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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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carne, mirará los placeres y los dolores, la abundancia y la privación como igualmente irrelevantes e<br />

indiferentes. Puede emprender acciones y experimentar placeres sin tener miedo de la corrupción o la<br />

esclavitud. Como dice el Bhagavad-Gita, sólo necesitan renunciar a las acciones mundanas quienes<br />

están internamente ligados a ellas. Si uno está genuinamente desligado de los resultados de la acción,<br />

puede mezclarse con el mundo con ecuanimidad. En una conferencia anterior cité la antinomia de san<br />

Agustín: «Si amáis bastante a Dios, podéis seguir sin peligro todas vuestras inclinaciones.» «No<br />

necesita prácticas devotas quien se conmueve hasta llorar con la simple mención del nombre de Hari»<br />

19 dice una de las máximas de RamaKrishna. Y Buda, al señalar a sus discípulos lo que llamaba el<br />

«camino de en medio», les dijo que se abstuviesen de los extremos, ya que la mortificación excesiva es<br />

tan irreal e indigna como el simple deseo y el placer. La única vía perfecta, dijo, es la de la sabiduría<br />

interior que hace que una cosa nos sea tan indiferente como otra, y nos conduce al reposo, a la paz y al<br />

Nirvana. 20<br />

En consecuencia, encontramos que los santos ascéticos, según van envejeciendo, y los<br />

directores de conciencia más experimentados, han mostrado una tendencia clara a insistir menos en las<br />

mortificaciones particulares del cuerpo. Los maestros espirituales católicos siempre han profesado la<br />

norma que, ya que la salud debe ser esencial para la eficacia en el servicio de Dios, no se ha de<br />

sacrificar a la mortificación. El optimismo y la mentalidad sana de los círculos protestantes hacen que<br />

en la actualidad nos repugne la mortificación por amor a la mortificación. Ya no podemos seguir<br />

simpatizando con deidades crueles, y la noción de que Dios se deleita en el espectáculo de los<br />

sufrimientos autoinflingidos en su honor es abominable. Como consecuencia de todos estos<br />

argumentos, probablemente estaréis dispuestos, a menos que pueda mostrarse alguna utilidad especial<br />

en la disciplina específica de algún individuo, a tratar la tendencia general al ascetismo como<br />

patológica.<br />

No obstante, creo que una consideración más cuidadosa de toda la cuestión, distinguiendo entre<br />

la buena intención general del ascetismo y la inutilidad de algunos de los actos particulares de los que<br />

pueda ser culpable, habría de rehabilitarlo ante nuestra consideración. El ascetismo, en su significado<br />

espiritual, representa nada menos que la esencia de la filosofía de un renacimiento. Simboliza, bastante<br />

defectuosamente, sin duda, pero con sinceridad, la creencia de que existe un elemento de injusticia real<br />

en este mundo que no ha de ser ignorado ni eludido, sino afrontado directamente y superado apelando a<br />

los recursos heroicos del alma, que se ha de neutralizar y limpiar por el sufrimiento. Como<br />

contraposición a este punto de vista, la forma ultraoptimista de la filosofía anterior sostiene que hemos<br />

de tratar el mal mediante el recurso de ignorarlo. Dejad que un hombre que por su salud y lanas<br />

circunstancias afortunadas escapa de la experiencia en su propia persona de una considerable cantidad<br />

de mal, cierre también sus ojos al mal que existe en el universo fuera de su experiencia privada y se<br />

liberará de todo el mal completamente y podrá navegar felizmente por la vida. Pero vimos en otras<br />

conferencias sobre la melancolía cuán precario es necesariamente este intento. Por otra parte, sólo vale<br />

para el individuo y deja al propio mal fuera de él, irredento y desmantelado en su propia filosofía.<br />

Un intento de este género no puede constituir una solución general del problema. Para las<br />

mentes de matiz pesimista, que sienten la vida como un misterio trágico, este optimismo es un simple<br />

dispositivo de evasión vil. Acepta, en lugar de una liberación real, lo que meramente es un accidente<br />

personal afortunado, una grieta por la que escapar. Deja el mundo desamparado y en las garras de<br />

Satán. La liberación auténtica, según insiste la gente renacida, ha de ser de aplicación universal. El<br />

dolor, los errores y la muerte se han de afrontar con justicia y se han de superar por un estímulo<br />

superior, de otro modo su aguijón permanece esencialmente entero. Si alguien alguna vez ha percibido<br />

claramente en su mente el hecho de la presencia de la muerte trágica en la historia de este mundo -<br />

congelación, muerte por ahogo, enterramiento en vivo, devorado por bestias salvajes, en manos de<br />

criminales y las enfermedades más espantosas-, me parece que con dificultad pueda continuar su propia<br />

19 F. MAX MÜLLER, Ramakrishna, his Life and Sayings, 1899, p. 180.<br />

20 OL<strong>DE</strong>NBERG, Buddha, traducido por W. HOEY, Londes, 1882, p. 127.<br />

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