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LAS VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

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El hecho de diversos juicios sobre fenómenos religiosos es, por lo tanto, ineludible, sea cual sea<br />

el propio deseo de alcanzar lo irreversible. Pero aparte de este hecho nos espera una cuestión más<br />

fundamental; la pregunta sobre si cabía esperar que las opiniones de los hombres fueran absolutamente<br />

uniformes en este terreno. ¿Todos los hombres deberían tener la misma religión? ¿Deberían aprobar las<br />

mismas virtudes y seguir los mismos preceptos? ¿Son tan iguales en sus necesidades interiores que se<br />

requieren exactamente los mismos incentivos religiosos para el fuerte y el débil, para el orgulloso y el<br />

humilde, para el tenaz y el perezoso, para el de mente sana y el desesperado? ¿O existen diferentes<br />

funciones en el organismo de la humanidad asignadas a diferentes tipos de hombres, de manera que<br />

algunos han de su realmente los mejores para una religión de consuelo y seguridad mientras que otros<br />

son mejores para una de terror y reprobación? Podría ser así, y sospecho que a medida que vayamos<br />

avanzando nos parecerá cada vez más que así es. Y si así fuese ¿cómo puede un juez o crítico evitar<br />

tener prejuicios a favor de la religión era la que sus necesidades se satisfacen mejor? El critico aspira a<br />

la imparcialidad, pero está demasiado cerca de la batalla para no ser partícipe en algún grado, y está<br />

seguro de aprobar más calurosamente en otros aquellos frutos de piedad que sean mejores y más<br />

nutricios para él.<br />

Soy muy consciente de que muchas de las cosas que digo pueden sonar a anárquicas. Al<br />

expresarme tan abstracta y brevemente puede parecer que desconfío de la noción de verdad. Pero os<br />

ruego que suspendáis vuestro juicio hasta que lo consideremos aplicado a los problemas que tenemos<br />

por delante. En realidad, no creo que nosotros ni ningún otro hombre mortal pueda llegar, en un<br />

momento dado, a la verdad absolutamente perfecta sobre las cuestiones de hecho que trata la religión.<br />

Pero no rechazo este ideal dogmático por un placer perverso en la inestabilidad intelectual. No aprecio<br />

el desorden y la duda como tales. Más bien temo perder credibilidad por esa pretensión de poseerla<br />

completamente. Creo como cualquiera que cada día podemos avanzar un poco más si siempre nos<br />

movemos en la dirección adecuada, y espero llevaros a compartir mi manera de pensar antes de<br />

terminar estas conferencias. Hasta entonces os ruego que no endurezcáis vuestras mentes de manera<br />

irrevocable contra el empirismo que profeso.<br />

No malgasto más palabras en una justificación abstracta de mi método y paso a utilizarlo<br />

inmediatamente sobre los hechos.<br />

Al juzgar críticamente el valor de los fenómenos religiosos, es muy importante insistir en la<br />

distinción entre la religión como una función personal individual y la religión como producto institucional,<br />

colectivo o tribal. Recordaréis que esbocé esta distinción en la segunda conferencia. La<br />

palabra religión, tal como se usa ordinariamente, es equívoca. Un estudio de la historia nos muestra que<br />

los genios religiosos atraen discípulos y convocan grupos de simpatizantes. Cuando estos grupos son<br />

bastante fuertes para «organizarse», se tornan instituciones eclesiásticas con ambiciones colectivas<br />

propias. El espíritu de la política y la ambición de dominio dogmático son entonces oportunos para<br />

entrar en esa institución originariamente inocente y contaminaría, de manera que cuando oímos la<br />

palabra «religión», hoy en día, pensamos inevitablemente en alguna otra «Iglesia». Para algunas personas,<br />

la palabra «Iglesia» sugiere tanta hipocresía y tiranía, tanta vileza y tanta tenacidad<br />

supersticiosa, que de alguna manera sutilmente indiscernible se vanaglorian cuando afirman que tienen<br />

«manía» a cualquier religión. Incluso los que pertenecemos a alguna Iglesia no eximimos a otras<br />

iglesias que no son la nuestra de la condena general.<br />

Pero en este curso de conferencias las instituciones eclesiásticas no nos interesan en absoluto.<br />

La experiencia religiosa que estamos estudiando es la que anida sola y privadamente en el interior. La<br />

experiencia religiosa espontánea de esta clase siempre ha sido considerada un tipo herético de<br />

innovación para quienes han sido testigos de su nacimiento. Llega al mundo desnuda y sola y siempre<br />

ha conducido, al menos por cierto tiempo, a quien la posee al desierto, a menudo literalmente al<br />

desierto exterior, donde Buda, Jesús, Mahoma, san Francisco, Fox y tantos otros tuvieron que ir. Fox<br />

expresa esta soledad a la perfección, y en este punto lo mejor que puedo hacer es leeros una página de<br />

su Journal, que se refiere al período de su juventud en que la religión comenzó a fermentar en él<br />

seriamente.<br />

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