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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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contacto con la vida exterior tras otra es abandonada para preservar la pureza del tono intimo. 12 «¿No<br />

es mejor -pregunta una hermana joven a la superiora- que yo no hable durante la hora de esparcimiento<br />

para no correr el riesgo, al hablar, de caer en algún pecado del que no sea consciente?» 13 Si la vida<br />

sigue siendo de alguna manera social, quienes tomen parte en ella han de seguir una norma idéntica.<br />

Encerrado en esta monotonía, el fanático de la pureza vuelve a encontrarse limpio y libre. La<br />

uniformidad minuciosa que se mantiene en algunas comunidades, ya sean monásticas o no, es algo casi<br />

inconcebible para un hombre de mundo. El vestido, la fraseología, los horarios y las costumbres<br />

resultan absolutamente estereotipadas y no hay duda de que algunas personas están hechas para<br />

encontrar en semejante estabilidad un género de reposo mental incomparable.<br />

No tenemos tiempo para multiplicar los ejemplos, de manera que dejaré que el caso de san Luis<br />

Gonzaga sirva como modelo de exceso de purificación. Me parece que estaréis de acuerdo en que este<br />

joven lleva la eliminación de lo externo y discordante hasta un punto que no podemos admirar sin<br />

reservas. A los diez años, su biógrafo dice que:<br />

«Tuvo la inspiración de consagrar su propia virginidad a la Madre de Dios - éste era, de todos<br />

los posibles, el presente más agradable para ella. Entonces, sin dilación y con todo el fervor de que era<br />

capaz, con el corazón contento y ardiendo de amor, hizo su promesa de castidad perpetua. María aceptó<br />

la ofrenda de su inocente corazón y obtuvo de Dios, para él y como gracia singular, la extraordinaria<br />

recompensa de que nunca, durante toda su vida, tuviera la más mínima tentación contra la virtud de la<br />

pureza. Éste era un favor completamente excepcional, concedido raramente incluso a los mismos<br />

santos, y es todavía más maravilloso porque Luis vivió siempre en la corte y en medio de gente<br />

importante, donde el peligro y la ocasión son tan inusualmente frecuentes. Es cierto que Luis mostró<br />

desde su primera infancia una repugnancia natural por todo aquello que pudiese ser impuro o no<br />

virginal, e incluso hacia cualquier tipo de relación entre personas del sexo opuesto. Pero esto todavía<br />

hacía más sorprendente que encontrara necesario, especialmente a partir de su promesa, recurrir a un<br />

número tan grande de recursos para proteger, incluso de la sombra de peligro, la virginidad que había<br />

consagrado. se podría suponer que si alguien podía haberse contentado con las precauciones ordinarias,<br />

prescritas para todos los cristianos, esa persona debería haber sido él. Pero ¡no!, fue más lejos que la<br />

mayoría de los santos tanto en el uso de cautelas y medios de defensa, huyendo de las ocasiones más<br />

insignificantes de peligro, como también en la mortificación de su propia carne. Él, que por una<br />

protección extraordinaria de la gracia de Dios nunca era tentado, medía todos sus movimientos como si<br />

a cada paso estuviese amenazado por peligros extraordinarios. Desde entonces nunca levantó los ojos,<br />

ni cuando caminaba por las calles ni cuando estaba en sociedad. No sólo evitaba, mucho más<br />

escrupulosamente que antes, todo trato con mujeres, sino que renunció a toda conversación y cualquier<br />

tipo de pasatiempo social, a pesar de que su padre intentó hacer que participara, y comenzó demasiado<br />

pronto a ofrecer su inocente cuerpo a austeridades de toda clase.» 14<br />

Leemos que cuando contaba doce años, este joven, «si por casualidad su madre enviaba una de<br />

sus damas de honor con un mensaje para él, nunca la dejaba entrar, sino que la escuchaba con la puerta<br />

entreabierta y la despedía inmediatamente. No le gustaba estar solo con su propia madre, ni en la mesa<br />

12 Ejemplo: «Al principio de la vida interior del Servidor (Suso), después que purificó adecuadamente su alma mediante la<br />

confesión, se marcó, en el pensamiento, tres círculos, entre los que se encerró como en una trinchera espiritual. El primer<br />

circulo era su celda, su capilla y el coro. Cuando estaba dentro del círculo se encontraba seguro. El segundo círculo era todo<br />

el monasterio hasta la puerta exterior. El tercero y más exterior era la propia puerta y, aquí, le era necesario estar muy<br />

atento. Cuando salía de estos círculos, le parecía que estaba en el mismo brete que un animal salvaje fuera de su madriguera<br />

y rodeado de cazadores y, por lo tanto, necesitaba todo su ingenio y atención.» The Lífe of Blessed Henry Suso, escrita por<br />

di, traducida por Knox. Landres, 1865, p. 168,<br />

13 Vie des Premières Religieuses Dominicaines de la congrégation de St. Dominique, à Nancy, Nancy, 1896, p. 129.<br />

14 Life of Saint Louis of Gonzaga, de MESCHLER, traducción francesa de Lebréquier, p. 40.<br />

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