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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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habitualmente madura los argumentos en silencio, tenemos un caso del que nunca podremos dar un<br />

informe completo, y esto, tanto para el individuo mismo como para el observador puede parecer un<br />

factor sorprendente. Las ocasiones emocionales, particularmente las violentas, son extremadamente<br />

eficaces para precipitar reestructuraciones mentales. Las formas explosivas y repentinas con las que nos<br />

sorprenden el amor, los celos, la culpabilidad, el miedo, los remordimientos o la cólera son bien<br />

conocidas de todos; 3 la esperanza, la felicidad, la resolución, emociones características de la<br />

conversión, pueden ser igualmente explosivas. Y las emociones que se presentan de esta forma tan<br />

explosiva pocas veces dejan las cosas como estaban.<br />

El profesor Starbuck, de California, en su último trabajo sobre la psicología de la religión<br />

(Psychology of Religion) mostró mediante una encuesta el paralelismo, en todas sus manifestaciones,<br />

que hay entre la “conversión” ordinaria, que se da entre el joven educado en círculos evangélicos, y<br />

aquella tendencia hacia una vida espiritual más amplia que es una fase de la adolescencia en toda clase<br />

de seres humanos. La edad es la misma, normalmente se encuentra entre los catorce y los diecisiete<br />

años; los síntomas son los mismos: sensación de incompletud e imperfección, depresión, introspección<br />

morbos ay sentimiento de pecado, preocupación por el otro mundo, angustia por las dudas... y otros por<br />

el estilo. El resultado es idéntico, un desahogo feliz y cierto sentido de la objetividad, mientras aumenta<br />

la confianza en uno mismo, a medida que las facultades se ajustan a la perspectiva más amplia. En el<br />

despertar religioso espontáneo - aparte de los ejemplos de renacimiento en el tiempo tormentoso, tenso<br />

y cambiante de la adolescencia normal - podemos encontrar la experiencia mística, que sorprende a los<br />

individuos con su vehemencia al igual que en la conversión de renacimiento. De hecho, la analogía es<br />

completa y las conclusiones de Starbuck de que estas ordinarias conversiones juveniles habrían de<br />

coincidir, se reducen a una sola: la conversión es, en esencia, un fenómeno adolescente normal,<br />

incidental con el paso de la infancia, con su pequeño universo, a la vida más intelectual y espiritual de<br />

la madurez.<br />

“La teología - dice el profesor Starbuck - asimila las tendencias de la adolescencia y construye<br />

sobre ellas; observa que lo esencial en el crecimiento adolescente es sacar a la persona de la infancia e<br />

introducirla en la nueva vida de madurez e intimidad personal. En consecuencia, concentra los medios<br />

que intensifican las tendencias normales, acorta el período de duración de los trastornos y su tensión”.<br />

Los fenómenos de conversión del tipo “convicción de pecado” duran, según las estadísticas del<br />

investigador, una quinta parte que los de trastorno y tensión adolescentes, de los que también posee<br />

estadísticas, pero son mucho más intensos. Las secuelas corporales, la pérdida del sueño, del apetito,<br />

por ejemplo, son mucho más frecuentes en ellos. La diferencia esencial es que la conversión<br />

intensivida, aunque lo acorte, el período en cuestión; y conduce a la persona a una crisis definitiva”. 4<br />

Las conversiones a las que el doctor Strabuck hace referencia son, principalmente, de personas<br />

más bien corrientes que se ajustan a un tipo caracterizado por la instrucción, la disciplina y el ejemplo.<br />

La forma particular que adoptan es el resultado de la sugestión y la imitación, 5 y si pasaran las crisis<br />

3 Casi no necesitamos ejemplos, pero para el amor véase la nota 9 de la conferencia VIII; para el miedo, la nota 20 de la<br />

conferencia VII; para el remordimiento recúrrase a Otelo después del asesinato; para la cólera, Leer después del primer<br />

parlamento de Cordelia; para la resolución, véase el capítulo anterior (el caso de J. Foster). Aquí tenéis un caso patológico<br />

en el cual la culpabilidad fue el sentimiento que explotó súbitamente: “Una noche, al acostarme, me agarró una rigidez<br />

como la que explica Swedenborg que le aconteció con el sentimiento de felicidad, pero en mi caso fue un sentimiento de<br />

culpabilidad. Estuve toda la noche bajo la influencia de la rigidez y desde el comienzo noté que estaba bajo la maldición de<br />

Dios. Nunca he hecho un acto de sumisión en mi vida, los pecados contra Dios y el hombre comienzan allí donde alcanza<br />

mi memoria; soy un gato salvaje de apariencia humana”.<br />

4 E. D. STARBRUCK, The Psychology of Religion, pp. 224-262.<br />

5 Nadie entiende esto mejor que Jonathan Edwards. Las narraciones de conversión del tipo más conocido han de tomarse<br />

siempre con las concesiones que sugieren: “Una norma recibida por opinión unánime tiene, en muchas personas, una gran<br />

influencia sobre el proceso de su propia experiencia. Sé perfectamente cómo actúan por lo que hace a esta cuestión, porque<br />

he tenido muchas oportunidades de observar su conducta. Muy frecuentemente, al principio, su experiencia es un auténtico<br />

caos, pero más adelante seleccionan las partes que tienen mayor parecido a los pasos particulares en los que se insiste; éstos<br />

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