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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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Observaréis cómo es habitual desde este punto de vista tratar la religión como algo encaminado<br />

a la supervivencia ya que, de hecho, perpetúa las tradiciones del pensamiento más primitivo. Coartar<br />

los poderes espirituales, o encuadrarlos y ponerlos de nuestra parte, fue durante mucho tiempo el gran<br />

objetivo de nuestros tratos con el mundo. Para nuestros antepasados, los sueños, las alucinaciones, las<br />

revelaciones y las historias fantásticas estuvieron inextricablemente mezcladas con los hechos. Hasta<br />

una fecha relativamente reciente, distinciones como aquéllas entre lo que resulta verificable y aquello<br />

que sólo es conjetura, entre lo impersonal y los aspectos personales de la existencia, apenas se<br />

concebían ni imaginaban. Cualquier cosa que imagináramos vívidamente, cualquier cosa que<br />

pensáramos fuese verdadera, la afirmábamos con firmeza y cualquier cosa que afirmásemos era creída<br />

por nuestros compañeros. Verdad era aquello que no presentaba contradicción y la mayoría de las cosas<br />

se aceptaban desde el punto de vista de su sugestibilidad humana, destinándose la atención<br />

exclusivamente a los aspectos estéticos y dramáticos de los acontecimientos. ¿Cómo podría, en efecto,<br />

haber sido de otra manera? El extraordinario valor de la explicación y la previsión, del modelo de<br />

pensamiento matemático y mecánico que la ciencia utiliza fue un resultado que no podía preverse. El<br />

peso, el movimiento, la Velocidad, la dirección, la posición precisa ¡qué ideas tan estrechas, pálidas y<br />

poco interesantes! ¿Cómo podrían los aspectos animistas más ricos de la Naturaleza, las peculiaridades<br />

y rarezas que tornan a los fenómenos pintorescamente sorprendentes o expresivos, dejar de ser<br />

singularizados y perseguidos por la filosofía como el camino más prometedor para el conocimiento de<br />

la vida natural? Ahora bien, es precisamente en todos estos aspectos más ricos, animistas y dramáticos,<br />

en los que habita la religión; es el terror y la belleza de los fenómenos, la «promesa» del alba y el arco<br />

de San Martín, la «voz» de trueno, la «amabilidad» de la lluvia de verano, la «sublimidad» de las<br />

estrellas, y no las leyes físicas por las que todos estos casos se rigen, las que todavía impresionan al<br />

espíritu religioso, y como siempre, el hombre devoto dirá que en la soledad de su habitación o de los<br />

campos encuentra todavía la presencia divina; los raudales de ayuda como respuesta a sus plegarias se<br />

lo confirman, y los sacrificios en nombre de esta realidad no perceptible le llenan de seguridad y paz.<br />

Puro anacronismo, afirma la teoría de la supervivencia; anacronismo cuyo remedio requerido<br />

constituye la desantropomorfización de la imaginación. Cuanto menos mezclemos lo privado con lo<br />

cómico más permaneceremos en términos universales e impersonales y más verdaderamente seremos<br />

herederos de la ciencia.<br />

revancha y no a la colaboración de Satanás, el carácter póstumo queda firmemente impreso en la sangre y la grasa del<br />

ungüento. J. B VAN HELMONT: A Ternary of Paradoxes, trad. de Walter Charleton, Londres. Resumo mucho el original<br />

de la cita.<br />

El autor sigue probando, por analogía con muchos otros hechos naturales, que la acción simpática entre cosas distintas es el<br />

fundamento lógico del caso. «Si -dice- el corazón de un caballo muerto por una bruja y extraído caliente del cuerpo se<br />

empala en una flecha y se achicharra, la bruja se siente inmediatamente atormentada por los dolores y crueldades insufribles<br />

del fuego, lo que no habría sucedido si no hubiese precedido la conjunción del espíritu de la bruja con el caballo primero.<br />

En el corazón caliente y jadeante queda cautivo el de la bruja y el previsto efecto de la flecha resulta eliminado. De manera<br />

similar, la encuesta policial sobre numerosos cuerpos asesinados ¿no nos muestra que sufrieron hemorragias en presencia<br />

del asesino? La sangre, en un arranque de ira, se agita con un gesto de revancha contra el asesino en el instante del<br />

compulsivo final del cuerpo. Por lo tanto. si padecéis hidropesía, gota o ictericia, introducid un poco de vuestra sangre<br />

caliente en la blanca cáscara de un huevo, ponedlo después a fuego lento, mezclar con un cebo de carne y dadlo a un perro<br />

hambriento, la enfermedad pasará instantáneamente de vosotros al animal y os abandonará completamente. Similarmente, si<br />

quemáis unas gotas de leche de una vaca o de una mujer, la glándula de la que surgió se secará. A un caballero de Bruselas<br />

le cortaron la nariz en combate, pero el famoso cirujano Tagliacozzus confeccionó una nariz nueva con la piel del brazo de<br />

un individuo de Bolonia; a los trece meses de volver a su patria la nariz se le enfrió, petrificó y en un par de días se le cayó,<br />

descubriéndose entonces que el boloñés había muerto más o menos en aquel tiempo. En Bruselas quedan todavía<br />

testimonios directos del hecho», dice Van Helmont, y añade: «No supondréis que en todo eso existe superstición o<br />

imaginación exaltada.»<br />

La literatura moderna sobre la miud-cure -por ejemplo las obras de Prentice Mulford- está plagada de simpatía<br />

mágica.<br />

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