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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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En los anales de santidad católicos hay muchos casos tan exóticos como éste o incluso más<br />

todavía: «Frecuentemente, los asaltos del amor divino - se dice de la hermana Séraphine de la Martiniere<br />

- casi la conducían al instante de la muerte. Se quejaba con ternura a Dios y decía: "No puedo<br />

soportarlo, reforzad amablemente mi debilidad o moriré bajo la violencia de vuestro amor."» 19<br />

Permitidme pasar ahora a la caridad y al amor fraterno, que constituyen los dones usuales de la<br />

santidad y siempre estuvieron considerados virtudes teologales, sin importar los limites de aplicación<br />

que la teología particular impuso. El amor fraterno deriva lógicamente de la seguridad en la presencia<br />

amiga de Dios, constituyendo la noción de nuestra hermandad como hombres inferencia inmediata de<br />

la paternidad de Dios. Cuando Cristo formula los preceptos: «Ama a tus enemigos, bendice a los que te<br />

maldigan, haz el bien a los que te odien, y ruega por los que te utilicen con despecho y te persigan»,<br />

nos da como razón «seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo porque hizo que su sol se alzara<br />

sobre el bien y sobre el mal y envió la lluvia sobre los justos y sobre los injustos». Por consiguiente,<br />

tendríamos que explicar la humildad y la caridad que caracterizan la emoción espiritual en términos de<br />

resultados del carácter nivelador de su creencia teísta, pero, ciertamente, estos afectos no son simples<br />

derivados del teísmo; los encontramos también en el estoicismo, el hinduismo y el budismo en su grado<br />

más alto. Armonizan con el teísmo patriarcal, pero armonizan también con cualquier concepción sobre<br />

la dependencia de la humanidad de causas generales, y pienso que no hemos de considerarlas<br />

subordinadas, sino partes coordinadas de la compleja y gran emoción religiosa que ahora estudiamos.<br />

El éxtasis religioso, el entusiasmo moral, la maravilla ontológica, la emoción cósmica, son estados de<br />

ánimo unificadores en los que la arena del individualismo tiende a desaparecer y la ternura a dominar.<br />

Lo mejor es describir íntegramente esa condición como un estado característico al cual nuestra<br />

naturaleza puede tender; un ámbito en el que nos encontramos como en casa; un mar en el que<br />

nadamos, pero no debemos intentar explicar sus partes derivándolas una de otra. Como el amor o el<br />

miedo, el estado de fe es un complejo psíquico natural y comporta la caridad como una consecuencia<br />

orgánica. La alegría es una emoción expansiva y todas las emociones expansivas son amables y<br />

altruistas mientras duran.<br />

Todo eso aparece incluso cuando son de origen patológico. En su obra tan instructiva, La<br />

Tristesse et la Jolie, 20 George Dumas empareja la melancolía y la fase gozosa de la locura, y<br />

demuestra que mientras el egoísmo caracteriza a la primera, la segunda viene determinada por impulsos<br />

altruistas. Ningún ser humano es tan avaro e inútil como lo era María en su período de melancolía; pero<br />

en el momento en que el período feliz comienza, «la simpatía y la amabilidad se convierten en sus<br />

sentimientos característicos. Manifiesta una buena voluntad universal, no sólo en la intención sino<br />

también en sus actos [...]. Se vuelve solícita por la salud de los otros pacientes, desea que puedan salir,<br />

busca lana para tejerles calcetines. Nunca, desde que permaneció bajo mi observación le oí decir, en el<br />

período gozoso, algo que no fuesen opiniones caritativas». 21 Más adelante, el doctor Dumas añade sobre<br />

estas condiciones felices que «sólo podemos encontrar sentimientos desinteresados y tiernas<br />

emociones. La mente del individuo se encuentra cerrada a la envidia, al odio y al rencor, por el<br />

contrario parece completamente transformada en benevolencia, indulgencia y misericordia.» 22<br />

Así, pues, existe una afinidad orgánica entre la alegría y la ternura, y que aparezcan<br />

acompañando a la vida santa no debe sorprendernos en absoluto. Junto a la felicidad, este incremento<br />

de la ternura es citado frecuentemente en los relatos de conversiones. «Comencé a trabajar para los<br />

demás.» «Poseía un sentimiento más tierno por la familia y los amigos.» «Al instante hablé con una<br />

persona con la que estaba enfadado.» «Simpatizaba con todo el mundo y apreciaba más a mis amigos.»<br />

19 BOUGAUD, Histoire de la Bienheureuse Marguerite Marie, 1894, p. 125.<br />

20 París, 1990.<br />

21 O. C., p. 130.<br />

22 O. C., p. 167.<br />

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