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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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primero a un hermano y preguntarse después si valía la pena, si no hubiese nadie deseoso de olvidar las<br />

equivocaciones privadas por piedad hacia la persona equivocada, nadie dispuesto a ser estafado muchas<br />

veces antes que a vivir desconfiado, nadie contento de tratar a los demás apasionada e impulsivamente<br />

en lugar de hacerlo según las normas generales y con prudencia, el mundo sería un lugar infinitamente<br />

peor -para vivir de lo que es ahora. La suave gracia del día que todavía ha de nacer, y no la del día que<br />

muere, que con la regla de oro ha llegado a ser natural, quedaría desconectada de ]a perspectiva de<br />

nuestra imaginación.<br />

Los santos pueden, con sus extravagancias de bondad humana, ser proféticos. Mejor dicho,<br />

numerosas veces han demostrado ser proféticos. Al tratar como dignos a aquellos que conocieron, a pesar<br />

del pasado y -las apariencia, los han estimulado a ser dignos, los han transformado milagrosamente<br />

con su ejemplo radiante y por el reto de su esperanza.<br />

Desde este punto de vista hemos de admitir que la caridad humana que encontramos en todos<br />

los santos, y el exceso de la misma en algunos de ellos, es una fuerza social genuinamente creativa que<br />

tiende a hacer real un grado de virtud que sólo ella está preparada para asumir en calidad de posible.<br />

Los santos son autores, auctores, promotores de bondad. Las potencialidades de desarrollo de las almas<br />

humanas son insondables: muchos que parecían irreparablemente endurecidos han sido, de hecho,<br />

suavizados, convertidos, regenerados de forma que sorprendía más a los propios sujetos que a los<br />

espectadores del milagro, así que nunca podemos estar seguros previamente de que la salvación de un<br />

hombre por el amor es imposible. No tenemos derecho a hablar de cuervos y chacales humanos como<br />

seres resueltamente incurables. No conocemos las complejidades de la personalidad, los focos<br />

emocionales latentes, las distintas facetas del poder del carácter, los recursos de la región subliminal.<br />

Hace mucho tiempo, san Pablo hizo que nuestros antepasados se familiarizaran con la idea de que cada<br />

alma es virtualmente sagrada. Desde que Cristo murió por todos nosotros sin excepción, san Pablo<br />

sostuvo que no debemos desesperar de la salvación de nadie. Esta creencia en lo sagrado esencial de<br />

cada uno se expresa hoy en todo tipo de costumbres humanas y de instituciones reformadoras, y en una<br />

creciente aversión hacia la pena de muerte y la brutalidad en el castigo. Los santos, con su<br />

extravagancia de ternura humana, son los grandes portadores de la antorcha de esta creencia, el<br />

extremo de la lanza, los iluminadores de la oscuridad. Como las gotas que centellean al sol cuando son<br />

proyectadas por delante de la cresta de la ola o de una corriente, ellos nos muestran el camino y son los<br />

predecesores. El mundo todavía no está con ellos, por eso con frecuencia parecen insensatos en medio<br />

de los asuntos del mundo. Sin embargo, impregnan el mundo, vivifican y animan unas potencialidades<br />

de bondad que sin ellos dormirían para siempre. No es posible que seamos tan viles como lo somos<br />

normalmente una vez han pasado ante nosotros. Un fuego enciende otro; sin esta confianza desmedida<br />

en la validez humana que muestran, el resto de nosotros permaneceríamos estancados espiritualmente.<br />

El santo, considerado momentáneamente, puede malgastar su ternura y ser la víctima y el<br />

engañado de su fiebre caritativa, pero la función general de su caridad en la evolución social es vital y<br />

esencial. Si las cosas han de ir hacia arriba alguna vez, alguien ha de estar dispuesto a dar el primer<br />

paso y asumir el riesgo. Nadie que no esté dispuesto a intentar ser caritativo, a intentar la pasividad,<br />

como el santo siempre lo está, podrá juzgar si esos métodos tendrán o no buenos resultados. Cuando<br />

tienen éxito, éste es mucho más rotundo que el de la fuerza o prudencia mundanas. La fuerza destruye a<br />

los enemigos, y lo mejor que puede decirse de la prudencia es que salvaguarda lo que ya tenemos<br />

seguro. Pero la pasividad, cuando alcanza éxito, convierte a los enemigos en amigos y la caridad<br />

regenera a sus objetos. Estos métodos santos son, como ya he dicho, energías creativas, y los santos<br />

genuinos ostentan, en la excitación elevada que su fe les proporciona, una autoridad y sensibilidad que<br />

los hace imperturbables en situaciones que hombres de naturaleza más superficial no podrían resistir en<br />

absoluto sin utilizar la prudencia humana. Esta prueba práctica de que la sabiduría humana puede ser<br />

trascendida sin peligro, es el regalo mágico del santo a la humanidad. 17 Su visión de un mundo mejor<br />

17 Las vidas de misioneros abundan en la combinación victoriosa de la pasividad con la autoridad personal. Por ejemplo.<br />

John G. Paton, en las Nuevas Hébridas, entre brutales caníbales melanesios, salva su vida como por encanto. cuando llegó el<br />

momento nadie osó pegarle. Los nativos conversos, inspirados por él, mostraron una virtud análoga. "Uno de nuestros<br />

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