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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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Puede haber una gran oscilación en el interés emocional y las cosas cálidas pueden cambiar ante<br />

nosotros casi tan rápidamente como las chispas que recorren el papel ardiendo. Si es así poseemos ese<br />

yo dividido e indeciso del que hemos hablado en la conferencia anterior; o el foco de excitación y<br />

calor, el punto de vista desde el que se toma el objetivo, puede pasar a formar parte permanente de un<br />

sistema determinado; entonces, si el cambio fuese religioso, lo llamaríamos conversión,<br />

particularmente si se produce una crisis súbita.<br />

A partir de ahora hablaremos del lugar cálido en la conciencia de un hombre, del grupo de ideas<br />

que denominaremos el centro habitual de energía personal. Para un hombre existe una gran diferencia<br />

entre que sea un grupo de ideas u otro el centro de su energía, y también se establece una gran<br />

diferencia con respecto a cualquier grupo de ideas que posea, en tanto que éstas sean centrales o<br />

periféricas. Decir de un hombre que se ha “convertido” significa, en estos términos, que las ideas<br />

religiosas, antes periféricas en su conciencia, ocupan ahora un lugar central y que los objetivos<br />

religiosos constituyen el centro habitual de su energía. Ahora bien, si pedís a la psicología que explique<br />

cómo se desplaza la excitación en el sistema central de un hombre y por qué los objetivos periféricos se<br />

vuelven, en un momento dado, centrales, la psicología habrá de responder que aunque pueda dar una<br />

descripción general de lo que sucede, no puede explicar con precisión todas las fuerzas individuales<br />

que intervienen. Ni un observador externo, ni el sujeto que experimenta el proceso pueden explicar<br />

totalmente cómo las experiencias particulares pueden cambiar el centro de energía de un hombre de<br />

manera tan decisiva, o por qué con frecuencia se ha de esperar el momento propicio para hacerlo.<br />

Tenemos un pensamiento, o hacemos alguna cosa repetidamente, pero un día el significado real del<br />

pensamiento resuena en nosotros por vez primera, o el acto se convierte de golpe en una imposibilidad<br />

moral. Todo l oque sabemos es que hay sentimientos muertos, ideas muertas y heladas creencias y que<br />

las hay otras cálidas y vivas. Cuando algo comienza a caldearse y animar en nosotros, todo ha de<br />

cristalizar de nuevo a su alrededor; podemos decir que el valor y la vivacidad sólo son “la eficacia<br />

motora” largamente diferida y que ahora es activa, de la idea; pero en definitiva, se tratará sólo de un<br />

circunloquio ya que ¿de dónde procede súbitamente la eficacia motora? Entonces nuestras<br />

explicaciones resultan tan vagas y generales que todavía nos damos cuenta mejor de la intensa<br />

singularidad del fenómeno.<br />

Al final volvemos al simbolismo trivial de un equilibrio mecánico. Una mente es un sistema de<br />

ideas; cada una con la excitación emotiva y con las tendencias impulsiva e inhibitiva que se verifican y<br />

refuerzan mutuamente. El conjunto de ideas se altera por la sustracción ola adición durante la<br />

experiencia, y las tendencias se modifican a medida que el organismo envejece. Un sistema mental<br />

puede ser socavado o debilitado por esta alteración intrínseca, al igual que un edificio, y puede<br />

mantenerse en pie por un hábito rutinario o de inercia. Pero una percepción nueva, un choque<br />

emocional súbito o una ocasión que ponga al descubierto la modificación orgánica, harán que toda la<br />

estructura se derrumbe al mismo tiempo, en cuyo caso el centro de gravedad se sitúa en una actitud más<br />

estable, ya que las ideas nuevas que llegan al centro, en la nueva estructura, parecen estar mejor<br />

ajustadas quedando la nueva estructura permanente, sin embargo.<br />

Las asociaciones de ideas y los hábitos son, por lo general, factores de retardamiento de estos<br />

cambios de equilibrio; la nueva información, adquirida de la manera que sea, juega un papel acelerador<br />

en los cambios y la lenta mutación de nuestros instintos y propensiones ejerce gran influencia bajo “el<br />

inimaginable toque del tiempo. Además, tales influencias pueden actuar subconscientemente o medio<br />

inconscientemente. 2 Cuando encontramos un individuo de vida subconsciente muy desarrollada y que<br />

2 Jouffroy es un ejemplo: “Mi inteligencia habíase arrojado por esta pendiente, y poco a poco había llegado lejos de su fe<br />

primigenia. Pero esta melancólica revolución no había ocurrido a la luz del día de mi conciencia; demasiado escrupulosa,<br />

demasiadas guías y afecciones sagradas me habían hecho miedoso, de manera que estaba lejos de reconocer el progreso<br />

realizado. Se había desarrollado en silencio, por una elaboración involuntaria de la que yo era cómplice, y a pesar de que<br />

realmente había dejado hacía tiempo de ser cristiano; en la inocencia de mi intención debía haberme horrorizado el<br />

sospecharlo y pensado que era una calumnia el haber sido acusado de tal desliz”. Seguidamente hay un relato de la<br />

contravención de Jouffroy (véase Conferencia VIII).<br />

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