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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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es Dios y a darle como única ocupación la meditación del ser divino. Ya que la teoría me es más fácil<br />

que la práctica, he leído hasta entender todo lo que puede aprenderse por el estudio y de lo que la gente<br />

dice. Entonces reconocí que todo aquello que pertenece exclusivamente a su método es justamente lo<br />

que ningún estudio detallado puede comprender, sino que sólo puede alcanzarlo el éxtasis, el trance<br />

espiritual y la transformación del alma. Qué grande es, por ejemplo, la diferencia entre conocer las<br />

definiciones de salud y plenitud, con sus causas y condiciones, y estar realmente sano y satisfecho. Qué<br />

diferente es saber en qué consiste la embriaguez - en tanto que un estado ocasionado por un vapor que<br />

se eleva desde el estómago- y estar efectivamente embriagado. Sin duda, el hombre que bebe no<br />

conoce ni la definición de embriaguez ni lo que la hace interesante para la ciencia. Cuando está bebido<br />

no sabe nada, mientras que el médico, que no lo está, sabe muy bien en qué consiste y cuáles son las<br />

condiciones que le predisponen. De manera similar existe cierta diferencia entre conocer la naturaleza<br />

de la abstinencia y ser abstinente o haber desligado el ahlia del mundo. Así aprendí lo que las palabras<br />

pueden enseñar sobre el sufismo, pero lo que quedaba no podía aprenderse por el estudio ni de oídas,<br />

sino solamente abandonando el alma propia al éxtasis y llevando una vida piadosa.<br />

«l reflexionar sobre mi situación me encontré atado por todas partes por multitud de lazos y<br />

tentaciones. Al considerar mi enseñanza, encontré que era impura ante Dios. Me vi luchando con toda<br />

mi fuerza por alcanzar la gloria y por difundir mi nombre. (Aquí sigue un relato de sus meses de duda<br />

hasta romper con sus condiciones de vida en Bagdad y cómo, finalmente, cayó enfermo con una<br />

parálisis de la lengua.) Entonces, consciente de mi propia debilidad y habiendo abandonado<br />

completamente mi voluntad, acudí a Dios como un hombre angustiado que no tiene ningún otro<br />

recurso. Respondió, como responde al infeliz que le invoca. Mi corazón ya no encontró más<br />

dificultades para renunciar a la gloria, la salud y mis hijos. De manera que dejé Bagdad y reservé de mi<br />

fortuna sólo lo que era indispensable para mi subsistencia, distribuyendo el resto. Fui a Siria, donde<br />

permanecí casi dos años sin otra ocupación que la de vivir retirado y sólo pugnando con mis deseos,<br />

combatiendo mis pasiones, aprendiendo a purificar mi alma, a perfeccionar mi carácter, a preparar mi<br />

corazón para la meditación, todo según los métodos de los sufis, tal como había leído.<br />

«Este retiro aumentó mi deseo de vivir en solitario y de completar la purificación de mi<br />

corazón, y adecuarlo además a la meditación. Pero las vicisitudes de los tiempos, los asuntos familiares,<br />

la necesidad de subsistir, cambiaron en algunos aspectos mi primera resolución e interfirieron mis<br />

planes para una vida por entero solitaria. Nunca me he encontrado completamente en éxtasis, excepto<br />

en escasas horas singulares; sin embargo, conservo la esperanza de alcanzar este estado. Cada vez que<br />

los contratiempos me desencaminaban, intentaba volver, y pasé diez años en esta situación. Durante<br />

este aislamiento se me revelaron cosas que son imposibles de describir o señalar. Tuve la certeza que<br />

los sufis caminaban por el camino de Dios, tanto en sus actos como en su quietud, bien sean internos o<br />

externos, y están iluminados por la luz que proviene de la fuente profética. La primera condición para<br />

un sufi es purificar su corazón de todo aquello que no sea Dios. La siguiente clave de la vida<br />

contemplativa consiste en la humilde plegaria que escapa del alma ferviente y en la meditación sobre<br />

Dios, en la que el corazón queda por entero sumido. Pero, en realidad, todo eso apenas es el comienzo<br />

de la vida sufi, y su fin es la total compenetración con Dios. Las intuiciones y todo lo que precede son,<br />

por decir así, el umbral para aquellos que entran. Desde el principio las revelaciones tienen lugar en<br />

forma tan evidente que los sufis ven, delante de ellos mismos, a los ángeles y las almas de los profetas.<br />

Oyen sus voces y obtienen sus favores. Entonces el éxtasis cubre desde la percepción de formas y<br />

figuras hasta un grado que escapa a toda expresión y que ningún hombre puede intentar explicar sin<br />

que sus palabras comporten pecado.<br />

»Quien no ha tenido la experiencia del éxtasis no conoce de la verdadera naturaleza del<br />

profetismo nada más que el nombre. Puede estar seguro de su existencia, por experiencia propia y por<br />

lo que oye decir a los sufis. Así como hay hombres dotados sólo de la facultad sensitiva que rechazan y<br />

evitan lo que se les ofrece en la forma de objetos de puro entendimiento, también hay hombres<br />

intelectuales que rechazan las cosas percibidas por la facultad profética. Un hombre ciego no puede<br />

entender nada de los colores salvo lo aprendido por narraciones y de oídas. Sin embargo, Dios acercó el<br />

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