LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA
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que ya no es el simple artífice externo de “estratagemas” que aspiren a hacer manifiesta su “gloria”, lo<br />
que tanto satisfacía a nuestros abuelos, aunque seamos incapaces de describir de qué forma lo sabemos,<br />
ni a los demás ni siquiera a nosotros mismos. Reto a cualquiera de vosotros a que justifique aquí<br />
nuestras convicción de que si existe un Dios debe ser un personaje más cósmico y trágico que este Ser.<br />
La verdad es que en la esfera metafísica y religiosa, las razones explícitas tan sólo nos parecen<br />
convincentes cuando nuestros sentimientos no explícitos de la realidad ya han sido inducidos a favor de<br />
dicha conclusión. Entonces, ciertamente, nuestras intuiciones y nuestra razón trabajan conjuntamente y<br />
pueden surgir excelentes sistemas de gobernar el mundo, como los de la filosofía budista o católica.<br />
Aquí, lo que establece el núcleo original de la verdad es siempre nuestra creencia intuitiva, y nuestra<br />
filosofía articulada verbalmente no es más que su espectacular traducción en fórmulas; lo profundo es<br />
la seguridad no razonada e inmediata de la cual el argumento razonado tan sólo constituye una<br />
exhibición superficial: el instinto guía, la inteligencia sigue. Si una persona siente la presencia de un<br />
Dios viviente tal como hemos visto en los casos citados, vuestros argumentos críticos por elevados que<br />
sean, intentarán cambiar su fe en vano. De todas maneras observad que todavía no digo que sea mejor<br />
que el subconsciente y lo irracional deban tener primacía en el reino de lo religioso, me limito a señalar<br />
que, de hecho, la tienen.<br />
Todo esto en relación a nuestro sentido de la realidad de los objetos religiosos. Dejadme decir<br />
cuatro palabras todavía sobre las actitudes que despiertan de una manera característica.<br />
Ya hemos acordado que son solemnes, y hemos aducido razones para pensar que la actitud más<br />
característica es el tipo de felicidad que puede brotar, en casos extremos, del auto abandono absoluto.<br />
El sentido del objeto al que se abandona el creyente tiene mucho que ver con la determinación de la<br />
estructura precisa de la felicidad, aunque el fenómeno sea más complejo de lo que cualquier fórmula<br />
simple admite. En la literatura sobre este tema, la alegría y la tristeza han sido enfatizadas<br />
alternativamente. El viejo dicho de que el miedo fue el primer creador de dioses se corrobora en cada<br />
época de la historia religiosa, pese a lo cual la propia historia muestra la parte que la alegría ha jugado<br />
en ella desde siempre. A veces la alegría ha sido primaria, otras, secundaria: la alegría producida por la<br />
desaparición del miedo; este último estado de cosas es el más complejo y completo, y tal como<br />
procedemos, si miramos la religión con la amplia perspectiva que exige, creo que tendremos suficientes<br />
razones para negarnos a suprimir la tristeza o la alegría. Dicho con los términos más completos<br />
posibles, la religión e un hombre implica formas de contracción y expansión de su ser, pero la mezcla<br />
cuantitativa y el orden de estas formas varía tanto de una época a otra, de un sistema a otro, que se<br />
puede insistir en el temor y la sumisión o en la paz y la libertad como esencias de la cuestión, y<br />
permanecer todavía dentro de los límites de la verdad. Es seguro que los observadores de constitución<br />
pesimista y los de constitución optimista enfatizarán aspectos opuestos de lo que tienen delante.<br />
La persona religiosa de constitución pesimista hace de la paz religiosa algo sobrio, el peligro<br />
todavía planea por encima; aún no controla totalmente la flexión y la contracción. Sería infantil y<br />
frívolo que tras la desaparición del miedo nos pusiésemos a reír con nerviosismo y a hacer cabriolas, o<br />
olvidásemos completamente el buitre en la rama. Más bien quedaos quietos porque estáis en manos de<br />
un Dios viviente. En el libro de Job, por ejemplo, la impotencia del hombre y la omnipotencia de Dios<br />
son los temas exclusivos del autor. “Es tan alto como el cielo, ¿qué puedes hacer? Más profundo que el<br />
infierno, ¿qué puedes hacer? Más profundo que el infierno, ¿qué puedes saber?” Existe un entusiasmo<br />
adusto hacia la verdad de esta convicción que algunos hombres pueden percibir y que, para ellos,<br />
constituye el máximo acercamiento posible al sentimiento de alegría religiosa.<br />
“Con Job - dice el escritor fríamente sincero, autor de Mark Rutherford -, Dios nos recuerda que<br />
el hombre no es la medida de su creación. El mundo es inmenso, construido con planos y teorías que el<br />
hombre no puede comprender, es trascendente a cuanto existe. Esta es la carga de cadáveres y el<br />
secreto, si hay alguno, del poema; suficiente o insuficiente, no hay nada más... Dios es grande,<br />
desconocemos sus caminos: nos quita cuanto tenemos, pero si poseemos un alma paciente podemos<br />
atravesar el valle de las sombras y volver a salir a la luz del sol. ¡Podemos hacerlo o no podemos!...<br />
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