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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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“La primera cusa fundamental de todas las enfermedades, debilidades o depresiones es el<br />

sentido humano de separación de la Energía Divina que llamamos Dios. El alma, que puede sentir y<br />

afirmar con serena confianza, jubilosa, como hizo el Nazareno: “Yo y mi Padre somos uno”, ya no<br />

necesita curación. Ésta es la vedad, en pocas palabras, y el hombre no puede establecer otro<br />

fundamento para la plenitud que este hecho de inexpugnable unión divina. La enfermedad ya no puede<br />

atacar a quien tiene los pies sobre esta roca, a quien siente cada hora, cada momento el aliento de la<br />

respiración divina. Si se es una misma cosa con el Omnipotente, ¿cómo puede entrar en la conciencia el<br />

desfallecimiento, cómo puede asaltar la vitalidad indomable la enfermedad?<br />

“Esta posibilidad de anular para siempre la ley de la fatiga, en mi caso ha sido probada con<br />

creces, porque guardo el recuerdo de muchos años de invalidez en mi vida anterior que me obligó a<br />

permanecer en cama; tenía la espina dorsal y los miembros inferiores paralizados. Mis pensamientos no<br />

eran más impuros que lo son hoy, pero mi fe en la necesidad de la enfermedad era tensa. Desde mi<br />

resurrección a la vida he trabajado como curandera durante catorce años sin parar, sin vacaciones; y<br />

puedo asegurar que nunca he sentido un momento de fatiga o de dolor pese a que estoy en continuo<br />

contacto con la debilidad extrema y enfermedades de todo tipo. ¿Cómo puede estar enferma una parte<br />

consciente de la deidad? Él, que está en nosotros, es más grande que todo lo que puede luchar contra<br />

nosotros”.<br />

La segunda comunicante, también una mujer, me envía la siguiente declaración:<br />

“Hubo un tiempo en que la vida me pareció difícil. Siempre tenía depresiones y sufrí algunos<br />

ataques de lo que se denomina postración nerviosa, con insomnios terribles y estuve a dos pasos de la<br />

locura, además de tener otros problemas, especialmente de los órganos digestivos. Me había enviado<br />

fuera de casa por prescripción de los médicos, había tomado todo tipo de narcóticos y dejado de<br />

trabajar, debía ser alimentada y conocía a todos los médicos que tenía a mano. Sin embargo, nunca me<br />

recuperaba de modo permanente, hasta que este Nuevo Pensamiento se apoderó de mí.<br />

“Pienso que lo que más me impresionó fue aprender que debemos estar constantemente en<br />

relación o en contacto mental (esta palabra “contacto” la encuentro muy expresiva) con esta esencia de<br />

vida que todo lo impregna y que llamamos Dios. Es apenas perceptible a menos que lo vivamos<br />

realmente dentro de nosotros, o sea, mirando constantemente la conciencia más profunda, más interna<br />

de nuestra personalidad real o de Dios en nosotros, para que nos ilumine, igual que cuando buscamos el<br />

sol por la luz, por el calor y para vigorizarnos. Cuando eso se hace conscientemente, descubrimos que<br />

si giramos hacia nuestro propio interior para buscar la luz íntima viva en la presencia de Dios o de su<br />

Yo divino, en seguida nos damos cuenta de la irrealidad de los objetos a los que hasta ese momento<br />

prestábamos atención y que nos tenían absortos desde fuera.<br />

“He llegado a ignorar el significado de esta actitud para la salud corporal como tal, porque<br />

surge de ella misma como resultado incidental, y no puede encontrarse mediante ningún acto mental<br />

particular o por algún deseo de alcanzarla, más allá de esta actitud mental general a la que ya me he<br />

referido. Lo que normalmente hacemos objeto de nuestra vida, esas cosas externas que buscamos tan<br />

frenéticamente, por las que tan a menudo vivimos y morimos y que no nos dan paz ni felicidad,<br />

deberían convertirse en accesorias, en el simple resultado natural de una vida mucho más elevada,<br />

hundida en el seño del Espíritu. Esta vida es la auténtica búsqueda del reino de dios, el deseo de su<br />

supremacía en nuestros corazones, de manera que las demás cosas nos engrandezcan, tal vez<br />

incidentalmente, y para nuestra sorpresa, es una prueba de la realidad del equilibrio perfecto en el seno<br />

de nuestro ser.<br />

“Cuando digo que normalmente hacemos objeto de nuestra vida muchas cosas por las que,<br />

inicialmente, no trabajaríamos, me refiero a muchas de las que el mundo considera dignas de elogio y<br />

excelentes, como el éxito en los negocios, la fama como autor o artista, médico o abogado, o el<br />

renombre en tareas filantrópicas; todo esto debería ser resuelto, no finalidad. También incluiría placeres<br />

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