazón, renuncias del yo íntimo, todas aquellas vanas oblaciones. En las prácticas ascéticas que<br />

alientan el islamismo, el budismo y la más vieja cristiandad, observamos cómo permanece<br />

indestructible la idea de que cualquier sacrificio de algún tipo constituye un ejercicio religioso. Al<br />

hablar sobre el ascetismo me referí a su significado como símbolo de los sacrificios que la vida,<br />

4 En Lectores on Justification, de NEWMAN, particularmente en la conferencia VIII, § 6, hay un fragmento espléndido<br />

expresivo de esta manera estética de Sentir el esquema cristiano. Lamentablemente es demasiado largo para citarlo.<br />

5 Compárese la informalidad del protestantismo, donde «el dócil amante del bien», sólo con su Dios, visita a los enfermos,<br />

etc., con el elaborado «negocio» que se establece en la devoción católica, y que comporta el estimulo social de otros asuntos<br />

más complejos. Una mujer católica de mentalidad mundana puede llegar a ser una visitadora de enfermos, en principio<br />

puramente por coquetería, por su confesor y director espiritual, por unos «méritos» que se acumulan, por sus santos<br />

protectores, por una relación privilegiada con el Todopoderoso, llamando su atención como una dévote profesional, por sus<br />

«ejercicios» determinados y Su pose social decididamente reconocida en la organización.<br />

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