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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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camino de modo casi increíble para quienes no disfrutan de la bendición de una vida auténticamente<br />

entregada.»<br />

Eso es todo sobre el graduado de Oxford, en quien vemos la abolición completa de un antiguo<br />

apetito como fruto de la conversión.<br />

El caso de conversión mas curioso conocido es el de mister Alphonse Ratisbonne, un judío<br />

librepensador francés, convertido al catolicismo en Roma en 1842. Este converso hace una descripción<br />

palpitante de las circunstancias, en una carta enviada unos -meses más tarde a un clérigo amigo. 2 Las<br />

condiciones de predisposición fueron escasas. Tenía un hermano mayor que se había convertido y era<br />

capellán católico; él no era religioso y alimentaba seria antipatía por el hermano apóstata, que extendía<br />

a todo lo «clerical». Contaba veintinueve años y estaba en Roma cuando encontró a un francés que<br />

intentaba convertirlo, pero que después de dos o tres conversaciones, sólo consiguió que se colgara<br />

(medio en broma) una medalla religiosa al cuello y que leyera un ejemplar de una corta plegaria a la<br />

Virgen. Ratisbonne explica su participación en las explicaciones como nula y como tomadura de pelo,<br />

pero señala que durante algunos días fue incapaz de desterrar las palabras de la plegaria de su mente, y<br />

que la noche anterior a la crisis sufrió una especie de pesadilla donde aparecía una cruz negra sin<br />

Cristo. Sin embargo, mantuvo la mente despejada hasta el mediodía siguiente y pasó el tiempo en<br />

conversaciones triviales. Veamos sus palabras:<br />

«Si en aquel momento alguien me hubiera advertido diciendo: "Alphonse, dentro de un cuarto<br />

de hora adorarás a Jesucristo como a Dios y Salvador tuyo, te postrarás con el rostro en tierra en una<br />

iglesia humilde, golpearás tu pecho a los pies de la capilla, pasarás el carnaval en un colegio de jesuitas<br />

preparándote para el bautismo, ofreciendo tu vida por la fe católica, y renunciarás al mundo, a sus<br />

pompas y a sus placeres; a tu fortuna, tus esperanzas y, si es necesario, a tu esposa, al amor de tu<br />

familia, a la estimación de tus amigos y a tus lazos con el pueblo judío; tu única aspiración será seguir a<br />

Cristo y llevar su cruz hasta la muerte"; si, repito, un profeta se me hubiese aparecido con esta<br />

predicción, habría pensado que nadie podía estar más loco que él excepto alguien que creyera en la<br />

posibilidad de que esta locura absurda pudiera ser cierta. Y esta locura es ahora mi única sabiduría, mi<br />

única felicidad.<br />

«Al salir del café me encontré el carruaje del señor B. (el amigo proselitista), se detuvo y me<br />

invitó a dar una vuelta, pero antes me pidió que le esperase mientras cumplía un deber en la iglesia de<br />

S. Andrea della Fratte. En lugar de esperar en el carruaje entré en la iglesia simplemente por verla. Era<br />

pobre, pequeña y vacía; me pareció que estaba allí solo. Ninguna obra de arte me llamó la atención y<br />

contemplé mecánicamente el interior sin pensar nada especial, sólo puedo recordar que un perro<br />

completamente negro se paseaba brincando delante de mí mientras yo reflexionaba. En cierto momento<br />

el perro desapareció, la iglesia se esfumó y no vi nada más... o más bien, vi, ¡oh, Dios mío!, una sola<br />

cosa.<br />

«¡Señor!, ¿cómo puedo explicarlo?, ¡oh, no! Las palabras humanas no consiguen expresar lo<br />

inexplicable. Cualquier descripción, por más sublime que sea, sólo sería una profanación de la verdad<br />

inefable.<br />

»Estaba postrado en tierra, bañado en lágrimas, con el corazón fuera de sí, cuando el señor B.<br />

me volvió a la vida gritándome. No pude responder en seguida a sus preguntas, al fin tomé la medalla<br />

que llevaba en el pecho y, con toda la efusión de mi alma, besé la imagen de la Virgen, radiante de<br />

gracia, que llevaba la medalla. ¡Oh, era Ella, era Ella de verdad! (Había tenido una visión de la Virgen.)<br />

»No sabía quién era, no sabía si era Alphonse u otro. Me sentía cambiado y pensaba que era<br />

otro, buscaba en mi interior y no me encontraba a mi mismo. En el fondo de mi alma sentía la explosión<br />

de la alegría más ardiente; no podía hablar, no quería revelar lo que me había sucedido. Pero<br />

2 Las citas pertenecen a una traducción italiana de esta carta en la Biografía del Sig. M. A. Ratisionne, Ferrara, 1843.<br />

Agradezco a monseñor D. O'Connell, de Roma, que las pusiera en mi conocimiento. Resumo texto del original.<br />

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