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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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pudiera sentarme a su lado, abrazarlo, besarlo, etc... Cuando comulgo en el altar, intento encontrarlo y<br />

usualmente noto su presencia”.<br />

Os leo unos cuantos casos más escogido al azar:<br />

“Dios me rodea como una atmósfera física; está más cerca de mí que mi propio aliento.<br />

Literalmente, vivo, habito y tengo mi ser en Él”.<br />

“A menudo parece que estoy en su presencia y hablo con Él. Me han llegado respuestas a la<br />

plegaria, frecuentemente son directas y abrumadoras las revelaciones de su presencia y de sus poderes.<br />

Otras veces Dios parece lejano, pero siempre por mi culpa”.<br />

“Tengo la sensación de una fuerte presencia, y al mismo tiempo tranquilizadora, suspendida en<br />

el aire, por encima de mí. A veces siento que me envuelve con brazos que me sostienen”.<br />

La imaginación ontológica humana es así; y así es también el convencimiento que origina.<br />

Sentimos seres indescriptibles con una intensidad semejante a la de una alucinación. Determinan<br />

nuestra actividad vital tan decisivamente como la actitud vital de los enamorados está determinada por<br />

la sensación habitual, que los hechiza, de que el otro ser está en el mundo. Un enamorado tiene este<br />

sentido constante del ser de su ídolo amoroso, incluso cuando su atención se dirige hacia otros temas y<br />

ya no se representa sus facciones. Él no la puede olvidar, ella le afecta totalmente, sin interrupción.<br />

He hablado del poder de convicción de estos sentimientos de realidad y debo quizás extenderme<br />

un poco más en este punto. Para quienes los experimentan son tan convincentes como puede serlo<br />

cualquier experiencia directa de los sentidos, y, por regla general, son muchos más persuasivos de lo<br />

que son jamás los resultados que establece la lógica. En realidad, podemos no experimentarlos en<br />

absoluto, seguramente más de uno de los presentes no percibe ninguno en ningún grado, pero si los<br />

experimentáis, si los sentís más o menos fuertes, lo más probable es que no podáis evitar mirarlos como<br />

genuinas percepciones de la verdad, como revelaciones de un tipo de realidad que ningún argumento en<br />

contra, aunque no podáis rebatirlo con palabras, puede sacaros de vuestra creencia. La opinión opuesta<br />

al misticismo, en filosofía, se llama racionalismo. El recaionalismo sostiene que todas nuestras<br />

creencias deberían fundamentarse en razones explícitas que son de cuatro clases: 1) Principios<br />

abstractos que se puedan exponer de manera definida; 2) sensaciones determinadas; 3) hipótesis<br />

elaboradas basadas en ellas, y 4) inferencias precisas obtenidas lógicamente. Las impresiones vagas de<br />

cosas indefinibles no tienen cabida en el sistema racionalista, que, en su vertiente positiva constituye<br />

una tendencia intelectual espléndida, no sólo porque todas nuestras filosofías son fruto de ella, sino<br />

también porque la ciencia física (entre otras cosas buenas) es su resultado.<br />

No obstante, si miramos en conjunto la vida mental del hombre tal como es, debemos confesar<br />

que de la vida que los hombres siguen interior y privadamente, con excepción del aprendizaje y la<br />

ciencia, la parte que el racionalismo puede justificar es relativamente superficial. Es la parte de<br />

prestige, ya que posee la capacidad de habla, puede recusar pruebas, utilizar argumentos rebuscados y<br />

hundirte con la lógica. Pero a pesar de todo, no podrá convenceros ni convertiros si vuestras intuiciones<br />

mudas se oponen a sus conclusiones. Si tenemos alguna intuición, proviene de un nivel más profundo<br />

de nuestra naturaleza que el nivel verbal donde reside el racionalismo. Toda nuestra vida<br />

subconsciente, nuestros impulsos, nuestras creencias, nuestras necesidades, nuestras intuiciones han<br />

preparado las premisas y nuestra conciencia siente ahora el peso de los resultados; algo dentro de<br />

nosotros sabe con certeza que éstos han de ser más verdaderos que ninguna otra charla racionalista<br />

deducida por la lógica, por más inteligente que sea, que los pueda contradecir. Esta inferioridad del<br />

nivel racionalista para fundamentar la creencia se manifiesta tanto cuando el racionalismo argumenta a<br />

favor de la religión como cuando lo hace en contra. Nuestra literatura sobre las pruebas de la existencia<br />

de dios deducía del orden de la naturaleza, que hace un siglo parecía abrumadoramente convincente,<br />

ahora se cubre de polvo en las bibliotecas, por la sencilla razón de que nuestra generación ha dejado de<br />

creer en el tipo de Dios que defendía. Cualquiera que sea el tipo de ser que objetive Dios, hoy sabemos<br />

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