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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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estado de ánimo solemne no es nunca ordinario ni simple, y parece que contiene en cierta medida su<br />

opuesto. La alegría solemne conserva algo de amargo en su dolor; la tristeza solemne es aquella a la<br />

que íntimamente asentimos. Pero hay escritores que al darse cuenta de que la alegría suprema es la<br />

prerrogativa de la religión, olvidan tanta complicación, y llaman religiosa a toda felicidad como tal.<br />

Mister Haverlock Ellis, por ejemplo, identifica la religión con el ámbito de la liberación de estados de<br />

ánimo opresivos.<br />

“Las funciones más simples de la vida fisiológica puede producir emociones religiosas. Todo<br />

aquel que conozca un poco los místicos persas sabe que el vino puede ser contemplado como un<br />

instrumento religioso. En realidad, en todos los países y en todas las épocas, alguna forma de liberación<br />

física (cantar, bailar, beber, la exaltación sexual) estuvo íntimamente asociada con el culto. Hasta la<br />

expansión momentánea del alma en la risa, aunque alcance un punto leve, es un ejercicio religioso [...].<br />

Cuando un impulso proveniente del mundo estimula el organismo y el resultado no es ni malestar ni<br />

dolor, ni tan sólo la contracción muscular de la virilidad, sino una expansión gozosa de toda el alma,<br />

ahí hay religión. Es el infinito que deseamos, y navegamos contentos en cada pequeña ola que nos<br />

promete conducirnos allí.” 11<br />

Pero tan clara identificación de la religión con todas y cada una de las formas de felicidad deja<br />

al margen la peculiaridad esencial de la felicidad religiosa. La felicidad más corriente que podemos<br />

tener es el desahogo que proporcionan nuestras evasiones momentáneas de los males conocidos o<br />

temidos. Pero en sus encarnaciones características, la felicidad religiosa no constituye un simple<br />

sentimiento de huida; no se preocupa de escapar, consiente el mal como una forma de sacrificio,<br />

interiormente sabe que está vencido de manera permanente. Si preguntamos cómo, pues, la religión<br />

soporta espinas e incluso la muerte, y en cada acto anula la aniquilación, no lo puedo explicar, ya que<br />

es un secreto particular de la misma y para entenderlo tendríamos que haber experimentado<br />

sentimientos religiosos de los más extremados. En los ejemplos posteriores, y sobre todo en el tipo de<br />

conciencia religiosa más simple y de mentalidad más sana, encontraremos este espíritu sacrificial tan<br />

complejo, según el cual una felicidad superior vence una tristeza inferior. En el Louvre encontramos un<br />

cuado de San Miguel, de Guido Reni, con el pie sobre el cuello de Satanás. La riqueza de la pintura es<br />

debida, en gran parte, a la presencia de la figura del diablo. La riqueza de su significado alegórico<br />

también es debida a dicha presencia, es decir, el mundo es más rico porque existe el demonio, mientras<br />

podamos tener el pie sobre su cuello. Para la conciencia religiosa, es ésta precisamente la posición en<br />

que se encuentra el demonio, el príncipe negativo o trágico, y por esta razón la conciencia religiosa es<br />

tan rica desde el punto de vista emocional. 12 Veremos cómo en algunos hombres y mujeres toma una<br />

forma monstruosamente ascética. Hay santos que, literalmente, se han alimentado del principio<br />

negativo, en la humillación, las privaciones, y en el pensamiento constante de los sufrimientos, e<br />

incluso de la muerte. Sus almas se alegraban en la misma proporción en que su estado interior se hacía<br />

más intolerable. Ninguna emoción que no sea la emoción religiosa puede llevar al hombre hasta este<br />

extremo, y por esta razón, cuando nos planteamos la pregunta del valor de la religión para la vida<br />

humana, pienso que habríamos de buscar la respuesta entre los ejemplos más violentos y no entre<br />

aquellos de matices más moderados.<br />

Si abordamos el fenómeno que estudiamos, para comenzar, en su forma más aguda, más tarde<br />

podremos matizar cuanto queramos. Y si en esos casos, que nos resultarán tan repulsivos según nuestra<br />

forma mundana de juzgar, nos encontramos empujados a reconocer el valor de la religión y a tratarla<br />

con respecto, se habrá demostrado en cierta manera su valor, a largo plazo, para la vida. Al<br />

distanciarnos y atenuar las extravagancias, inmediatamente habremos de pasar a tratar los límites de su<br />

domino legítimo.<br />

11 The New Spirit, p. 232.<br />

12 Debo esta ilustración alegórica a mi llorado colega y amigo Charles Carroll Everett.<br />

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