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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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cambiamos el adjetivo “inconsciente”, incorrecto para la mayoría de hechos, por el término más vago<br />

de “subconscientes” o “subliminal”.<br />

Sería sencillo dar ejemplos del tipo de conversión volitiva, 14 pero como norma, son menos<br />

interesantes que los del tipo de autorendición, en el que los efectos subconscientes son más abundantes<br />

y sorprendentes. Por tanto, me ocuparé de este último, más que nada porque la diferencia entre los dos<br />

no es radical. A pesar de que en el tipo de regeneración más voluntariamente organizada hay partes de<br />

autorendición parcial interpuesta.<br />

En la mayoría de los casos, cuando la voluntad ha hecho lo máximo con el fin de conducir al<br />

hombre lo más cerca posible de la unificación a la que aspiraba, parece que el último paso ha de ser<br />

realizado por otras fuerzas sin la ayuda de su actividad. Dicho de otra manera, la autorendición se hace<br />

entonces indispensable. “La voluntad personal - dice el profesor Starbuck - se ha de anular. En muchos<br />

casos el alejamiento no llega hasta que la persona deja de resistir o de hacer esfuerzos en la dirección<br />

que pretende seguir”.<br />

“Había dicho que no cedería, pero cuando mi voluntad cedió acabó todo”, escribe uno de los<br />

comunicantes de Starbuck. Otro afirma: “Dije simplemente: “Señor, he hecho todo lo que puede, ahora<br />

lo dejo todo en tus manos”, y a continuación me penetró una inmensa paz”. Otro: “De súbito se me<br />

ocurrió que también podía ser salvado si dejaba de intentar hacerlo todo solo y seguía a Jesús”. Otro:<br />

“Finalmente dejé de resistir, me rendí ante el pensamiento de que se trataba de una ardua lucha.<br />

Gradualmente me penetró la sensación de que había realizado mi parte y de que Dios deseaba realizar<br />

la suya”. 14 “Señor, que se cumpla vuestro designio, ¡condenadme o salvadme!”, grita John Nelson, 15<br />

cansado de la lucha tensa por escapar de la condenación, y en aquel momento su alma se inundó de<br />

paz.<br />

El doctor Starbuck ofrece una interesante explicación y a mí me parece que correcta - siempre<br />

que concepciones tan esquemáticas puedan pretenderlo - de las razones por las que la autorendición es<br />

tan indispensable en el último momento. Para comenzar, hay dos cosas fundamentales en la mente del<br />

candidato a la conversión: primero, la incompletud y la culpa, el “pecado” del que quiere escapar;<br />

segundo, el ideal positivo que desea conseguir. Ahora bien, en la mayoría de nosotros, el sentido de<br />

nuestro actuar equivocado constituye una parte de nuestra conciencia mucho más precisa de lo que<br />

suele ser la imaginación de cualquier ideal positivo que pretendamos alcanzar. En la mayoría de los<br />

casos, el “pecado” absorbe casi exclusivamente la atención de manera que la conversión es “un<br />

proceso de lucha para alejarse del pecado más que por alcanzar la rectitud”. 16 El espíritu y la<br />

14 Por ejemplo, C. G. FINNEY pone el elemento volitivo en cursiva: “En este punto toda la cuestión de la Palabra de Dios<br />

salvadora se presenta ante mi mente de manera maravillosa. Pienso que veré, más claramente que nunca, la realidad y la<br />

plenitud de la expiación de Cristo. La salvación Evangélica me parece una oferta de algo que había de aceptar y era<br />

necesario que obtuviera mi propio consentimiento para abandonar mis pecados y aceptar a Cristo. Después de esta clara<br />

revelación, atormentó mi mente un tiempo la cuestión: “¿Lo aceptarás ahora, hoy mismo?” “Sí - repliqué -, lo aceptaré hoy<br />

o moriré en el intento” “. A continuación fue al bosque donde describe su lucha; no podía rezar, su corazón se había<br />

endurecido por el orgullo. “Me reproché haber prometido a Dios que le daría mi corazón antes de abandonar el bosque, pero<br />

cuando probé no lo conseguía [...]. Mi alma dudaba en su interior y no encontraba mi corazón el camino hacia Dios. El<br />

pensamiento de mi temeridad al prometer que ofrecería mi corazón a Dios aquel día o moriría en el intento me oprimía;<br />

tenía la sensación de que iba a comprometan mi alma y, con todo, de que iba a romper mi promesa. Me hundí y desalenté<br />

bastante y e sentía demasiado débil para sostenerme en pie. En este preciso momento recordé que había notado que alguien<br />

se acercaba y abrí los ojos para ver quién era, y sin embargo se me mostraba claramente la revelación del orgullo de mi<br />

corazón y la gran dificultad de mi camino. Un sentimiento opresivo de mi maldad para avergonzarme del hecho de que<br />

alguien me viese de hinojos se apoderó de mi con tanta energía que grité con todas mis fuerzas y examiné que no dejaría<br />

aquel lugar aunque me rodearan todos los hombres del mundo y los demonios del infierno. Dije: “Soy un gran pecador,<br />

arrodillado confieso mis pecados al Dios grande y santo, y no me avergüenzo de que un ser humano, un pecador como yo,<br />

se encuentre arrodillado, esforzándome por hacer las paces con Dios, ¡mi Dios ofendido!” El pecado me parecía horroroso,<br />

infinito, me abatió delante del Señor”. Memoirs, pp.} 14-16, versión resumida.<br />

14 STARBUCK. Citado en las páginas 91 y 114.<br />

15 Fragmentos del Journal de John NELSON, Londres, sin fecha, p. 24.<br />

16 STARBUCK, p. 64.<br />

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