LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA
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En el Essay on Decision of Character, de John Foster, se halla un relato de un caso de<br />
conversión resuelta a la avaricia que es bastante ilustrativo para ser referido:<br />
“Un joven gastó, en dos o tres años, un importante patrimonio en juegas y desenfrenos, con un<br />
buen número de compañeros inútiles que se autodenominaban amigos y que, cuando se agotaron los<br />
últimos medios, lo trataron, naturalmente, con desdén y menosprecio. Reducido a la necesidad más<br />
absoluta, un día salió de casa con la intención de poner fin a su vida, pero después de vagar un buen<br />
rato casi inconscientemente, llegó al borde de un promontorio que dominaba el lugar donde habían<br />
estado sus propiedades. Se sentí y permaneció con el pensamiento fijo durante unas horas, hasta que al<br />
fin se levantó con una emoción vehemente, exultante. Había tomado una resolución: todas aquellas<br />
propiedades volverían a ser suyas; asimismo había confeccionado un plan, que comenzó a ejecutar<br />
inmediatamente. Caminó de prisa, decidido a no perder la primera oportunidad, aunque fuese humilde,<br />
de ganar algún dinero, aunque se tratase de una miseria menospreciable, y decidió no gastar, si podía<br />
evitarlo, ni un cuarto de penique de lo que ganase. La primera cosa que le llamó la atención fue un<br />
montón de carbón que un caro había dejado caer delante de una casa. Se ofreció a transportarlo con la<br />
pala o con el carretón al lugar donde correspondía y lo contrataron. Le dieron un par de monedas por el<br />
trabajo y entonces siguiendo su plan de ahorrar pidió alguna cosa de comer o beber gratuitamente, y se<br />
la dieron. Después buscó la siguiente oportunidad, pasó por un buen número de faenas serviles en<br />
lugares distintos, con laboriosidad incansable, y escrupuloso en evitar - tanto como podía - gastarse un<br />
penique. Aprovechaba sin pensarlo dos veces cualquier oportunidad que se ajustara a su plan, sin mirar<br />
la vileza de la ocupación o las apariencias. Con este método, al cabo de un tiempo considerable había<br />
ganado bastante dinero para comprar un poco de ganado y volverlo a vender, después de tener algunos<br />
problemas para entender el negocio. Rápidamente, pero con cautela, las primeras ganancias las invirtió<br />
en nuevos beneficios, manteniendo su extrema severidad, sin desviarse ni una sola vez; y así avanzó<br />
gradualmente hacia las transacciones más importantes y comenzó a enriquecerse. No conozco, o lo he<br />
olvidado, el curso de su vida, pero el resultado final fue que recuperó sus propiedades con creces;<br />
murió como un avaro empedernido, con una fortuna valorada en 60.000 libras”. 9<br />
durante un año comimos en la misma pensión y la veía continua y familiarmente, nuestras relaciones más íntimas se dieron<br />
durante mucho tiempo a escondidas. Este hecho, y mis celos de otros de sus admiradores, junto con mi conciencia de<br />
menosprecio ante mi debilidad incontrolada, me hicieron tan nervioso e insomne que realmente pensé que me volvería loco.<br />
Entendí bien a los jóvenes que matan a sus amadas como cuentan frecuentemente los diarios. La quise apasionadamente y<br />
de alguna manera se lo merecía.<br />
“El hecho sorprendente fue la manera brusca e inesperada como acabó todo. Una mañana iba al trabajo después de<br />
almorzar, pensando en ella y en mi miseria cuando, como si un poder extraño me atrapara, me encontré de vuelta casi<br />
corriendo a mi habitación y tiré inmediatamente todos los recuerdos que poesía de ella, incluso unos pocos cabellos, todas<br />
sus notas, cartas y objetos. Lancé los primeros al fuego y rompí los últimos, con una especie de alegría vengativa. Ahora la<br />
menospreciaba y la detestaba y me sentía como si me hubiese quitado el peso de una enfermedad. Aquello fue el final.<br />
Nunca más le escribí o la hablé durante los años siguientes y jamás tuve un solo pensamiento amoroso hacia aquella que<br />
llenó mi corazón durante tantos meses. De hecho, siempre he odiado más bien su recuerdo y ahora veo que fui demasiado<br />
lejos. De todas formas, a partir de aquella mañana feliz recobré la posesión de mi alma y nunca más he caído en trampa<br />
similar”.<br />
Esto me parece un ejemplo inusualmente claro de dos actitudes diferentes de personalidad, inconsistentes en sus<br />
dictados, y al mismo tiempo muy bien equilibrados para llenar durante tanto tiempo la vida de discordia e insatisfacción. Al<br />
final, en una crisis repentina, es resuelto el equilibrio inestable y resulta tan inesperado que es como si, por usar las palabras<br />
del autor, “alguna fuerza interior lo arrastrase”.<br />
El profesor STARBUCK ofrece un ejemplo análogo, y un caso de conversión de odio en amor, en la Psychology of<br />
Religion, p. 141. Comparad los otros casos extremadamente curiosos en las páginas 137-144, de alteraciones súbitas no<br />
religiosas del hábito o carácter. Parece acertado concebir estos cambios repentinos como resultados de funciones cerebrales<br />
específicas que se desenvuelven inconscientemente hasta que están a punto de alcanzar una función controladora cuando<br />
irrumpen en la vida consciente. Cuando hablemos de la “conversión” repentina utilizaré cuanto pueda esta hipótesis de la<br />
incubación subconsciente.<br />
9 Op. cit., carta III resumida.<br />
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