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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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mitigar, una por la santa comunión y otra por el sufrimiento, la humillación y la aniquilación. "Nada,<br />

excepto el dolor -repetía siempre en sus cartas- hace mi vida soportable."» 43<br />

Todo esto sobre los fenómenos que se produjeron en algunas personas por el impulso ascético.<br />

En el carácter consagrado a la Iglesia, se han reconocido tres ramas menores de la automortificación<br />

como caminos indispensables hacia la perfección. Son la castidad, la obediencia y la pobreza que el<br />

monje promete observar. Me permito un par de comentarios sobre la obediencia y la pobreza.<br />

En primer lugar, la obediencia. La vida secular del siglo xx no tiene en gran estima esta virtud;<br />

el deber del individuo de determinar su propia conducta y sacar provecho o sufrimiento de las<br />

consecuencias, parece ser uno de nuestros ideales sociales protestantes más relevantes; tanto, que es<br />

difícil imaginar cómo hombres poseídos de una vida interior propia pueden llegar a pensar que la<br />

sujeción de su voluntad a la de otras criaturas finitas sea recomendable. Confieso que a mí me resulta<br />

un misterio, pero es evidente que corresponde a una profunda necesidad interior de numerosas personas<br />

y hemos de hacer todo lo posible por entenderlo.<br />

En el plano más bajo posible, se observa que la conveniencia de la obediencia en organizaciones<br />

eclesiásticas férreas debió llevar a considerarlo meritorio. Además, la experiencia muestra que hay<br />

ocasiones en la vida de cada uno en que es posible ser aconsejado más bien por otros que por uno<br />

mismo. La incapacidad de decidir es uno de los síntomas más comunes de la fatiga nerviosa; los<br />

amigos que viven más distanciadamente nuestros problemas también los viven más sensatamente que<br />

nosotros; por ello es un acto de virtud consultar y obedecer a un médico, un compañero o a la esposa.<br />

Pero dejando estas regiones inferiores de prudencia, encontramos en la naturaleza de algunas de las<br />

emociones espirituales que hemos estudiado buenas razones para idealizar la obediencia. La obediencia<br />

puede nacer del fenómeno religioso general de la docilidad interna, de la mansedumbre y del abandono<br />

a poderes superiores. Estas actitudes se consideran tan salvificas que, aparte de su utilidad, aparecen ya<br />

consagradas idealmente; y nosotros, al obedecer a un hombre en el que vemos claramente la falibilidad,<br />

debemos sentirnos como cuando inclinamos nuestra voluntad a la de la sabiduría infinita. Añadid,<br />

además, la desconfianza extrema, la pasión de la autoinmolación, y la obediencia se torna un sacrificio<br />

ascético, agradable, sin tener demasiado en cuenta los usos discrecionales que pueda tener.<br />

Los escritores católicos concibieron primariamente la obediencia como una ofrenda, una forma<br />

de «mortificación», un «sacrificio» que el hombre presenta a Dios y del que él es el sacerdote y la<br />

víctima. Por la pobreza inmola sus posesiones exteriores, por la castidad inmola su cuerpo y por medio<br />

de la obediencia absoluta y el sacrificio ofrece a Dios todo lo que posee, sus dos bienes más preciados:<br />

el intelecto y la voluntad. Entonces el sacrificio es completo y sin reserva, un genuino holocausto, ya<br />

que ahora la víctima es aniquilada en honor de Dios. 44 A tenor de esto, en la disciplina católica<br />

obedecemos a nuestros superiores no como a simples hombres, sino como representantes de Cristo.<br />

Obedecer a Dios según esa intención de obediencia es fácil, pero cuando los teólogos de libre<br />

interpretación ordenan colectivamente todas sus razones para recomendaría, la mezcla nos suena<br />

bastante extraña.<br />

«Uno de los grandes consuelos de la vida monástica -afirma una autoridad jesuita- es la<br />

seguridad que poseemos de que si obedecemos no podemos cometer ningún error. El superior puede<br />

cometerlo cuando os ordena que hagáis esto o aquello, pero tú estás seguro de que no cometerás errores<br />

si obedeces porque Dios sólo pedirá cuentas de tu obediencia a las órdenes recibidas, y si puedes<br />

responder con claridad al respecto, estás completamente absuelto. Si lo que ibas a realizar era oportuno<br />

o si había algo mejor que hacer, no son preguntas que se te exijan, sino más bien a tu superior. En el<br />

momento en que lo hiciste, lo hiciste obedeciendo, y el Señor lo suprime de tu informe y lo incluye en<br />

el de tu superior. Por todo esto exclama san Jerónimo alegrándose de las ventajas de la obediencia:<br />

43 BOUGAUD, Histoire de la Bienheureuse Marguerite Marie, Paris, 1894, pp. 171, 265. Véanse también las pp. 386, 387.<br />

44 LEJEUNE, Introduction a la Vie Mystique, 1899, p. 277. El símil del holocausto se remonta, como mínimo, hasta san<br />

Ignacio de Loyola.<br />

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