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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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entonces no susceptible de descripción verbal. Los maestros místicos son unánimes en lo que respecta a<br />

este punto. San Juan de la Cruz, por ejemplo, uno de los mejores maestros, describe así la condición<br />

llamada «unión de amor» que, afirma, se alcanza por la «contemplación oscura». En ésta la deidad<br />

penetra el alma, pero de una forma tan oculta que el alma:<br />

«No encuentra los términos ni los medios, ni la comparación la cual remitir la subliminidad de<br />

la sabiduría y la delicadeza de la sensación espiritual que la llena... Recibimos este conocimiento de<br />

Dios sin estar revestido de ningún tipo de imagen, en ninguna de las representaciones perceptibles de<br />

las que nuestra mente acostumbra a usar en otras ocasiones. Según esta circunstancia, ya que los<br />

sentidos y la imaginación no se utilizan, en este conocimiento no obtenemos forma ni impresión, ni<br />

podemos dar ninguna explicación ni hacer ninguna semblanza aunque la sabiduría misteriosa y dulce<br />

nos llegue tan claramente a las partes más intimas del alma. Imaginad un hombre que ve un<br />

determinado tipo de cosa por vez primera en su vida. La puede entender, puede usarla y disfrutarla,<br />

pero no puede darle un nombre ni comunicar ninguna idea a pesar de que sólo se trate de una simple<br />

cosa sensible. Mucho más grave sería su impotencia cuando va más allá de los sentidos. Ésta es la<br />

peculiaridad del lenguaje divino. Cuanto más infundido, íntimo, espiritual y suprasensible es, tanto más<br />

excede a los sentidos, internos o externos, y les impone silencio... El alma, entonces, se encuentra como<br />

situada en una vasta y profunda soledad a la que no tiene acceso ninguna cosa creada, en un desierto<br />

inmenso y sin límites, un desierto que es más delicioso cuando más solitario está. Aquí, en este abismo<br />

de la sabiduría, el alma se alimenta de aquello que mana de las fuentes de la comprensión del amor... y<br />

reconoce la vileza, la insignificancia y la impropiedad de los términos que utilizamos, aunque sean muy<br />

educados y sublimes, cuando intentamos hablar de las cosas divinas con estos medios.» 27<br />

No puedo pretender detallar aquí los numerosos estadios de la vida mística cristiana; 28 el<br />

tiempo no sería suficiente por un lado y, además, confieso que las subdivisiones y los nombres que<br />

encontramos en los libros católicos no me parece que representen nada objetivamente preciso. Tantos<br />

hombres, tantas muertes; imagino que estas experiencias místicas pueden ser tan infinitas como las<br />

peculiaridades genuinas de los individuos. Sus aspectos cognitivos, su valor como revelaciones, es lo<br />

que nos interesa directamente y es fácil mostrar a través de algunas citas la fuerte impresión que dejan<br />

de nuevas profundidades de verdad. Santa Teresa es la experta entre los expertos en describir estas<br />

condiciones, así que pasaré inmediatamente a lo que ella escribe sobre una de las más elevadas, la<br />

«oración de unión».<br />

«En la oración de unión -dice santa Teresa-, el alma está completamente despierta con respecto<br />

a Dios, pero completamente dormida en lo que respecta a las cosas de este mundo y como si estuviese<br />

desprovista de todo sentimiento e, incluso si así quisiera, no podría pensar en nada. Así, pues, no<br />

necesita utilizar ningún artificio para detener el uso de su comprensión, queda tan impresionada con la<br />

inactividad que no sabe lo que ama, ni cómo lo hace, ni lo que desea. Resumiendo, está totalmente<br />

muerta para las cosas del mundo y vive solamente en Dios... No sé ni tan siquiera si en este estado le<br />

queda suficiente vida para respirar. Me parece que no o, al menos, si respira no se da cuenta. Su<br />

intelecto estaría dispuesto a entender alguna cosa de lo que le está pasando, pero ahora tiene tan poca<br />

fuerza que no puede actuar en ningún sentido. Por eso una persona que cae en un desfallecimiento<br />

profundo parece muerta...<br />

27 San Juan de la Cruz, La noche oscura del alma, libro II, cap. XVII, en Vie et Oeuvres, 3ª. ed., Paris, 1893, III, pp. 428-<br />

432. El capitulo XI del libro II, «Subida al monte Carmelo», se dedica a mostrar el carácter nocivo para la vida mística del<br />

uso de imágenes sensibles.<br />

28 En particular omito la mención a las alucinaciones visuales y auditivas, a los automatismos verbales y gráficos y<br />

maravillas tales como la "levitación”, la estigmatización y la curación de enfermedades. Estos fenómenos, que los místicos<br />

frecuentemente han presentado (o se pretende que lo han hecho), no tienen significado místico esencial, ya que se dan sin<br />

conciencia de iluminación cuando ocurren, como a menudo sucede, en personas que tienen bien poco de místicas.<br />

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