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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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experiencia de Henry Alline, un evangelista devoto que trabaja en Nueva Escocia hace cien años,<br />

comienza su historia describiéndonos el más elevado nivel de melancolía religiosa. El relato no difiere<br />

de Bunyan:<br />

“Cuanto veía me parecía una carga, la tierra parecía maldita y bajo el peso de la maldición<br />

árboles, plantas, piedras, montañas y valles aparecían condenados a quejas y lamentos. A mi alrededor<br />

todo parecía conspirar para mi ruina; parecía que se hubiesen manifestado mis pecados ante todos<br />

aquellos a los que yo trataba, estando dispuesto incluso a reconocer muchas de las cosas que pensaba<br />

ya conocían. Sentía frecuentemente que todo me señalaba como el infeliz más culpable de la tierra y<br />

sentía con tal fuerza la vanidad y vacuidad de todas estas cosas que era consciente de que el mundo<br />

entero no me podía hacer feliz, ni siquiera la creación completa. Cuando me despertaba por la mañana<br />

mi primer pensamiento era: “¡Oh alma infeliz!, ¿qué haré? ¿Dónde iré?” Y cuando me dormía me<br />

repetía que tal vez estaría en el infierno antes del amanecer. En múltiples ocasiones miraba a los<br />

animales con envidia, deseando de todo corazón estar en su lugar, no tener un alma que perder. Cuando<br />

observaba a los pájaros volando sobre mí pensaba a menudo: “¡Oh, si pudiese apartar lejos de mí el<br />

peligro y el desconsuelo! ¡Oh, qué feliz sería si estuviese en su lugar!”. 17<br />

La envidia de los animales parece una afección muy extendida en este tipo de tristeza.<br />

El peor tipo de melancolía es el que presenta la forma de pánico. Ofrezco a continuación un<br />

excelente ejemplo y debo agradecer al paciente el permiso para imprimirlo; el original está en francés,<br />

y aunque el sujeto era bastante nervioso y lo estaba aún más cuando escribía, su caso tiene el mérito de<br />

la extrema simplicidad. Traduzco literalmente:<br />

“Cuando me encontraba en ese estado de pesimismo filosófico y depresión general de ánimo, un<br />

atardecer entré en el vestidor en penumbra para coger algo. De repente, sin previo aviso cayó sobre mí,<br />

como si surgiese de la oscuridad, un miedo horrible. Simultáneamente apareció en mi mente la imagen<br />

de un paciente epiléptico que había visto en el manicomio, un joven de cabellos negros y piel grisácea,<br />

completamente idiota, que permanecía sentado todo el día en un banco, o más bien un tablón, que había<br />

en la pared, con las rodillas pegadas a la mejilla y vestido únicamente con una única y sucia camiseta<br />

que estiraba sobre las rodillas envolviendo toda su figura. Se sentaba como un gato egipcio esculpido o<br />

una momia peruana y sólo movía los ojos negros con una mirada nada humana. Esta imagen y mi<br />

miedo entraron en una especie de complicidad mutua. Yo soy así potencialmente. Nada de cuanto poseo<br />

me puede preservar de esto hado, si llegase mi hora como llegó para él. Sentí tal horror de ser como él<br />

y tan cercano a su estado que fue como si algo, hasta ahora sólido dentro de mi pecho, se hubiese roto y<br />

convertido en una masa temblorosa de miedo. Después de todo esto cambió por completo el universo,<br />

me despertaba cada mañana con un terrible temor en la boca del estómago, y con una sensación de<br />

inseguridad que nunca había sentido y que jamás he vuelto a sentir. 18 Fue como una revelación, y<br />

aunque cesaron los sentimientos inmediatos, la experiencia me hizo simpatizar desde entonces con las<br />

sensaciones morbosas de los demás. Desapareció gradualmente, pero durante algunos meses fui<br />

incapaz de caminar solo a oscuras.<br />

“En general temía que me dejasen solo. Recuerdo que me preguntaba cómo podían vivir los<br />

demás, cómo había vivido y o mismo siempre, tan inconsciente de semejante pozo de inseguridad bajo<br />

la superficie de la vida. Particularmente, mi madre, una persona muy alegre, me parecía una perfecta<br />

17 The Life and Journal of the Rev. Henry Alline, Boston, 1806, pp. 25-26. Conozco este libro gracias a mi colega el doctor<br />

Benjamín Rand.<br />

18<br />

Compárese con Bunyan: “Me encontraba invadido por un gran temblor, de forma que, a veces, durante algunos días,<br />

podía sentir mi cuerpo, así como mi mente, temblando y tambaleándose bajo la sensación del terrible juicio de Dios, que<br />

descenderá sobre quien haya cometido este terrible e imperdonable pecado. También sentía el estómago tan paralizado y<br />

acalorado por mi terror que me parecía que el esternón se hubiese partido. Así me acurrucaba y encogía bajo el peso que<br />

tenía encima, que me oprimía de tal modo que no podía enderezarme, ni caminar, ni estar tumbado, ni siquiera alcanzar el<br />

mínimo de tranquilidad y reposo”.<br />

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